Crónicas agosteñas (III)

En mi deambular por la Costa del Sol, la pregunta me asalta cada vez que paso delante de las agencia de viajes. ¿Qué pintamos en FITUR? A título de ejemplo observen, en la imagen, dos de estas habituales promociones. El destino Ceuta ha pasado a la historia, al contrario que Gibraltar y Tánger, que siguen siendo las referencias habituales de siempre. Quién lo diría décadas atrás.
En comparación con los encantos de nuestra ciudad, poco tiene que ofrecer la Roca, salvo ese turismo de compras con el que se quedó en exclusiva. Libre de condicionantes y barreras marítimas, las calles de Gibraltar muestran ese bullir de visitantes tan habitual en la Ceuta de los setenta y ochenta. Y aunque tal mercado ya no es el que fue en ambas plazas, el tabaco, el licor, los perfumes, el chocolate o ciertas prendas de ropa siguen teniendo su gancho, sin olvidar llenar el tanque de gasolina si se cruza la frontera con vehículo propio.
Tánger por el contrario, con el Estrecho de por medio, como nuestra ciudad, juega con la ventaja del coste de la travesía, su brevedad, que ya no es la de antaño con los enlaces turísticos desde Tarifa y la mayor proximidad que ha supuesto el nuevo puerto de Tánger – Med entre ambas orillas.
Los 60 euros de media por una excursión de un día a esa ciudad o los 110, en el caso de dos, tiene su gancho. El exotismo, el entorno y los atractivos de la vecina localidad marroquí juegan muy fuerte, junto con las compras o el simple disfrute de la travesía marítima entre dos continentes.
¿Cabe algún tipo de posible competencia o el tratar de aproximar ese mercado turístico, aun en la mínima expresión desde la Costa del Sol, llamada a ser, por razones de proximidad, el principal vivero de visitantes de Ceuta? Imposible.
Olvidémonos pues de FITUR y similares. Máxime en época de austeridad y el gasto que supone la presencia de Ceuta en la feria, con el añadido de políticos, invitados  o el habitual despliegue de la televisión pública para ofrecer unas retransmisiones en directo de puro consumo local. La lucha está en las tarifas marítimas, en la consecución de ese barco económico cada vez más envuelto en la neblina de la utopía. No hay otra salida, salvo la del turismo marroquí.
De tal problemática precisamente hablaba con un grupo de amigos ceutíes, veraneantes habituales en Benalmádena, confortablemente acomodados todos en una de las incomparables terrazas de su maravilloso puerto deportivo, totalmente atestado de embarcaciones y visitantes. Mi sorpresa fue cuando uno de mis contertulios, ya de avanzada edad, oficial que fue de Telégrafos en su vida activa, acertó a identificarme de su época de destino en Ceuta.
- ¿Te acuerdas de aquellos domingos cuando subías a nuestra planta del edificio de la Plaza de España, a entregarnos tus crónicas de los partidos del Ceuta para tus corresponsalías deportivas?
- ¡Cómo olvidarlo, Juan! Especialmente las del diario ‘Área’ con el tormento que suponía el envío por teléfono y las sorpresas en la transcripción que, al día siguiente, te podías encontrar cuando leías el periódico. Distinto fue cuando, a través de vuestros servicios, pudimos ya enviar todas aquellas informaciones.
Complicada también, refería a mi interlocutor, mi anterior época de corresponsal interino de los diarios ‘África Deportiva’, de Tetuán, y ‘España’, de Tánger, cuando a la velocidad del rayo teníamos que escribir la información que, posteriormente, había que entregar al conductor del último servicio de ‘La Valenciana’, especialmente cuando los partidos concluían avanzada la tarde.
A Juan, un fiel enamorado del servicio telegráfico, he de agradecerle su promesa de enviarme copias de un interesante material que espero sirva de soporte para un posterior reportaje.
En plena época de la digitalización de las comunicaciones y de los terminales informáticos, resultan enternecedoras imágenes como las de la fotografía con aquellos viejos teletipos vomitando cintas de papel, ininteligibles tantas veces, excepto para maestros como Eduardo Buscató o Pepe Cruz Bolea en el caso de nuestro diario.
Para satisfacción de Juan y pese a los revolucionarios adelantos de los que hoy somos testigos, el siempre eficiente servicio telegráfico, cuyo personal ha sabido dar muestras sobradas de su gran profesionalidad a lo largo de 166 años, todavía sigue en pie. El telegrama on - line y el burofax, así lo proclaman.