Categorías: Opinión

Criminología del Siglo XXI

Coincidiendo con la elección de San Sebastián como Capital Europea de la Cultura para 2016, se celebraba en el Campus de la Universidad del País Vasco de esta ciudad el VIII Congreso Español de Criminología. El título del mismo ha sido “Convivencia, Libertad y Tolerancia”, que como nos decía su Presidente, el profesor César San Juan, resume los grandes retos de los criminólogos en la actualidad. Nada que ver con esos clichés y estereotipos que se tenían hasta hace poco de la figura del criminólogo, más cercanos a los de extravagantes inspectores de policía de las series y películas de terror, que a lo que debe ser la moderna investigación criminológica, totalmente incardinada ya en los estudios de grado de muchas universidades. 
La sede escogida era el lugar de trabajo de uno de los fundadores del Instituto Vasco de Criminología, el sacerdote y profesor Antonio Beristain, ese hombre sabio y bueno, incansable defensor de los derechos humanos y, sobre todo, de las víctimas de la violencia y del terrorismo, que nos dejó hace ahora año y medio. No sé que hubiera pensado si hubiese vivido para ser testigo de la victoria electoral cosechada por los que siguen apoyando a los que han causado tanto sufrimiento en el pueblo vasco. 
En el citado Congreso se han analizado asuntos de muy diverso tipo. Multidisciplinares, como es la ciencia criminológica. La inmigración, las prisiones, el proceso penal, los programas de reinserción y prevención de la exclusión social, la psicología jurídica, los llamados ciberdelitos, el crimen organizado. Especialmente interesante ha estado la sesión dedicada a la justicia juvenil y a la violencia de género. En ambos casos, la prevención y la educación aparecen como factores importantes en su evolución. También la trascendencia que tiene la celeridad del proceso penal para la resolución de los conflictos. Una justicia lenta no sirve para prevenir el delito.
Ni siquiera para compensar moralmente a las víctimas. Quizás para lo contrario, pues todo lo que suponga desconfianza en el sistema de justicia criminal lleva a la quiebra de los valores del sistema democrático. 
También despertó mucho interés la presentación de un libro titulado “Los Merinos Norte.
Fenomenología de un macroproyecto urbanístico”, del profesor Ripollés y otros investigadores de la Universidad de Málaga, que analiza la actividad especulativa del sector inmobiliario, que tanto daño ha hecho, y está haciendo, al medio ambiente y a la economía de nuestro país. Hablar de ilícitos administrativos y urbanísticos en un Congreso de Criminólogos hubiera sido impensable hace unos años. Pero hoy es una realidad, pues la vulneración de las normas administrativas es una de las causas más importantes del fracaso de las democracias avanzadas y del desencanto de las poblaciones. ¿O es que cuando algunos funcionarios violentan las normas y practican el tráfico de influencias, para beneficiar a unos ciudadanos sin atender a los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad, no están incitando al resto a saltarse las reglas de la democracia?.
Estas prácticas corruptas, que se dan en muchas Administraciones territoriales, y también en las nacionales, e incluso en algunas instituciones educativas, como por ejemplo las Universidades, fomentan el “servilismo”, al eludir el cumplimiento de los mecanismos legales de valoración igualitaria de méritos mediante argucias y tramposos argumentos. No se valora a los mejores, sino a los más aduladores. Son el verdadero cáncer de las democracias modernas, que hay que investigar, denunciar y combatir. Esta es una función más de la moderna criminología. Aunque a muchos no les guste. 
Como decía en otro artículo anterior (“Muerte de un humanista”), que hice en homenaje al profesor Beristain, los consejos y orientaciones de este importante científico de la criminología me han sido muy útiles en mi actividad académica y de investigación.
También en el resto de mis actividades cotidianas.  Con él aprendí a tener una visión humanista del Derecho Penal, conforme a las enseñanzas de los grandes penalistas de la Ilustración. También a intentar estar en una permanente búsqueda de los derechos humanos en todos los campos del saber y del trabajo diario.
Y a combatir las posturas racistas y xenófobas que, en no pocas ocasiones, se mantienen con los emigrantes. Muchas veces desde las páginas de los periódicos, aunque amparadas en un falso concepto de la libertad de expresión. 
Con este Congreso hemos aprendido algo más sobre la investigación social.
Y de esta forma hemos homenajeado a un intelectual incomparable. A un maestro que contribuyó como nadie a la prevención de la delincuencia con su actividad intelectual y con su ejemplo de hombre honrado, cabal y ético.
A una de esas personas que hacen avanzar el mundo desde la tolerancia y la libertad. A uno de los que de verdad han ayudado a construir la paz.

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