A lo largo de los años he tenido una relación intensa con el Parque de las Ciencias de Granada. Una, como docente de la Universidad de Granada desde Ceuta. Siempre procuraba programar alguna actividad con los y las estudiantes en este museo. También invité a sus directivos a venir a la ciudad, a lo que accedieron amablemente, exponiendo con maestría las claves para programar actividades científicas y culturales en la misma.
La otra relación fue como investigador. A lo largo de una estancia durante 2019 realizamos desde la Universidad de Granada una estimación del impacto socioeconómico del Parque en su entorno. Varios datos. Primero se constató que la evolución del número de visitantes desde su apertura en 1995 había sido espectacular, pasando desde los 128 mil visitantes a los más de 700 mil en 2018. Esta cifra originó unas demandas de consumo y servicios de más de 23 millones de euros y generó una cifra cercana a los 1.000 empleos (0,3% del total de empleo de la provincia).
Pero también descubrimos un modelo de gestión democrática, complementado con una modesta independencia administrativa y financiera, que le había permitido situarse a la vanguardia en innovación sostenible y responsable. Y al mismo tiempo una correlación estadística importante entre el porcentaje de los estudiantes que cursaban algunas carreras en la Universidad de Granada y el total de visitantes del Parque de las Ciencias. Todo ello en consonancia con las evidencias similares obtenidas en países como Austria o Finlandia.
Como visitante, siempre que he acudido a alguna de sus exposiciones permanentes o temporales he encontrado y aprendido algo distinto. En mi artículo de 2013 “Cuando todo es contenido”, explicaba que “Hay lugares que cuando se visitan nos producen una profunda sensación de satisfacción y un irresistible deseo de regresar lo antes posible…. Entonces se da la perfecta simbiosis entre el visitante y el lugar en cuestión, y a través de éste, con el territorio en el que se ubica”.
Y explicaba las razones para esto. La más importante de todas era el concepto de difusión cultural que sus gestores de entonces tenían, de servicio público para promover y tutelar el acceso a la cultura (artículo 44 Constitución Española). No menos importante era su sistema de gestión y de financiación. Se daba una combinación interesante de financiación público-privada y autofinanciación en la proporción de seis por cuatro. La autofinanciación hace que no tenga cabida en la gestión diaria el acomodo propio del que sabe que todo le viene dado. Y todo ello acompañado de la profesionalidad y honradez de un magnífico equipo gestor, joven (no me refería a la edad física) y dinámico, abierto a cualquier colaboración y propuesta, que a diario hacía gala de un espíritu inquieto e innovador, con una gestión bajo criterios responsables y sostenibles.
Por todo lo anterior, ya manifesté en su día mi oposición a que la gestión del Parque se hiciera desde Sevilla, que a los pocos años comenzó a mostrar el deterioro en forma de módulos que no funcionaban, piezas que no se reponían, jardines que se abandonaba. Ya sé que algunos siguen defendiendo en público que esta gestión se hace desde Granada y que lo único que hacen desde Sevilla es el control y fiscalización de la actividad. Quizás es que no se han enterado aún de esto. A fecha de hoy, y según mis informaciones y lo que yo mismo he podido comprobar, la situación se hace más insoportable. La falta de transparencia y el deterioro en el clima laboral han hecho aparición.
Respecto a la falta de transparencia solo unas pequeñas pinceladas. El artículo 31 de los Estatutos obliga a que su Consejo Rector, en el que están representadas todas las instituciones que componen el Consorcio, se reúnan dos veces al año como mínimo. Durante 2023 no hubo ninguna reunión. Otra. La última exposición sobre el Titanic. He buscado en su página de transparencia el coste de la compra de la maqueta, que parece ha sido adquirida, aunque siempre había sido utilizada gratuitamente. O el coste del desplazamiento del conferenciante americano Sr. Mark Loewen. No me ha sido posible encontrarlos.
Y respecto al sueldo de los empleados, en la página están detallados todos menos el del Gerente. Ah!, es que ya es Alto Cargo de la Junta de Andalucía y esta información está en otro lugar. Bueno, pero aquí también debía de figurar, junto al detalle del coste de sus viajes, y de otros gastos. Es la evidencia más clara de que es la Junta de Andalucía la que gestiona desde Sevilla el Parque de las Ciencias de Granada, a través de uno de sus Altos Cargos. El Gerente ya no es uno más de los empleados del Parque. Que se reúna el Consejo Rector es lo de menos. Ya controlan la gestión los funcionarios de la Junta de Andalucía.
Respecto al clima laboral, según me confiesan algunos amigos “…hay miedo, desconfianza, despachos y armarios cerrados con llave, mal ambiente donde antes había trabajo en equipo y camaradería, bajas por ansiedad, despidos fulminantes, ceses voluntarios por no aguantar la situación, sanciones de empleo y sueldo…y otros incidentes que pronto saldrán a la luz”. Pero claro, algunos dirán que estas son simples opiniones de algunos empleados.
En un artículo de hace varios meses titulado “Cómo acabar con el Parque de las Ciencias”, detallaba los pasos que se debían de dar para terminar con esta emblemática institución de Granada y para acabar con su extraordinaria labor de difusión de la Ciencia y la Cultura, a modo de denuncia de la insostenible situación a la que se estaba llegando.
No sé si es que los funcionarios de la Junta de Andalucía me han hecho caso. Lo cierto es que se están poniendo los “espartillos” para la desaparición de una institución pública vital para el desarrollo de Granada.
Si no se pone remedio, el Parque de las Ciencias de Granada pronto acabará convertido en un museo privado de los muchos que hay, más preocupado por la promoción personal de su gerente, que por promover y tutelar el acceso a la cultura, como obliga el artículo 44 de Constitución Española a los poderes públicos.
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