Opinión

Cuadernos de naturaleza

El pasado miércoles presentamos en la Biblioteca Pública de Ceuta el libro “Cuadernos de naturaleza” que hemos dedicado a la memoria de nuestra querida y añorada Pakiki Serráis Benavente. Esta obra recoge relatos de naturaleza escritos en Ceuta, Marruecos y Canarias. La organización temática de los escritos y la edición general del libro ha corrido a cargo de Silvia Nogueras Vega. No ha sido fácil darle coherencia argumental a más de setenta relatos que ocupan más de trescientas páginas. No obstante, Silvia ha logrado que resulte atractivo adentrarse por un itinerario literario que comienza al amanecer y finalizar al ocaso después de visitar montañas, valles, bosques o paredes submarinas, entre otros escenarios. Para hacerlo todavía más atrayente, el libro comienza con el prólogo del gran naturalista canario Juan José Bacallado Aránega al que le sigue un emotivo y bello prefacio de la prestigiosa poetisa ceutí María Jesús Fuentes. Mención aparte merece la presentación de Fernando Rodríguez Correal, Presidente de la Fundación Museo del Mar. A Fernando y a la mencionada institución le debemos la financiación de la publicación del libro maquetado por nuestro amigo Diego Sastre e impreso por Papel de Aguas S.L. Aprovechamos la ocasión para agradecer el trabajo de Luis de Papel de Aguas por su paciencia y profesionalidad.


El aspecto exterior del libro resulta cautivador gracias al diseño de la portada del profesor de la Escuela de Arte de Ceuta, Miguel Illescas Alfonsea. Miguel ha logrado combinar la imagen de los autores escribiendo apoyados sobre el tronco de dos centenarios alcornoques con los colores propios del otoño. Las hojas caídas de los árboles que protagonizan la portada del libro son una sugerente metáfora de las hojas del propio libro, cuya lectura buscan abonar el mundo interior de los lectores que se acerquen a esta obra. Como escribió Carl Gustav Jung, “la naturaleza es el sustrato nutritivo del alma”. En sus prolongadas estancias en la torre de Bollingen, Jung se sentía “proyectado en el paisaje y en el interior de las cosas […] viviendo en cada árbol, en la salpicadura de las olas, en las nubes y los animales que vienen y van, en el paso de las estaciones”. Por desgracia, nuestra sociedad nos aparta del contacto frecuente con la naturaleza. Como consecuencia, Jeremy Naydler concluye “que el alma ya no se nutre como antes, y nuestra creciente dependencia de la tecnología, especialmente de la tecnología informática, es uno de los motivos”.

Niños, jóvenes y adultos pasamos demasiadas horas fijando la vista y la atención en una pantalla que emite imágenes diseñadas para hechizarnos y secuestrar nuestra atención. No es nada fácil romper este encantamiento y elevar la mirada para captar toda la belleza que pasa desapercibida en el día a día. Nosotros lo llevamos haciendo toda la vida, pero no ha sido hasta ahora cuando hemos dado el paso de publicar los relatos que dan cuenta escrita de nuestras respectivas percepciones, emociones y pensamientos. Una vez alcanzada la cumbre de nuestra madurez personal, hemos experimentado un despertar de los sentidos similares al de otros escritores de la naturaleza que nos han precedido, como Henry David Thoreau. El considerado uno de los padres de la denominada “nature writing” (escritura de la naturaleza o liternatura) expresó que en la medianía de su existencia experimentó una transformación interior que plasmó en los siguientes versos:

“Ahora escucho, cuando antes sólo tenía oídos,

Ahora veo, cuando antes sólo tenía ojos,

Ahora vivo cada instante, cuando antes sólo vivía años,

Y distingo la verdad, yo, que antes sólo era sensible al saber”.


Vivir en el aquí y en el ahora nos sitúa, como siempre han insistido los grandes sabios, en el eterno presente. Solo fijando la atención en lo eterno se abren las puertas de la percepción y accedemos al mundo intermedio o imaginal. Esto nos sucedió a nosotros hace aproximadamente una década y entonces nos dimos cuenta de que Ceuta era una puerta a la eternidad. Tiempo después, leyendo los diarios de Henry David Thoreau, nos quedamos boquiabiertos cuando al referirse a Concord, su ciudad natal y marco de sus escritos de naturaleza, decía que “esta ciudad, también, situada bajo el cielo, es una puerta de entrada y salida para las almas a y desde el cielo”. Da la impresión de que esta puerta se ha abierto sobre distintos puntos concretos de la tierra para que desciendan determinadas almas llamadas a restaurar el alma del mundo. Sucedió en Jena (Alemania) en las últimas décadas del siglo XVIII, cuando coincidieron en esta pequeña localidad “más poetas, escritores, filósofos y pensadores famosos, en proporción a sus habitantes, que en ninguna otra ciudad antes o después” (Andrea Wulf, Magníficos rebeldes, Taurus, 2022).

La puerta se volvió a abrir a mediados del siglo XIX en Concord (Massachusetts) conformando el grupo de trascendentalistas, cuyas figuras más destacadas fueron Ralph Waldo Emerson y el mencionado Henry David Thoreau, además de Alcott, Hawthorne, Margaret Fuller o Walt Whitman. Resulta asombroso que en una localidad de apenas dos mil habitantes coincidieran al mismo tiempo un grupo de individuos poéticos, soñadores y con elevadas ambiciones espirituales. Da la impresión de que el turno le ha tocado a Ceuta donde hemos coincido varios ceutíes con vocación trascendentalista quienes, mediante la escritura, tratamos de comunicar el sentido de pertenencia a este lugar y desvelar el espíritu de Ceuta. Nos interesa igualmente intentar reconstruir mediante el conocimiento científico y la imaginación la representación de la naturaleza primigenia de Ceuta y sacar de la invisibilidad la historia de nuestros antepasados.


Hasta ahora, las personas que nos hemos implicado en la defensa activa del patrimonio natural y cultural hemos basado nuestros llamamientos a la movilización ciudadana en argumentos científicos sin mucho éxito. Por este motivo, somos muchos quienes siguiendo nuestra propia evolución personal hemos llegado a la ecología profunda y al trascendentalismo. El pensamiento debe conjugarse con las emociones más elevadas de la religión y el misticismo y ambos dirigirse hacia la ética. En palabras de Robert MacFarlane, “si bien escribir de la naturaleza a menudo comienza con lo estético, siempre ha de tender a lo ético”.

Lo que pretendemos con este libro es ensanchar la mirada de los lectores, despertar sus aletargados sentidos, emocionarlos y reivindicar el carácter sagrado, mágico y mítico de la naturaleza de Ceuta y su entorno. También queremos llamar la atención sobre la urgente necesidad de emprender, entre todos, un ambicioso proyecto sinergético de restauración de nuestro maltratado patrimonio natural y cultural. Para ello resulta imprescindible restaurar el alma del mundo. La tierra es un organismo vivo y no materia muerta e inanimada. Nuestra lucha, como dejó dicho Henry Corbin, es la lucha por el alma del mundo.

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