He oído y leído de todo a estas alturas de Ready Player One, lo bueno del criterio es que todo el mundo tiene el suyo, desde que se trata de la obra cumbre del mago de la ciencia-ficción que ha marcado generaciones (palabras mayores) a que se ha emborrachado de ego para autohomenajearse durante más de dos horas de metraje vacuo (palabras menores).
Puede decirse que me inclino más hacia aquellos que no se sienten satisfechos con el resultado del proyecto, aunque con el matiz de que opino que con la cantidad considerable de referencias a su propio cine, se ve que ha intentado cortarse un poco y disimular rindiendo pleitesía a la cultura ochentera en general.
Es ese guiño constante casi escena por escena a todo aquello que marcó a la generación del entretenimiento visual de dicha década (películas de Spielberg incluidas) lo que supone el mayor y prácticamente único aliciente de la propuesta del veterano realizador, que parece haber perdido bastante entre guiño y guiño el don de conseguir la atención y el interés del respetable. Y luego está la serie Stranger Things, que logra lo que no alcanza el mismísimo Spielberg con esta película. Qué cosas…
La historia se sitúa en el año 2045, donde existe una utopía virtual, un mundo llamado Oasis donde las personas se evaden viviendo sus propias aventuras con sus propios avatares e interaccionando entre ellos (no hace falta irse al 2045 para imaginarse un mundo alternativo y más absorbente que el real, ¿verdad?).
Pero el excéntrico creador de dicho mundo murió y dejó como legado la búsqueda de un suculento tesoro que se encuentra a muy buen recaudo dentro de Oasis. Ello desencadenó una frenética carrera entre los mejores y más peligrosos competidores, algunos de ellos dispuestos a lo que sea por el premio, ya sea dentro o fuera del mundo virtual.
El resultado de dicha premisa es una película monótona, de gran factura técnica y encuadres virtuosos, sin chicha ni limoná, vacía desde el minuto cero (cuando hacen falta voces en off para ponerte en antecedentes de algo tan sencillo, mal empezamos), que te desenchufa de la acción, por bien hechas que estén las coreografías y la mayoritaria parte de efectos visuales del “mundo virtual”, pero que se hace repetitiva hasta la saciedad. Y eso que no es precisamente cortita…
Los protagonistas, jóvenes con poca o nula experiencia en estas lides, son testimoniales, puesto que las facetas de ellos mismos que llevan el peso de la aventura son sus alter egos dentro del mundo irreal. Resultado: evidente carencia de alma y de interés por cualquier cosa que les ocurra entre tanto baile de pirotecnia y revivals, desde el Michael Jackson de Thriller hasta el Delorean de Regreso al futuro, pasando por El coche fantástico o Chucky, el muñeco diabólico.
Si esta decepcionante intentona de remover higadillos es la obra culmen del trabajo del tan controvertido como evidentemente grande Steven Spielberg, desde luego que no está a la altura que su historial merece.
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