La coincidencia en una huella ha posibilitado la identificación del joven cuyo cadáver fue sacado del mar por los GEAS el pasado sábado en Ceuta. Se llamaba Redouan Ajoulas y consta un rastro suyo en Alicante.
Tal y como explicó uno de sus amigos a El Faro, su círculo familiar temía lo peor desde que, junto a tres compañeros marroquíes, se arrojó al mar en la tarde del pasado viernes buscando bordear el espigón que separa Beliones de Benzú. Aunque Redouan era de Martil (Tetuán), había acudido a Beliones para permanecer en una vivienda antes de intentar el cruce a nado, ya que su idea era llegar a Ceuta.
Redouan la conocía, estuvo viviendo aquí un tiempo trabajando como peluquero en un establecimiento del Príncipe. También consta su paso por la Península. Finalmente tuvo que regresar a Marruecos, moviéndose en unas complejas circunstancias económicas que le llevaron a arrojarse al agua, como tantos y tantos compatriotas que encuentran en esa exposición al riesgo la única vía posible de escape.
No podía cruzar Tarajal para ganarse la vida al no cumplir con los requisitos para poder entrar. Su familia ni siquiera puede pasar para despedirlo o identificarlo en su plenitud. Tampoco hay denuncia de su desaparición porque no se les permite ponerla en España al no poder cruzar.
Ese viernes Redouan partió con tres marroquíes más que fueron interceptados por las fuerzas de seguridad y devueltos a Marruecos. Redouan nunca volvió, por eso cuando sus compañeros vieron el vídeo grabado por FaroTv del momento del rescate de su cuerpo, sospecharon de inmediato que era él.
Algunos rasgos característicos de la forma de su cuerpo y de lo que portaba reafirmaron su teoría.
Su madre recibía en el hogar familiar a amistades y compañeros que le daban el pésame por el hijo perdido al que solo ansiaban poder despedir.
La Guardia Civil espera cerrar el caso con la identificación ya oficial y burocrática del cuerpo, cuya historia viene a sumarse a las tantas otras que han terminado con tragedia en esa eterna aspiración a huir del reino alauita.
Como este joven, que tenía 36 años y no poco más de 20 como se estimó en una primera impresión ocular, hay muchos otros enterrados en el cementerio de Sidi Embarek ante la imposibilidad de culminar con las gestiones para su traslado al país de origen, precisamente del que quisieron marchar hasta arriesgando la vida.
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