Taofuik cruzó la frontera del Tarajal el 18 de mayo de 2021 con lo puesto. Su ropa y el equivalente a casi 20 euros en dirhams entre sus bolsillos. Como tantos otros jóvenes marroquíes había escuchado que cruzar a Ceuta era sencillo y que a este lado del paso encontraría un trabajo, una forma de mantenerse. Así que Taofuik cruzó, como lo hicieron miles de compatriotas más.
Después llegó la realidad. Aquí en Ceuta no había trabajo y vivía en la calle. Lo que le habían ‘vendido’ en una de las mayores crisis provocada entre España y Marruecos era falso. A los pocos días decidió volverse voluntariamente a su país, desandar los pasos que le habían conducido a este lado, arrastrando la frustración del engaño.
Hoy, casi 8 meses después, este joven marroquí tiene trabajo en una fábrica de Tetuán. A sus 32 años sueña con poder formar una familia y salir adelante. Entre sus metas no está la de cruzar a Ceuta, pero sí la de agradecer el trato que recibió, la humanidad de las personas, de esos hombres y mujeres que le dieron ropa, alimento o dinero sin preguntarle siquiera quién era o cómo se llamaba.
“Quiero darles las gracias”, sostiene. “Cuando crucé tenía miedo, pensaba que nadie me iba a ayudar. Crucé la frontera y, con toda la ropa mojada, subí por unas escaleras. Allí primero me encontré con dos chicas, pensaba que me iban a robar, les pregunté dónde podía comprar algo de ropa porque la mía estaba toda mojada. Una mujer me dio de la suya”, explica agradecido. Guarda en sus recuerdos esos momentos de pura adrenalina, en los que se mezclaron los miedos con el no saber qué encontraría aquí.
Cuenta que si esta mujer de la que no sabe su nombre le dio ropa, otras personas le entregaron comida. E incluso quería cambiar el dinero que llevaba por euros para poder llamar a su madre y “no me lo cambiaban, me ayudaban”, confiesa complacido.
Tras pasar días en Ceuta, durmiendo en la calle, viendo que aquello no era lo que le habían contado, decidió volver a su país. “Me equivoqué, no sabía que iba a ser así, por eso decidí marcharme”, matiza.
Al poco de su regreso consiguió trabajo en Tetuán. Miembro de una familia de siete hermanos, marcada por necesidades, el trabajo en esa fábrica le ha devuelto la posibilidad, al menos, de poder mantenerse, sin necesidad de mirar hacia el otro lado de la frontera o hacia el Estrecho.
Alejado de los discursos que buscan enfrentamientos entre ambos lados o críticas tendentes a tergiversar los mensajes, este joven mantiene que fue gracias a la ayuda de vecinos de Ceuta como pudo estar esos primeros días en una ciudad que le era ajena y de la que finalmente escapó.
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