Lo que hoy vengo a contar es una historia real ocurrida en Ceuta. No trato de novelar los hechos, porque distorsionar la realidad despojaría la posibilidad de conocer una bonita historia de amor, valor, injusticia y fascismo. He tenido la suerte y el privilegio de conocer los hechos de viva voz de uno de los protagonistas que vive y me narró sus vivencias. El contexto histórico se desarrolla en una España amordazada por la dictadura del general Franco, apoyada por la Iglesia como punta de lanza de los valores morales y en una Institución paternalista, arcaica y gendarme de estos principios.
A finales de 1953, una pareja de la Guardia Civil sorprende en las cercanías del Mirador de Isabel II a un hombre y una mujer dándose un abrazo. Los guardias civiles proceden a identificar a los enamorados, dos jóvenes de veinticinco años, siendo preguntados si eran marido y mujer, manifestando ambos, al verse acosados a preguntas, que eran amigos, aunque con anterioridad fueron novios. Ella iba indocumentada, por lo que se le indicó que tenía que acompañar a los agentes al Puesto. Fue en ese momento cuando la mujer manifiesta que su esposo era guardia civil y que ella se había apartado del barrio para evitar rumores y saludar a su amigo. La mujer suplica que no comunicaran nada, pues solo se habían saludado dándose un abrazo y eso no contravenía la moralidad. A partir de ese instante comienza el calvario moralista.
Los guardias civiles confeccionan la correspondiente denuncia por actos atentatorios contra la moral. Al día siguiente, el esposo fue requerido por el jefe de la Comandancia para que manifestara si conocía que su señora se había visto con un antiguo novio. Él respondió que su esposa era fiel y ejemplar madre, aunque era ajeno a que se había visto con su antiguo novio.
Unos días después, ella se marcha de Ceuta, quedándose el guardia civil a cargo de los hijos y la suegra que vivía con ellos. La intención del matrimonio era que pasaran los días y se olvidara lo sucedido, porque la transcendencia que se dio a los hechos y la presión institucional a la que eran sometidos lo demandaba. Pasados los días fue requerido para que manifestara dónde se encontraba su esposa, porque había orden de expulsarla del acuartelamiento por dejar de reunir las condiciones indispensables de moralidad y buenas costumbres. Éste respondió que se había marchado a la península y que desconocía dónde se encontraba. Seguidamente la Guardia Civil procedió a confeccionar un atestado por un delito de abandono de familia.
Los días pasaban y el esposo fue emplazado oficialmente para que comenzara los trámites de separación “por la vida licenciosa de su esposa o sería expulsado del Cuerpo”. La pareja decide escenificar la posible separación y el guardia civil presenta denuncia en el juzgado. Ella regresa a Ceuta y pasa a residir en una vivienda del centro con sus hijos y su madre. La Guardia Civil se da por satisfecha al considerar que el honor estaba reparado al haber iniciado los trámites de separación. El agente, reconfortado, porque podía seguir manteniendo dignamente a su familia.
Los meses pasaban y el matrimonio creía haber amainado la voracidad moralista de los delfines de Franco, pero ante la sospecha de que el agente visitaba y pernoctaba en la vivienda de su esposa, se ordenó al Servicio de Información que vigilara si ambos se veían. Unos días después, se confirma la sospecha y se le da un ultimátum “o te separas o serás expulsado de la Institución”.
La pareja decide dejar de escenificar su separación y el guardia civil informa que ni iba a dejar a su esposa, ni consideraba que había cometido algo indigno; dicha comunicación provoca su expulsión del Cuerpo por la aplicación del artículo 496 del código de justicia militar por considerarlo “¡PERJUDICIAL PARA LA INSTITUCION!”.
Después de su expulsión se instalaron en Algeciras, tuvieron otros tres hijos y vivieron más de cincuenta años juntos hasta la muerte de la esposa. Fueron felices, porque apostaron por el amor, tuvieron el valor de plantar batalla a una sociedad inmoral, llena de fariseos, a un régimen fascista y a una Institución que trataba de controlar y extorsionar hasta los sentimientos de sus trabajadores. Plantaron batalla y ganaron. Ganó el amor a la represión franquista, católica-colaboracionista, a la doble moral y al código de justicia militar.
Represión, censura, terror, escarnio público y adoctrinamiento. A todo ello tuvo que enfrentarse este guardia civil, completamente enamorado de su esposa. Al otro lado, los represores y el sistema, los mismos que llenaban los prostíbulos de la época. La doble moral en la Institución es lo que sobraba en este periodo gris y oscuro de nuestra historia reciente.
Te lo dedico a ti que supiste amar y sabes amar. Que fuiste valiente ante tantos inconvenientes. Que no dudaste de tus sentimientos y porque el recuerdo es parte de ese patrimonio que nunca podrán sustraerte. Allí donde estés, siempre serás una persona especial.
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