Opinión

Crónicas marcianas

Atenas es una ciudad de contrastes pues en cuestión de cinco minutos puedes pasar de la pobreza más absoluta a la riqueza de un lujo que adorna las grandes capitales.

En Grecia se combina la amabilidad de las gentes, los taxis a cuatro euros, los hoteles de cuatro estrellas que en España pasarían por pensiones baratas, semáforos que odian el color verde para que los peatones imploren a los dioses.

La vida es más barata que en nuestro país; la crisis y la pandemia arrasó con su economía dejando al pueblo con poca esperanza de recuperación. Los helenos no han borrado su sonrisa hospitalaria, la pasión por las costumbres, la cultura, las raíces que forjaron la cuna de la civilización. Ruegan a los ingleses para que les devuelvan todo lo que les robaron. Los hijos de la Gran Bretaña no atienden a razones.

Te encontrarás gatos existencialistas, tumbados al sol y esperando a nadie, monasterios a la altura del cielo apartados, anclados en un tiempo que cuelga en los miradores nevados de los inviernos de película y refugiados en el interior de las iglesias ortodoxas que, en sus muros, cuentan la biblia. Las imágenes de los iconos te observan, te vigilan desde la tranquilidad de los siglos.

La plaza de Monastirakis mira a la acrópolis mientras los turistas andamos buscando las vistas en todas direcciones y los móviles no quieren perderse nada ávidos de riqueza. Me recuerda el Albaicín de Granada, el serpenteo del camino de los tristes y la majestuosidad de la Alhambra hermanada con la acrópolis.

Esta noche toca hotel y televisión, llevamos varias horas de bus; la visita a los monasterios, las termópilas y la llegada de dos perros famélicos pidiendo todas las misericordias.

La cena es pobre, escasa, de mala calidad y con un servicio pésimo. Hay una pequeña revolución del grupo, un conato de asaltar a las agencias que nos vendieron Grecia Clásica en un paquete que prometía demasiado. Estos son los problemas del primer mundo.

Nos comunican que Grecia está rodeada de fuego por todas partes pues las temperaturas de 47 grados son un foco que los propicia.

Seguimos en el canal internacional los resultados electorales. Noche de infarto. El triunfo de los populares se convierte en una derrota inesperada. La izquierda mantiene la esperanza de formar gobierno aunque el nacionalismo amenaza cualquier coalición.

No hay opiniones en el grupo, como si no hubiera pasado nada. Una chavala nos hace la señal de la victoria aterrada de miedo, como si todos fueran enemigos.

Pedro Sánchez. Feijóo, Abascal, Yolanda, el coloso de Rodas, Olimpia, la musaka; todos bailan el Sirtakis pidiéndole consejo al oráculo de Delfos, aunque luego hagan lo que les dé la santa gana.

Lanzo en una botella esta crónica marciana a ver si llega a la playa del chorrillo.

El Cañonazo de Aristóteles anuncia la vuelta a nuestra Ceuta, la ciudad de los prodigios.

Regresamos medio piratas, medio, bucaneros, medio presocráticos. El verdadero viaje no tiene regreso.

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