Los suplicios de estos hombres comenzaron años atrás tras ser detenidos en Cuba y condenados al destierro en España, fueron repartidos por varios centros penitenciarios, pero en gran número en Ceuta. Las numerosas expediciones desembarcaban en Santander, y después también por vía marítima, hacia Cádiz. Una vez en el puerto gaditano, emprendían su camino hacia Algeciras andando y tras embarcar cruzaban hacia Ceuta en un modesto vaporcito. Uno de ellos dejó escrito: "El vapor era bastante pequeño y apenas cabíamos sobre cubierta, donde iban algunos oficiales y soldados de distintas armas, con velocidad de ocho millas por hora, aquel barquichuelo nos arrastraba a nuestro fatal destino, héroes ignorados de la libertad de un pueblo, sometidos a esclavitud perpetua por el infamante delito de reclamar derechos…".
En su gran mayoría ocupaban las galeras de la fortaleza del monte Hacho, también algunos en el Cuartel Principal (Las Heras), Las Balsas y en talleres. En la primera tanda venia el político Juan Gualberto Gómez, quien tras quedar en libertad, tres años después, desempeñó altos cargos en el gobierno de la Habana, llegando a ser Senador. La ciudad ocupaba a estos hombres en trabajos de instalación de baterías. En 1897, se estaban ejecutando y daban ya a su finalización las obras del Pintor y de Santa Clara. También en las obras de ampliación del cuartel del Rebellin, en la prolongación del muelle, o en las obras de defensa en punta de Benzú, y por consiguiente, en infinidad de canteras, talleres, hornos de cal, acarreo de agua, o en la sección de barreneros.
A las cinco de la mañana sonaba el cañonazo desde la batería de la Puntilla llamando a estos cubanos, que daba principio un nuevo día de trabajo. A toda prisa, sin tener tiempo apenas para lavarse la cara. Cuando había agua para ello, se arreglaba cada cual en su galera para estar listos a las cinco y media, hora del recuento matinal. Hiciera o no buen tiempo, al toque de corneta salían todos al patio, siendo contados en la puerta, donde estaba la comisión de recuento, terminado el cual volvían a entrar en las galeras por breves instantes. Posteriormente el desayuno, con algún pedazo de pan y una taza de te o café muy claro, con lo que se calentaba un tanto el débil estomago. De nuevo sonaba la corneta, llamando al trabajo, y de nuevo salían a los patios para ser distribuidos por secciones, desfilando seguidamente las distintas cuadrillas, cada cual en la dirección de su lugar de trabajo, formando silenciosas columnas, descendían del Hacho hacia la ciudad, y al llegar a la falda de la montaña cada sección se separaba. A las once de la mañana, se daba el descanso del mediodía para tomar el rancho del almuerzo y a la una se emprendía la sesión de la tarde en la misma forma, hasta las cinco, que volvían para el Hacho, cuya cuesta entre los ceutíes, recibió el nombre de "El calvario de los cubanos".
El cubano De la Concepción, explica su pasado por las céntricas calles de Ceuta, para ir a trabajar: "En los establecimientos comerciales entraban y salían mujeres y hombres cargados con sus paquetes de mercancías y damas elegantemente vestidas y seguían diferentes direcciones, preservándose del sol con sombrillas de vistosos colores. El elegante carruaje de un medico, quien iba dentro más estirado que un senador romano, pasó por nuestro lado, dejándonos impresa en la mente aquella manifestación real de la vida civilizada y en la garganta la amargura de aquel terrible momento de nuestra miserable existencia. Con el único consuelo de que todos nuestros sufrimientos eran por Cuba".
Se cuentan en las crónicas un suceso digno de destacar. Entre los deportados se encontraba el prestigioso oculista cubano doctor Montalvo, una mañana recibió en el Hacho la visita de un militar de alta graduación, le comentó que tenía a su hija enferma de la vista, que había nacido con problemas en la visión, y habiendo tenido noticia de su prestigio como oculista le requería sus servicios. El doctor Montalvo, no lo dudó, trasladándose al hospital Central (actual plaza de los Reyes) donde la intervino. Una difícil operación seguida de un cuidadoso tratamiento, hizo brillar la luz en aquellos ojos que habían nacido apagado. El doctor Montalvo, continuó durante varios meses un tratamiento a la pequeña, teniendo la suerte de vivir en la ciudad sin tener que estar en prisión. Consiguió numerosas mejoras para sus compañeros cubanos que también fueron atendidos en el hospital. Su desinterés hizo que operara a otros compañeros de prisión que necesitaban de sus servicios.
El presidente de la República de Cuba (1921-25) estuvo deportado en Ceuta
Alfredo Zayas y Alfonso, político y escritor cubano, Presidente de la República entre 1921 a 1925. En el año 1882 se licenció en Derecho por la Universidad de La Habana. Se afilió al partido autonomista, para pasar posteriormente a ser militante del partido revolucionario. Este hecho motivó que fuese perseguido y encarcelado y con posterioridad desterrado a Ceuta en 1897. Donde escribió alrededor de 100 poemas, entre ellos "Al Caer la Nieve". Fue publicado posteriormente en forma de libro y se enseña en las escuelas de Cuba. Miembro destacado en la lucha por la independencia, regresó a la isla en 1898, momento en el que volvió a la vida política. Así, fue sucesivamente juez municipal en la localidad de Puentes Grandes; concejal del Ayuntamiento de La Habana; subsecretario de Justicia; delegado y secretario de la Convención constituyente por la provincia de La Habana; senador, también por la provincia de La Habana; y, por último, vicepresidente del Senado. Accedió a la vicepresidencia de la República entre los años 1909 y 1913. En el año 1920, como candidato del Partido Popular, ganó las elecciones, lo que le llevó a ocupar la presidencia de la República apoyado por los conservadores. Zayas fue candidato en 1925 no para un segundo mandato, pero se retiró de la vida política, para dedicarse principalmente a la literatura y la escritura de libros. También fue presidente hasta su muerte de la "Academia de la Historia". Murió a los 72 años de edad. Fue enterrado en La Habana en el cementerio Cristóbal Colón, su mausoleo es conocido por sus magníficas vidrieras y una copia de tamaño natural de la Piedad de Miguel Ángel.
Vivencias reflejadas en un DIARIO
Alos que nos gusta rebuscar en las librerías de raros y antiguos de vez en cuando tenemos la fortuna de encontrar alguna que otra joya de la historia local. Y eso fue lo que nos pasó en Sevilla que tras rebuscar entre volúmenes llenos de humedad y polvo la suerte nos puso frente con un conmovedor diario, escrito por el cubano Pablo de la Concepción, en la prisión del Hacho, entre 1895 y 1898. En el preámbulo define lo que desea que signifique sus escritos: "El verdadero objeto de este diario no es otro que dar a conocer al pueblo cubano los sufrimientos experimentados por los prisioneros de guerra y deportados por medida gubernativa, que el Gobierno de España nos recluyó en Ceuta durante la Guerra de Independencia. Muy lejos de nuestro ánimo está la idea de despertar odios entre cubanos y los que combatieron y odiaron su libertad por cuya razón, suplicamos al que nos honre leyendo este diario, que juzgue los tristes sucesos que en él se relatan, como la consecuencia natural de la tempestad de pasiones que la guerra desató sobre la Isla…"
En las primeras hojas el autor del diario narra su lucha por la Independencia, el lo tituló "De la Manigua a la cárcel", es una sencilla narración donde con la mano firme describe el acto de ser hecho prisionero, y lo ocurrido en los accidentes que precedieron a la infortunada acción de guerra. Continúa con su conducción como prisionero al pueblo cubano de Alquízar, el panorama sombrío que se observa en dicha población está bien trazado, es una verdadera fotografía de la reconcentración de campesinos en los poblados, era la marcha a la más horrible miseria y a la muerte.
También describe en este diario su permanencia en la fortaleza del Morro, ya en la Habana, narrándonos los largos días en la prisión, en sus oscuros calabozos, donde vio a muchos compañeros suyos ser fusilados. Él tras un consejo de Guerra fue condenado a ser deportado a Ceuta, tal vez, contó a su favor, para no ser fusilado, que tan solo contaba con 17 años.
Continúa, su escritura explicando su embarque en el lanchón junto a treinta compañeros más que fueron arrojados como fardos. Emociona su descripción y da una idea de las vejaciones que sufrieron. Para aquellas autoridades españolas en Cuba, estos hombres habían cometido el "horrendo" delito de querer tener una patria y no resignarse a seguir siendo esclavo. En el fondo de las bodegas de los trasatlánticos, aprisionados en las barras, eran llevados los reos políticos. Al llegar a España se les introducía en los calabozos antihigiénicos de las cárceles por donde debía pasar para ser luego traídos a Ceuta. En esos calabozos se les confundía con los criminales comunes que sintiéndose también españoles injuriaban a los cubanos, que tenían que contribuir al pago de su subsistencia y del falucho que imponían los matones que presidían las galeras.
Desgrana en sus páginas una descripción de Ceuta, trazado con mano maestra, con claridad meridiana y estilo ameno. Es un verdadero panorama que da a conocer la Ciudad, tan temida de nombrar en la Habana, entre quienes ya visitaron el presidio del Hacho y volvieron a Cuba para contarlo. También describe el interior de las celdas del Hacho, su organización administrativa, militar y ejecutiva. No poniendo en muy buen lugar al jefe de la prisión Remigio Alegret y al maltrato de los "cabos de vara" y sus auxiliares. Y por último se describe el momento de la libertad, el abandono de la fortaleza del Hacho y su regreso a la Cuba, ya libre. Como apéndice tiene tres interesantes relaciones históricas nominativas de deportados.