Por aquel entonces yo desempeñaba el cargo de Secretario Provincial de la “Unión de Centro Democrático”, aquella amalgama de pequeños partidos de centro que presidió Adolfo Suárez. Había llegado el día que más tarde pasaría a la historia de España como el de la aprobación de la única Constitución española fruto de un consenso generalizado, superadora de enfrentamientos cainitas, redactada con el ánimo de pasar página de episodios dolorosos que jamás deben repetirse, y mirando hacia un futuro de paz y progreso para España y para los españoles, Una Constitución, en fin, alejada de cualquier sectarismo, en la que todos y cada uno supieron aportar lo mejor y prescindir de lo accesorio. Durante la tarde anterior, la sede de UCD, situada en la calle Beatriz de Silva, registró una gran actividad, al repartirse las acreditaciones de los apoderados e interventores y reiterarse la tarea que cada uno debería llevar a cabo. Y ya en la mañana del día del referendum, se comprobó que todas las mesas tuvieran, al menos, un interventor del partido. Por aquel entonces no teníamos todavía los teléfomnos móviles, por lo que cada apoderado se las tenía que ingeniar buscando alguna cabina o rl teléfono de un bar para ponerse en contacto con la sede. Con la tranquilidad de que todo estaba en regla, salí a votar. Recuerdo que el ambiente en el colegio electoral era de alegría, La gente tenía un particular sentido de que se estaba llevando a cabo algo trascendente, de que se estaba dando un paso histórico, de que se estaban sentando las bases para un futuro mejor. No más odio entre hermanos. Se abría camino la convivencia en paz, libertad y armonía entre todos los españoles- D. Juan Carlos I y Adolfo Suárez tenían mucho que ver en ello, al igual que los llamados “Padres de la Constitución” y todos los líderes políticos de aquel entonces, desde Fraga hasta Carrillo.. Tras el cierre de los colegios electorales, vino la fase de ir conociendo datos sobre el resultado en cada una de las mesas por el ahora rupestre sistema de los teléfonos fijos o simplemente por la llegada a la sede de los interventores, trayendo y+a el acta. Como curiosa prueba a nivel local del consenso con el que se redactó la Constitución, los Secretarios provinciales del PSOE y UCD –Francisco Vallecillo y yo- nos íbamos facilitando mutuamente –también por teléfono fijo- las cifras de “síes” –muchos- y de “noes”” –muy pocos- que se iban conociendo. Al final, el escrutinio del referéndum en Ceuta, mejorando ligeramente los distintos porcentajes obtenidos a nivel nacional, arrojó el siguiente resultado: Censo electores: 32.428.- Votantes: 23.650 (72,8%).- Sí: 20.849 (88,2%).- No: 1.997 (8,4%).-En blanco:670 (2,8%).- Nulos: 134 (0,6%). No en balde los parlamentarios en la legislatura constituyente por Ceuta (Antonio Domínguez, Diputado, y Francisco Lerçia y Serafín Becerra, Senadores) y por Melilla (García-Margallo, Diputado, y Ginel Cañamaque y José Ríos, Senadores) habían logrado materializar la aspiración de que los nombres de estas dos ciudades figurasen expresamente, y por tres veces cada una, en el texto constitucional
6 de diciembre de 2018
Han pasado cuarenta años, y aquella Constitución de concordia y fraternidad entre todos los españoles sigue viva, y bien viva. Solamente ha sido reformada en dos ocasiones::en el año 1992, al adaptarse su artículo 13.2 al Tratado de Maastrich, incluyéndose las palabras “y pasivo”, lo que ampliaba los derechos de participación los extranjeros en las elecciones municipales, y en 2011, al adaptarse el artículo 135, introduciéndose el concepto de “estabilidad presupuestaria”, así como el llamado “techo de gasto!, que deberá aprobarse por Ley Orgánica, sin que pueda contravenir el marcado por la UE, y obligándose a las entidades locales a mantener equilibrio presupuestario a partir del año 2020, Igualmente establece dicha reforma que el montante de la deuda pública no debe superar el 60$ del PIB- Ninguna de tales adaptaciones exigió la aprobación por referéndum, al no solicitarlo el 10% de los Diputados o Senadores. La Constitución aprobada hace cuarenta años mantiene, pues, su plena vigencia. No obstante, cada vez es mayor el número de personas o entidades que creen necesario un “aggiornamento” de varios de sus artículos. Es más; ya hay quien abomina de ella precisamente porque es una Constitución de consenso. Desearían poder derruirla para colocar en su lugar otra de carácter netamente sectario. Casi todos los que la encuentran ahora incómoda se sitúan precisamente en el grupo de partidos que votaron a favor de la moción de censura que puso a Pedro Sánchez en la Moncloa. Los separatistas, porque ven en ella un impedimento a sus planteamientos. Ni les gusta que esté fundamentada en la unidad de España, ni tampoco que no prevea el “derecho a decidir”. Otros, como el emergente y combatido partido “Vox”, quisieran derogar el Título VIII completo, el de las Comunidades Autónomas. Y el republicanismo va dando la cara cada vez más. Parece que la posibilidad de modificarla comienza a darle cierta prisa al propio PSOE, si bien la exigencia de mayorías muy cualificadas hace imposible cualquier “ocurrencia” que pudiese afectar a nuestra Constitución. Fue el poeta Juan Ramón Jiménez quien escribió aquello de “no la toquéis más, que así es la rosa”. Podrá tener alguna espina, pero, sobre todo, huele bien y tiene la belleza de una concordia que dañarla sería algo tan absurdo como sectario. Todo lo que se haga con ella debe estar presidido por aquel espíritu de consenso y de superación de enfrentamientos que la hizo como es.. Muchos de los que la votamos hace cuarenta años ya no están con nosotros, y los más jóvenes andan ahora en el entorno de los sesenta años de edad. Que nadie se deje llevar ahora por un guerracivilismo trasnochado y vuelva a las andadas, Quizás haya que retocar algunos puntos no básicos de la Constitución, pero manteniendo siempre los valores sobre los que, hace cuarenta años, la concibieron pensando, sobre todo, en el bien de España