Los antiguos Tercios españoles se pasearon victoriosos por toda Europa en el Medievo. En todas partes se les temía y siempre tuvieron ser de bravos y valientes como ellos solos. Pero hubo una excepción en la que, por no contar con un mando bien centrado y buen estratega, los españoles sufrieron una dura derrota. Y el caso es que se trataba de un general que, hasta entonces, había dado pruebas inequívocas de relevante bravura; pero, en un momento de pánico en el combate, lo echó todo a perder y nuestro Ejército sufrió, quizá, el peor de sus descalabros. Me refiero concretamente al general Manuel Fernández Silvestre.
Sucedió en mayo de 1922, que fue cuando tuvo lugar, la desordenada retirada de Annual, En el terreno de operaciones de Melilla había dos convoyes, uno para retirar los mulos con la impedimenta, y otro para el grueso de la tropa, heridos y armamento pesado. Pero para entonces las alturas del norte, que dominaban los caminos de huida, ya habían sido tomadas por los rifeños de Abd-el-Krim. La gran mayoría de los policías indígenas que las defendían se pasaron a los sublevados matando a sus oficiales españoles. De modo que, cuando las tropas españolas abandonaron el campamento, comenzaron a recibir disparos.
En ese momento comenzó el caos: los dos convoyes de evacuación se mezclaron sin ningún tipo de orden de hombres, mulos y material. En medio de la confusión, los oficiales españoles perdieron el control de la situación. No hubo un mando único y caracterizado que asumiera, con seriedad y rigor, la coordinación de una retirada ordenada que, sin nadie que la cubriera, cada uno trató de ponerse a cubierto de las balas corriendo hacia delante. Los carros, el material y los heridos fueron abandonados; muchos oficiales escaparon, ajenos a su deber, y aquella retirada pronto se convirtió en una desbandada general bajo el fuego de los rifeños; cuyo resultado final fue la muerte de unos 13.000 soldados españoles, aunque hay fuentes que elevan la cifra a 20.000. Quizá fuera aquélla la más cruel derrota sufrida por el Ejército español, pese a que a lo largo de la historia sus soldados tanto valor acreditaron, paseándose victoriosos por medio mundo.
Y es que, en Annual, sólo algunos oficiales y unidades mantuvieron la calma y lograron ponerse a salvo con un número de bajas relativamente pequeño, porque la inmensa mayoría de oficiales y soldados españoles salieron a la carrera y en completo desorden. El desastre pudo haber sido todavía mayor si los Regulares al mando del comandante Llamas no hubiesen resistido en las alturas del sur. Ello dio tiempo a los huidos para pasar por el angosto paso de Izumar, evitando así una muerte segura a manos de los rifeños. Los Regulares se replegaron por oleadas, retrocediendo monte a través en paralelo a la carretera, sin mezclarse con la riada de soldados en fuga.
"Uno de los detalles más sorprendentes y en cierta forma contradictorios es que la planeó solo dos años después de regresar de España, donde se había pasado nueve años estudiando y perfectamente integrado en la sociedad española"
El general Silvestre que, hasta entonces, había acreditado eficiencia y profesionalidad, estaba en el campamento cuando comenzó el desastre; luego, murió en circunstancias no esclarecidas, y sus restos nunca fueron encontrados; pues, mientras que una versión refiere que, al ver el desastre, fue a su tienda de campaña y se voló la cabeza disparándose un tiro, otra versión distinta aseveró que fue abatido a tiros por los rifeños junto con el coronel Manella y varios oficiales que trataban de defenderse. Una última versión cuenta que sus impropias últimas palabras dirigidas a sus hombres en estampida, fueron: «¡Huid, huid, que viene el coco...!». Un mensajero marroquí proveniente de Kaddur Nadar aseguró haber visto el cadáver de Silvestre, tirado sobre el suelo boca abajo, ocho días después de la batalla en la planicie de Annual, aún reconocible por su banda de comandante general y las divisas de su uniforme.
Las pocas fuerzas que pudieron salir vivas, bajo el mando del general Navarro, segundo jefe de la Comandancia de Melilla, retrocedieron hasta Dar Drius, posición bien fortificada y con agua disponible. Sin voluntad de resistencia, creyendo que todo estaba perdido, se replegaron hacia Batel y Tistuin. En la marcha, al llegar al río Igan, se produjo una nueva huida de oficiales, seguida de la estampida de sus tropas. En medio de aquella desbandada, el Regimiento de «Cazadores de Alcántara», 14 de Caballería, mandado por el bravo teniente coronel Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, hermano del futuro dictador, que trató de proteger la retirada enfrentándose a las oleadas de indígenas, primero, con sus ametralladoras y después con sucesivas cargas de la caballería.
Su sacrificio fue enorme, pues de los 691 jinetes que lo componían, cuatrocientos setenta y uno murieron, lo que supuso un 70 % de bajas. Pero gracias a su acción muchos soldados que huían tuvieron tiempo de ponerse a salvo, aunque más tarde la mayor parte resultaron muertos tras la rendición de Monte Arruit. El teniente coronel Primo de Rivera recibió a título individual la Cruz Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar española, y en 2012 el Consejo de Ministros concedió la Laureada Colectiva al Regimiento, siendo entregada por el actual rey emérito, don Juan Carlos I, el 1 de octubre de 2012.
"Aquí, los tres mil diecisiete hombres de Navarro intentarían recomponerse, pero pronto Monte Arruit fue también cercado, y cortados sus suministros"
Finalmente, tras seis días de agotadora marcha, se divisó Monte Arruit. Una gran desbandada se produjo para alcanzar el campamento, la batería artillera del capitán Blanco estaba a punto de ser capturada por los rifeños, pero surgió el capitán Arenas dispuesto a defenderla con su vida. Félix Arenas había estado a cargo de la retaguardia (solicitada voluntariamente) durante toda la retirada; tras ver el valor de este oficial, los rifeños detuvieron su acometida durante unos segundos hasta que uno de ellos se acercó y le disparó a bocajarro, los dos tenientes de infantería que vieron el valor de Arenas alcanzaron el campamento de Monte Arruit y solicitaron a gritos la Laureda para éste. La posición era más difícil de defender, pero más fácil de socorrer que Dar-Drius. Aquí, los tres mil diecisiete hombres de Navarro intentarían recomponerse, pero pronto Monte Arruit fue también cercado, y cortados sus suministros. La Cruz Laureada de San Fernando se le concedió a título póstumo al capitán de Ingenieros D. Félix Arenas Gaspar en 1924.
Navarro desistió de intentar una huida desesperada hacia Melilla, negándose a abandonar a sus heridos. Al agotamiento físico había que sumar la desmoralización de la tropa, en algunos momentos al borde de la insurrección, y la carencia de agua (solo tenían los bloques de hielo que dos aviones dejaban caer sobre la posición). El 31 de julio una granada destrozó el brazo de Fernando Primo de Rivera, que fue operado sin anestesia, y murió el 6 de agosto por causa de la gangrena. Vistas las condiciones, el general Berenguer, alto comisario de España en el protectorado, autorizó la rendición formal el 9 de agosto, a pesar de que ese día llegó de la Península un refuerzo de veinticinco mil soldados.
Se pactó con los rifeños la entrega de las armas a cambio de respetar la vida de los soldados. Una vez aceptadas las condiciones por los hombres de Abd el-Krim (hermano mayor), los españoles salieron de la posición y amontonaron sus armas. Los heridos y enfermos comenzaron a alinearse en la puerta del fuerte, preparándose para la evacuación. Pero cuando se dio la orden de partir, los rifeños atacaron a los indefensos españoles, degollando a casi todos. Sobrevivieron 60 hombres de los tres mil que se refugiaron allí, y salvó la vida el general Navarro de casualidad. Meses después los cadáveres fueron recogidos insepultos, siendo recogidos y enterrados en los cementerios de Monte Arruit, Zeluán y Melilla por el ejército español con la colaboración de los Hermanos de La Salle, quienes, además, instalaron en su colegio (situado en el cerro de Santiago) un hospital que permitió a Cruz Roja curar y atender a los soldados heridos.
Pero es muy poco conocido que Mhamed, hermano menor de los rifeños Abs-el-Krim, fue quien planeó la matanza más importante sufrida por nuestro Ejército, poco después de regresar de Madrid y Málaga, donde había estado cursando sus estudios y disfrutando de pasar los mejores años de su vida en ambas ciudades españolas.
"Muchos de los cadáveres de sus compañeros fueron descuartizados con saña por las hordas indígenas de los Abd-el-Krim y olvidados sobre el terreno para siempre"
Un telegrama del Rif, recibido el 7 de junio de aquel año, comentaba: «El capitán Huelva fue de los primeros en ser alcanzado por una bala rebelde. Sereno y animoso, a pesar de encontrarse herido, se mantuvo en el parapeto, del que solo se separó muy brevemente para aprovisionar de municiones a sus hombres, hasta que le mató una nueva bala. Casi al mismo tiempo, cuatro proyectiles enemigos hacían blanco en el jefe de la posición, el capitán Salafranca, quien no cesaba de animar a sus fuerzas a pesar de su gravísimo estado».
Muchos de los cadáveres de sus compañeros fueron descuartizados con saña por las hordas indígenas de los Abd-el-Krim y olvidados sobre el terreno para siempre. Tan crítica y desesperada fue la situación que se vivió después de que las tropas del general Silvestre fueran desarboladas, que algunos soldados españoles se mataron entre sí para hacerse con un transporte en el que huir. La mayoría cayó igualmente.
De aquella tragedia hay mucha información. El escritor Ramón J. Sender que recordó posteriormente a las mujeres indígenas que seguían a la retaguardia mora torturando y rematando a los españoles heridos. A muchos les arrancaron las muelas mientras estaban vivos para hacerse con el oro de las fundas y los empastes. A otros, incluso, los abrieron en canal a golpe de gumía. La barbarie era su seña de identidad.
Otro superviviente español consiguió escapar tras fingir su muerte, aunque después de que le cortaran un dedo. «Los moros degollaban sin piedad a nuestros soldados con salvaje ferocidad», comentaba sobre las tropas de los Abd el-Krim que no solo trataba de ganar la guerra, sino aplastar, humillar y aterrorizar a nuestro Ejército para dejar constancia del odio que sentía hacia España. Ambos hermanos rifeños, líderes de la resistencia contra España y Francia durante la guerra del Rif, han pasado a la historia como los principales responsables de aquella horrenda matanza.
Cada día, los periódicos de España publicaban sus pasos en aquellos años y, por supuesto, durante los días en los que se produjo la carnicería entre el 21 de julio y 9-08-1921. Fue tal la publicidad que recibió, que es prácticamente imposible encontrar noticias en las que aparezca su hermano menor Mhamed Abd el-Krim, pese a que debe ser considerado como el verdadero cerebro del desastre de Annual.
Uno de los detalles más sorprendentes y en cierta forma contradictorios es que la planeó solo dos años después de regresar de España, donde se había pasado nueve años estudiando y perfectamente integrado en la sociedad española. Aparentando su amistad con España, cuando en realidad estaba repleto de odio contra ella y los españoles. Este periplo comenzó cuando, el 28-12-1910, le envió una carta al director de la Escuela de Magisterio de Málaga, «suplicándole» que fuera admitido tras el pertinente examen. Tenía solo 15 años, pero la plaza le fue concedida y se mudó, inmediatamente, a la ciudad andaluza para vivir una de las etapas más felices de su vida, según explicó él mismo.
Tan es así que, cuando acabó sus estudios con excelentes notas, decidió cursar Ingeniería de Minas, esta vez en Madrid, hasta 1919, tan solo dos años antes de que decidiera masacrar a los que en ese momento eran sus vecinos, conciudadanos, compañeros y profesores. Fue entonces cuando se convirtió en un destacado militar de El Rif y organizó, junto a su hermano mayor, la resistencia contra las tropas coloniales españolas y francesas, a quienes les infligió importantes derrotas en los primeros meses después de regresar a casa.
El hecho de que el nombre de ambos hermanos fuese muy parecido –Mhamed y Muhammad– provocó una profunda confusión sobre su identidad durante años. En muchas ocasiones se llegó a creer, incluso, que eran la misma persona, pero no era así. El primero fue el gran estratega militar de las fuerzas rifeñas, mientras que el segundo pasó a la historia como el líder absoluto del movimiento emancipador. Los dos, eso sí, hablaban bien el español, pues su padre se había esforzado mucho en que recibieran la mejor educación antiespañola.
Cuando llegó la definitiva ruptura de los Abd el Krim con España y el ataque sobre las posiciones de Abarrán, Igueriben y Annual, Mhamed conocía ya a la perfección el sistema defensivo español y todas sus debilidades. Fue a partir de ese momento cuando aparece citado en diferentes artículos de ABC como «el hermano de...» y, por lo general, en pequeñas notas. En 1921, dos fotógrafos de este diario consiguieron publicar un retrato suyo tomado en Axdir, junto al del coronel Silverio Araujo, que en ese momento era su prisionero. «Hermano del presidente de la República del Rif, ministro de la Guerra y jefe de las fuerzas que luchaban por la independencia» (podía leerse en el pie de foto).
Ese mismo año, este diario contaba que Mhamed se encuentra «prisionero de los cabileños de Gomara, a quienes se sigue suponiendo inclinados a entregarlo a las autoridades españolas». En 1923, sin embargo, se le sitúa en Francia. En 1925, al frente del Ejército rifeño en diferentes puntos de Marruecos. Pero no fue derrotado definitivamente hasta mayo de 1926, cuando él y toda su familia se rindieron a los franceses y vivieron en la isla de Reunión durante dos décadas. De ahí se trasladaron a Port Said y, después, a El Cairo, acogidos por el Gobierno egipcio. El Abd el-Krim famoso, falleció en 1963. Mhamed, por su parte, regresó un año después a Rabat, en el Marruecos independiente. Allí le sobrevino la muerte de un ataque al corazón, justo cuando planificaba volver al Rif.
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Cuando se cumplió 100 años de la matanza el gobierno de España pasó de puntilla la comeracion de esta ingdominia que cometieron los marroquíes y ese gobierno cobarde dejó tirado nuevamente en el olvido a los eres de españa.Como ahora ha dejado tabandonado al pueblo del Sáhara entregándolo a Marruecos.Por desgracia los héroes de España no tienen políticos que los acompañen siempre caminan solos.