En verano todos nos relajamos, el ambiente es distinto, la festividad que invade pueblos y ciudades nos contagia aunque no tengamos la suerte de encontrarnos de vacaciones, y parte de este estado de relajación generalizado se transmite al cine. Los blockbusters invaden la cartelera y, normalmente, somos todos espectadores menos exigentes que buscan un rato de diversión más o menos facilona. Ahí es donde nos cuelan cintas del montón que en otros momentos más críticos nos gustarían menos (a falta de talento bien les vale la astucia). Hasta ahí es pacto no firmado que más o menos siempre ha funcionado así. Lo que resulta menos admisible es que los creadores de cintas con ínfulas spielbergianas y pretensiones de explotar recursos que siempre suelen funcionar consideren que al público le baje el cociente intelectual con el calor, porque como dice mi madre “lo que más me molesta es que me tomen por idiota”.
La situación debe de haber sido la siguiente: en algún cerebro de esos brillantes que abundan por la industria del cine estadounidense se enciende una bombilla de neón y a “Bob” (llamémosle Bob por no ensañarse) se le ocurre la originalidad de adaptar un libro a la gran pantalla. Toma ya. Porque él lo vale, y ha leído que va de un tiburón monstruoso ya extinto que en realidad lo que estaba era de parranda. En otras palabras, a “Bob” le parece que trincar Tiburón, todo un clásico, y meterle esteroides hasta hincharlo para que tenga el tamaño de… no sé, venga, un rascacielos ya que se pone uno, es una idea genial. Y van unos ejecutivos avispados, llamémoslos “Jessica”, “Mike” y “Manolo” (la cuota hispana) y le compran el proyecto. Y se llamó Megalodón, que suena a cosa gorda. Y al séptimo día descansaron, que esa semana se habían pegado un tute grande.
Luego había que escoger a un protagonista con cara, físico y actitud de machote con pelos en el pecho, no crean que la tarea estaba completa, que hacer una peli no es cosa sencilla. “Pues llama al calvo de Transporter, que mastica piedras de la playa sin lavar y tiene tirón entre el gran público” (ya hemos mencionado con anterioridad que para “Bob”, “Jessica”, “Mike” y “Manolo”, la palabra “gran” quiere decir tonto del culo sin criterio alguno.
Dicho y hecho: Jason Statham será el pavo que derrote a la bestia marina entre risotadas y chascarrillos, mientras salva a una ex maquillada en exceso y se trabaja a otra menos maquillada pero supuestamente más sofisticada. Porque no sólo es valiente y aseado, sino que además resulta no ser un tío superficial…
Y ya todo en bandeja, le ponen el proyecto que funciona casi solo en las manos a un especialista del arte y ensayo como Jon Turteltaub, capaz de hacer parecer a Nicholas Cage (más de una vez) un héroe de acción. ¿Qué puede ir mal?
Corramos todos al cine (yo pienso visionarla un par de veces más como mínimo) a deleitarnos con esta coproducción “minorista” de Estados Unidos y China que sin duda nos hará envolvernos con este parque temático de bestias infames que engullen americanos y asiáticos decentes en el suave manto estival.
DIRECCIÓN: Jon Turteltaub.
DURACIÓN: 113 minutos.
GÉNERO: Aventuras. Acción. Fantástico. Terror.
PAÍS: USA
INTÉRPRETES: Jason Statham, Bingbing Li, Rainn Wilson, Ruby Rose, Winston Chao, Cliff Curtis, Robert Taylor, Masi Oka, Ólafur Darri Ólafsson, Jessica McNamee, Page Kennedy.
GUION: Belle Avery, Dean Georgaris, Erich Hoeber, Jon Hoeber, James Vanderbilt (basado en la novela de Steve Alten)
MÚSICA: Harry Gregson-Williams
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