Categorías: Opinión

Crónicas agosteñas (II)

Coincido a la hora del aperitivo en un bar del mercado con el propietario de un céntrico hostal. Me comenta como, hasta el momento, este mes, su establecimiento está completo. La afluencia de ceutíes de la diáspora es manifiesta. Su estampa sigue visible en calles, plazas y terrazas. Agosto es el marco para la nostalgia, las emociones, para los reencuentros con familiares, amigos y para el peregrinaje por rincones de la más profunda morriña caballa.
Es el caso de dos primas hermanas del cronista, a las que esa nostalgia les ha movido a acercarse hasta la tierra que las vio nacer, después de medio siglo de ausencia. Una vez en la ciudad su primer deseo fue que las llevase al barrio de su infancia y juventud: O’Donnell. Es fácil imaginar la emoción de Maruchi y Carmen cuando se reencontraron con su bloque y pisaron su portal. Cincuenta años después de su marcha a Madrid, aparentemente todo parecía estar igual, excepto las rejas de las ventanas y el cierre de los portales, antes sin puertas. Qué maravilla la seguridad de la Ceuta de aquella época.
Para sorpresa de ambas, en el bloque hallaron dos vecinas de entonces y algunos descendientes de aquellos con los que hubo ocasión de departir largo rato. Hermoso barrio, les dije. Con sus vecinos sentados al pie de los portales en animada tertulia y armonía al fresco del atardecer del tórrido día festivo, la estampa, al más puro sabor costumbrista, no parecía propia de estos tiempos, la verdad.
O’Donnell es uno de los poquísimos entornos periféricos que no parece haber perdido su entrañable y humana personalidad de siempre. Quizá porque no ha sufrido el deterioro de otros barrios con la sucesiva afluencia de determinados vecinos llegados sepa Vd. de dónde, cuyo conflictivo asentamiento acabó con el tradicional encanto y su extrovertida vida de antes. Viejos y nuevos moradores me confesaban su satisfacción por vivir en este lugar. El caso de Maribel, nacida y criada, como sus padres, en el Pasaje Recreo bajo, un lugar que decidió abandonar con todo el dolor de su corazón cuando las armas blancas, la droga o la conducta de ciertos individuos alteraron la paz del barrio. “Y eso que de los dos Pasajes se decía siempre que el bueno era el Bajo”. Así se nos va muriendo Ceuta. Han pasado cuatro años desde que esta señora se hiciera con su piso de O’Donnell, barriada en el que asegura sentirse totalmente integrada y feliz.
Con un grupo de vecinos, entre ellos el responsable de una de las entrañables páginas web que el barrio tiene en la red, tuve ocasión de departir sobre tan privilegiado entorno vecinal, cuna y morada de peculiares personajes caballas ya desaparecidos, como los inolvidables Rafael Bayona, Pepe Romero, Manuel Sánchez ‘el hombre de las garrapiñadas’ o Suanes, junto a otros de posteriores generaciones como el célebre ‘Tarzán Migueli’, la gran estrella que fue del F.C. Barcelona o mi mismo viejo compañero de micrófono durante veinte años, el popular Teo Marfil y su esposa Rosa Mari, ahora por la Costa del Sol tras su periplo en Zaragoza.
Gente sencilla, abierta y laboriosa ésta de O’Donnell, como mi buen amigo Vicente Álvarez, el autor de la sección más leída y popular de este diario, la de Pepe Caballa y su inseparable pavana, que aparece debajo de esta columna. Vecino desde la edad de tres años, cuando su familia decidió trasladarse al lugar, vive en un bloque de ocho viviendas, cinco de las cuales aglutinan al clan familiar en el propio edificio: la de sus padres, las de sus dos hermanas, la del hijo mayor y la suya propia. Vicente se siente dichoso en O’Donnell. “Un barrio tranquilo y sin problemas, en el que todos nos conocemos, además,  parafraseando a Serrat, me priman más los barrios que el centro”. Algo tendrá el agua cuando tanto la bendicen, digo yo.
Pocos días antes de mi incursión por estos parajes recibía la llamada de Fernando López Olmedo, el que fuera Comandante General coincidiendo con los sucesos de Perejil, un entusiasta amigo de Ceuta de lo que viene dando muestras desde el Foro de Madrid. Casi dos años llevábamos sin hablar después de que a los pocos días de perder a su esposa le sobreviniera una trombosis cerebral, de la que comienza a recuperarse mientras veranea con sus hijos en la Costa del Sol. Vaya desde aquí la satisfacción de esta Casa y del hermano ‘Foro Faro’ por tan grata buena nueva que, con sumo placer y alegría, me permito transmitir a los numerosos amigos que Fernando dejó en su paso por esta ciudad.

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