Cuarenta días para la Gloria

Para muchos entramos en los días más bonitos del año, para otros en unos días que no les interesan nada y les parece tediosos. Es cierto que muchas cosas se repiten durante estos días: Actos de hermandad, presentación de carteles de Semana Santa (alguno muy polémico), conciertos de marchas procesionales, exposiciones de arte sacro ..., pero ¿realmente es fervor religioso o simplemente es que nos gusta? (prefiero este año no incluirme, tengo mis razones).

Todo lo que sea salir de casa y pasar un rato con amigos y conocidos (no es un mal plan ése) pero no sé si es más un motivo de diversión o un motivo que nos ayuda a acercarnos más a Dios. Es la pregunta de siempre, pues el resto del año no lo vivimos así, no precisamos esa necesidad de ir a este tipo de actos, ¿Somos capillitas de 40 días -bueno en realidad son más de 40 días, pues hay que contar desde el Miércoles de Ceniza al Domingo de Resurrección- o somos capillitas todo el año?

La respuesta creo que es clara. El fenómeno “capillita” se da solo en Cuaresma; es como el espíritu navideño sólo se da en esa época del año, pero ¿en qué consiste exactamente ser capillita? ¿En acudir con tu traje a cualquier acto cuaresmal? ¿Incluso quinarios? Que me perdonen, son muy aburridos en alguno estuve por eso de pertenecer a alguna hermandad pero más por obligación que porque me gustara y dudo que a mucha gente le guste, pero cómo os decía ponerte el traje, la corbata y la medalla de tu hermandad, te transforma, te hace hacer cosas que en pleno agosto en bañador y en un chiringuito no lo harías ni loco, es más ni te acuerdas.

Como decía, esa transformación te dura cuarenta y tantos días y luego vuelves a tuestado natural. A favor he de decir que tener presente a tu Cristo o a tu Virgen es todo el año, una cosa no quita a la otra.

"Quemar carbón para el incienso y qué bien huele nuestra casa, qué olor más agradable"

Conforme se acerca la Semana Santa ya entramos como en catarsis: sacamos las túnicas, vemos si nos sigue quedando bien, lo de ponerse delante del espejo o hacernos una foto lo hacemos todos, no lo neguéis y ya decimos ¿lo guardamos? Si quedan apenas dos semanas y por supuesto ya no lo guardamos.

Estamos en plena fiebre cuaresmal: oímos marchas procesionales en bucle, en el coche, en el trabajo, en casa, entras en una tienda ¿y qué oyes? Una marcha, eso sí, igual no se oye pero en nuestra cabeza sí; llegamos a casa y ¿qué hacemos? Quemar carbón para el incienso y qué bien huele nuestra casa, qué olor más agradable (eso sí, cada uno el incienso de su hermandad, que no se diga -como comentaba-: no hay nadie más capillita que yo.

Y por fin llegamos al momento culmen de la Cuaresma el día del Pregón de la Semana Santa; nos levantamos nerviosos porque todos tenemos un pregonero dentro; desayunamos, si puede ser churros mejor que mejor, y luego a vestirnos, que también es un ritual (traje, corbata, un kilo de gomina -discúlpenme soy sevillano la exageración es de cuna-, medio litro de colonia, la medalla de mi hermandad o el pin en la solapa) y a la calle; allí nos reunimos todos en la puerta del evento, nos saludamos con efusividad, hay que hacerlo así que igual el resto del año si te he visto no me acuerdo pero ese día sí, ese día eres mi hermano de sangre; entramos y comienza el acto, todo muy solemne y emotivo, alguna lagrimita nos salta cuando el pregonero menciona nuestra hermandad, termina y gran ovación cómo corresponde, buenas críticas en público, ya en privado es otra cosa ahí salen todas las faltas (un breve inciso y sin ironía un recuerdo al cielo a un pregonero -entre otras muchas cosas- sevillano, Don Antonio Burgos, que nos dejó hace pocos meses). Termina el pregón ya estamos a una semana de la Gloria.

Disfruten como mejor sepan de su Cuaresma particular, que es única, ya sea fervorosa, en recogimiento o ni la celebren, pero sean felices.