Opinión

Cruceros hoy como ayer, la misma cuestión

Ochenta años contemplan esta instantánea de Bartolomé Ros. La arribada a nuestro puerto de uno de aquellos mayestáticos trasatlánticos de orondas siluetas, blancos como el armiño y suntuosos como palacios que recalaban en la Puntilla. Un tráfico que convertía a la ciudad en una escala habitual de las principales rutas internacionales del turismo de cruceros.

A lo largo de la primera mitad del pasado siglo, la llegada de un trasatlántico constituía todo un acontecimiento para la población. Los ceutíes se detenían para observar con indisimulada curiosidad a aquellas personas venidas de lejos. Gentes elegantes según la interpretación de la moda de París, de refinada educación y sin faltarles el detalle del impecable sombrero o el monóculo. Trajes planchados, vestidos de buena factura, cabezas impecablemente acicaladas, pianísimas conversaciones y la sonrisa a flor de labios como inmediata respuesta a cualquier gentileza indígena.

Hombres y mujeres que ponían en nuestras calles la común pincelada de un turismo circunspecto y consciente de su papel distinguido. Una presencia, en fin, que dejaba a la vista la cultura, el nivel de vida, la libertad y la civilización del país de origen, prototipos de un modelo con el que todavía estábamos lejos de igualarnos.

El ‘Roma’ fue el primero de aquellos legendarios trasatlánticos de época que fijaron a Ceuta en su periplo de placer por los mares. Con el transcurso del tiempo, la estampa de los trasatlánticos en el muelle de Poniente se fue haciendo familiar. Buques de las más diversas nacionalidades y banderas como el ‘Chusán’ o el ‘Arcadia’, con sus 20.000 toneladas y unos mil pasajeros cada uno; los ‘Silvania’, ‘Davonia’, ‘Stella Polaris’, ‘Independence’, ‘Nevasa’, ‘Himalaya’, ‘Constitutión’, ‘Pacific’, ‘Princess’, ‘Orange’, ‘Taras Shevshenho, ‘Iván Franco’, ‘Uganda’, ‘Iberia’, ‘Grissphon’…

Con los años, aquel tipo de escalas entró en decadencia hasta desaparecer por completo. Y aquí es de justicia  poner en valor la iniciativa y la labor de José Torrado, actual presidente de la Autoridad Portuaria, cuando, a finales de la década de los noventa, se propuso recuperar estos tráficos acudiendo a las principales ferias y centros de negocios del sector, para tratar de devolver a la ciudad estas escalas que creíamos haber perdido definitivamente.

De ahí que se haya convertido en algo habitual en ese emblemático muelle de España, especialmente remozado y acondicionado para acoger a estos cruceros, la presencia de monumentales buques como el ‘Oosterdam’, el mayor que ha entrado en nuestro puerto, el ‘Rotterdam’, los Ocean Princess’, ‘Thomson Sprit’, ‘Arcadia’, el ‘Weesterdam’…

Según Puertos del Estado, 17 de estos cruceros con 19.250 pasajeros recalaron el pasado año en Ceuta, los mismos que se prevén para este año. Con la presencia en Seatrade Cruise, la mayor feria del sector del mundo, el ente portuario pretende superar en 2018 la cifra anterior, algo que entraría dentro de lo posible si tenemos en cuenta que ya en 2008 se llegó a los 25.

Mas, lamentablemente, hoy como ayer, esta corriente turística poco, por no decir nada, viene a revertir en la actividad económica de la ciudad. Si observan la imagen verán como ya hace ochenta años, los autocares, en este caso aquellas ‘Valencianas’ que aparecen junto al buque, se muestran listas para llevar a  Marruecos a una buena parte de los cruceristas. Exactamente igual  como sucede actualmente.

Una ciudad que aspira a recibir turistas no puede seguir mirando hacia otro lado, desaprovechando así este segmento de visitantes con indudable poder adquisitivo. Corriente que, como decimos, se espera incrementar con esa puntual comparecencia en las citas de Miami.

Los responsables del Centro Comercial Abierto lo tienen muy claro, reclamando que  se haga un esfuerzo que permita evitar esa fuga de turistas a Marruecos, al tiempo que se anime a visitar la ciudad a esos otros que optan por quedarse en el buque. “Ceuta tiene el potencial y atractivos suficientes como para no tener que organizar visitas al país vecino y poder mostrar nuestro patrimonio artístico cultural”, decían el pasado 19 de abril. Vender todo cuanto tenemos aquí, vaya. Por otra parte, a nadie debe sorprender que no se animen a abrir sus establecimientos en un día festivo, caso de llegar algún crucero, como ha sucedido en varias ocasiones. Experiencias negativas así parecen aconsejarlo.

Se impone en este sentido una planificación a varias bandas con todas las partes implicadas, coordinadas por Turismo, organismo llamado a decir mucho en este aspecto. No es un tema fácil, pero hay que abordarlo.

Si sirve para algo, medítese sobre esa foto. No es de recibo que en ochenta años no hayamos sido capaces de avanzar ni un solo paso en esta cuestión.

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