Hoy día cada vez se hace mucho mas presente en nuestra ciudad el carácter impersonal de las relaciones humanas, máxime cuando hace no muchos años y dado a la extensión de esta tierra raro era aquel o aquella que pasara por desconocido, cosa aun mucho mas difícil si encima se trataba de una barriada. Para nuestra desgracia, hoy por hoy cada vez es mas común encontrarse con zonas de nuestra ciudad, que aun formando parte de toda una vida a lo mas que se llega en esto de las relaciones vecinales es a escuchar de sus moradores a lo sumo un frío “hasta luego”, quizá a este tipo de relación estuvieran mas adaptados desde hace ya bastante tiempo la mayoría de las grandes ciudades de nuestra geografía nacional y porque no decir de casi todo el mundo occidental, pero a aquellos que como yo estábamos acostumbrados a un tipo de vida mucho mas cercana y humana, cierto es, que se nos hace mucho mas extraño. Esta situación solo se explica por el alto grado de materialismo asumido en cierto modo por las nuevas generaciones que nos han sucedido, en donde bien poco importan las personas y si los intereses particulares de cada uno, a no ser que ocurra una desgracia colectiva y sea entonces cuando empezamos a darnos cuenta de la realidad en la que vivimos.
He hecho esta reflexión porque aun existen momentos en los que a pesar de todo, todavía se dan gestos que le permiten a uno hacer un alto en el camino y sentir que no todo se puede dar por perdido en esto de las relaciones humanas, dándote cuenta que aun quedan personas que aportan parte de su tiempo en hacer el bien a los demás.
De ahí que después de alguna de las charlas que de vez en cuando mantengo con mi buen amigo Luis Zamorita a quien todo hay que decirlo le tengo un cariño especial, llegas a la conclusión de que personas como esta son mas necesarias que nunca en la sociedad que vivimos, pues solo con mirarla detectas el deseo que esta tiene en transmitir bienestar a todo aquel que se acerca a su lado, sirva como ejemplo de esto que digo, las palabras del incansable Luis, quien a pesar de sus años, por cierto muy bien llevados, me comenta su ultima visita a la “Residencia Nazaret” donde con cierta asiduidad acude a visitar a viejos amigos que por avatares de la vida hoy residen allí, haciéndome notar la felicidad sentida al ver como estos amigos de toda la vida se sienten alegres al ver como, a pesar de los años transcurridos, todavía quedamos algunos, dice, que no los olvidamos.
Y es precisamente eso lo que debemos evitar, el olvido, quizá cuando se escribe de personas con cierta edad podemos llegar a la conclusión de que, precisamente por sus años, no han de mostrar interés alguno por nada de lo actual o “moderno” que los rodea, craso error, mas bien todo lo contrario pues es precisamente por eso, por lo años vividos, que siguen con mas interés que nunca todo lo que nos acontece a diario, contando además para su juicio con una perspectiva temporal enriquecida con la experiencia de todo lo vivido.
Este seria el caso de nuestro querido Pepe Ferrero quien hasta su ultimo momento entre nosotros, siguió con interés el día a día de este pueblo, devenir diario que analizaba de manera magistral a través de sus artículos en su afán de aportar soluciones a mucho de nuestro males y para el bien de las gentes de esta ciudad, su ciudad, de ahí que aunque ya no este presente entre nosotros su recuerdo permanecerá indeleble entre sus amigos y conocidos, entre los cuales me preciaba estar.
Me consta que seguía mis artículos y quizá el tema con el que hemos iniciado éste era uno de los que mas le dolía, en efecto, el hecho de que no se contase con los mayores, prescindiendo de ese modo de la experiencia vital que estos podían aportar a los mas jóvenes, le resultaba especialmente duro, sobre todo cuando veía como la mayoría de su generación era condenada a un ostracismo al que él se resistía a través de sus maratonianas caminatas por nuestra ciudad, como si de un gesto de rebeldía ante el olvido se tratara y que en cierto modo le servían para tomar el pulso a la ciudad y de inspiración para muchos de sus escritos.
Ejemplos como el del Pepe o el de Luis, debe concienciarnos en la necesidad que tenemos de pasar mas tiempo con nuestros mayores, escucharlos mas, aprender de ellos, en definitiva devolverles lo que en cierto modo ellos nos han dado de una forma u otra, dándoles el apoyo institucional, pero sobre todo humano que se merecen, Nazaret con sus monjitas es buena muestra de esa labor humana y asistencial, de lo contrario estaremos creando un mundo materialista, gris y cada vez mas deshumanizado, pues no solo se trata de “francachelas” monumentales y de estrechar unas mil quinientas manos y de dar unos tres mil besos, uno por cada mejilla, pues aquí de lo que se trata es de dedicación diaria, de atención humana y sobre todo de evitar la soledad y con ello el tan doloroso olvido.
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