Nuestro sueño es convertir a Ceuta en un foco de pensamiento, un claustro de meditación, un centro de erudición, un hogar creador de arte, un centro de idealismo moral y, por encima de todo, el lugar de la renovación de la vida.
Decía Geddes que la definición de la cultura “como lo mejor que ha sido conocido y realizado en el mundo” solo es verdad a medias, “la parte de verdad que se lamenta o medita entre tumbas; el significado más elevado de la cultura está también más cerca de un sentido primitivo, que descubre en el pasado no sólo fruto sino también semilla y prepara así una primavera próxima, la cosecha futura. La historia no concluye con los “periodos” de nuestros historiadores; el mundo siempre está comenzando de nuevo y con él cada comunidad; cada población y cada barrio”. Entonces, ¿por qué no podríamos también hacer de Ceuta un claustro productivo de pensamiento, cultura y arte? ¿Cómo podríamos despertar el genio dormido de Ceuta? He aquí el problema de la utopía. Sólo podremos lograr este anhelo desde una indisoluble unión cívica. Una unión de nuestros sentimientos y empeños diversos mediante una ciudadanía más activa. Tenemos que ser capaces de aspirar a ideales de ciudadanía más parecidos a los de Atenas en lo relativo a esfuerzos culturales y alcanzar un vida más asociada, pero al mismo tiempo más individual.
Poseemos la tradición de una intensa vida espiritual y religiosa, y algo menos de actividades políticas, culturales y artísticas. Contando con esta tradición y el esfuerzo colectivo de todos los ceutíes podemos iniciar un nuevo tiempo para Ceuta despertando el genius loci de la ciudad. Nuestro espíritu, nuestra alma, es el motor que puede dar vida a Ceuta y ayudarla a salir victoriosa ante todos los retos a los que se enfrenta hoy en día. Nuestra ciudad no es otra cosa que la expresión del alma y del estado de ánimo de sus gentes. Si elevamos este ánimo y nos elevamos nosotros mismos hacia niveles superiores de entendimiento y espiritualidad, Ceuta desempeñará un papel relevante en la gran epopeya de la humanidad, como ya lo hicimos en el pasado.
No nos faltan personas formadas y preparadas en Ceuta. Lo que nos falta es sentido de comunidad y el sentido de deber cívico en la ciudadanía. Tampoco carecemos de espacios y equipamientos para que Ceuta aspire a ser, como hemos dicho, un claustro productivo de pensamiento, cultura y arte. Contamos con un amplio complejo cultural en la Manzana del Revellín, una deslumbrante y recién estrenada Biblioteca del Estado y un flamante Campus Universitario.
La reconstrucción del antiguo cuartel del Teniente Ruiz, casi la única reliquia que subsiste de los grandes cuarteles que tuvo Ceuta, no es un simple acto de piedad arqueológica y todavía menos de simple “restauración”, sino un acto de renovación; es el símbolo deliberado, la iniciativa renovada, utópica y local, cívica y académica simultáneamente. Es ante todo un vínculo renovado con el pasado y sus asociaciones; es asimismo de usos diarios, tanto públicos como universitarios; y de éstos sobre todo, en tanto que preparan el futuro, no dignificado simplemente el presente y conmemorando el pasado. He aquí, pues, un nuevo vínculo entre la Ceuta del pasado y la Ceuta posible; un centro al mismo tiempo estudioso y práctico que conjuga pensamiento y acción, retrospectiva cívica y futuro cívico.
Algo parecido podríamos decir de la Biblioteca ‘Adolfo Suarez’ que guarda en su planta baja el testimonio de una parte significativo del pasado de Ceuta. Pero no falta algo muy importante. Un museo: la casa de las Musas. Carecemos en nuestra ciudad de un museo que no sólo exponga de manera ordenada y didáctica el espíritu de Ceuta y nuestro pasado, sino que también dedique un espacio al presente. Un lugar que, como proponía Patrick Geddes en su obra Ciudades en Evolución, muestre de la ciudad “sus bellezas y su fealdad actuales” y donde “cualquier ciudadano activo encuentre en adelante en este museo el lugar más conveniente para obtener rápidamente todo lo que quiera saber sobre su ciudad”. Geddes iba aún más allá y alentaba a los conservadores de los museos británicos a habilitar en sus instalaciones una sala para una exhibición del futuro de su ciudad. Una sala dedicada a aquellos que “sueñan con el futuro”. Un grupo de personas que, en opinión de Geddes, “desean ver más progreso en la ciudad, algunas mejoras concretas, la limpieza de sus barrios deprimidos, la construcción de nuevos edificios e instituciones, la provisión de espacios libres y, por encima de todo, la planificación de sus prolongaciones futuras –su utopía practicable–, una eutopía en realidad”.
Este museo cívico que hemos propuesto en nuestras alegaciones al PGOU que se instale en el edificio del Complejo de la Manzana del Revellín tendría como objetivo dar una imagen, siempre en proceso de actualización y revisión, de nuestro pasado; exponer las claves de nuestro presente, tanto de sus aspectos positivos como negativos; y por último, mostrar los distintos planes que, como el futuro Plan General de Ordenación Urbana, darán forma a la Ceuta del futuro. Contemplamos este museo como la sede permanente de un centro de análisis cívico para examinar la situación de Ceuta en el pasado y en el presente, y preparar colectivamente el proyecto de planificación que decidirá nuestro futuro. Gracias a este museo y centro de análisis cívico daremos comienzo a un nuevo movimiento destinado a alentar el sentimiento cívico y favorecer el despertar de una ciudadanía más ilustrada y generosa.
La idea de nuestro Museo más allá de lo que, de manera convencional, entendemos que es un museo. Queremos que sea un Templo de la Vida y su continua renovación. Un museo que, como su nombre indica, sea la residencia de las Musas. Un templo como la unión entre Ciencia y Religión. Queremos que este museo, inspirado en los diseñados por Patrick Geddes, sea un espacio para el análisis y difusión de la naturaleza, la historia y las gentes de Ceuta; para el reforzamiento de la identidad local; para el pensamiento y la acción cívica; para la espiritualidad, la filosofía y el arte; para la formulación y realización de nuevos ideales; para la síntesis científica; para la educación, el autoconocimiento y el autodesarrollo; y, en definitiva, para la eterna renovación de la vida de la que podemos ser testigos en Ceuta.
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