Opinión

El crepúsculo

La situación de la tierra no es nada buena. Es una evidencia científica que la acción humana está detrás de un cambio global en los ecosistemas y hábitats de nuestro planeta. Desde el inicio de la Primera Revolución Industrial, a finales del siglo XVIII, no ha dejado de incrementarse la extracción de recursos naturales no renovables. Primero fue el carbón el que alimentó el motor de la economía y luego llegó el petróleo. El ser humano -en especial aquellos que vivimos en los llamados países desarrollados- ha pisado el acelerador de la economía alcanzando una velocidad de consumo de recursos, transformación de la naturaleza y generación de residuos sólidos, líquidos y gaseosos que pone en serio peligro el frágil equilibrio ecológico de la tierra. Nada de esto sería posible sin el petróleo y sus derivados.

La fuerza energética puesta a disposición de los seres humanos ha modificado la faz de la tierra hasta hacerla irreconocible en determinados lugares. Tanto es así que desde el año 2000 se ha popularizado el concepto “antropoceno” para designar una nueva época geológica caracterizada por el impacto del hombre sobre la tierra. Este impacto fue pronosticado por naturalistas pioneros como Alexander von Humboldt (1769-1859), George Perkins Marsh (1801-1882), Ernest Haeckel (1834-1919) o John Muir (1838-1914). Todos ellos tuvieron en común el hecho de identificar, de manera coetánea, los primeros síntomas graves de los problemas medioambientales provocados por la locura desarrollista en la que estaba incurriendo la humanidad en su conjunto. Las pruebas científicas de la enfermedad de Gaia se han ido acumulando y la voz de la naturaleza, pidiendo clemencia, se ha hecho cada vez más audible.

Escuchar la voz de la naturaleza es propio de almas sensibles, como demuestran estas palabras de Johann Wolfgang von Goethe:

“Cierra los ojos, aguza los oídos y, desde el sonido más leve hasta el más violento ruido, desde el tono más sencillo hasta la más elevada armonía, desde el grito más violento y apasionado hasta la más dulce palabra de la razón, es la Naturaleza la que habla, la que revela su existencia, su fuerza, su vida y sus relaciones, hasta el punto de que uno ciego al que se niega el mundo infinitamente visible puede capturar la infinita vitalidad a través de lo que oye”.

En un conocido pasaje del Evangelio de Mateo se cuenta que Jesús les dijo a sus discípulos: “El que tenga oídos, que oiga”. Extrañados por el continuo uso que hacía el Mesías de las parábolas, le preguntaron por este modo de hablar y le contestó que son pocos los llamados a conocer “los misterios del reino de los cielos”, pues la mayoría “aunque miren, no vean; aunque oigan, no escuchen ni entiendan”. En ellos, dijo Jesús, se cumple la profecía de Isaías:

“Por mucho que oigan, no entenderán; por mucho que vean, no comprenderán. Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible; se les ha tapado los oídos y se les ha tapado los oídos y se les han cerrado los ojos. De lo contrario, verían con los ojos, oirían con los oídos, entenderían con el corazón, se arrepetirían y yo los sanaría”.

La profecía de Isaías se está cumpliendo punto por punto en nuestro tiempo. La voz de la naturaleza clama piedad para que se la proteja. Los naturalistas y ecologistas, altavoces de la desesperada voz de la naturaleza, somos ignorados, vilipendiados y, en algunos países asesinados. Por mucho que sea visible la profunda modificación de la naturaleza y la alteración del equilibrio ecológico y climático, muchos no lo quieren ver, ya que “sus corazones se han vuelto insensibles”. Han cerrado sus oídos a las continuas llamadas de atención de la comunidad científica y de organismos internacionales como la ONU sobre las consecuencias del cambio global y su mirada está tan centrada en una pantalla que no ven lo que está sucediendo en su entorno. La naturaleza se ha esfumado a su alrededor y prefieren vivir en un mundo virtual en el que niegan todas las evidencias que demuestran la verdad incómoda de la destrucción de nuestro bello y sagrado planeta.

Para recuperar de nuevo la sensibilidad perdida es necesario regresar a la naturaleza, como lo hizo Henry David Thoreau. Mientras navegaba por el río Concord junto a su hermano John escribió que los “pensamientos otoñales fluían por nuestra cabeza con la misma constancia que el río” y entraron, sin percatarse en la dimensión atemporal, de la que obtuvieron el siguiente pensamiento:

“Ahora escucho, cuando antes sólo tenía oídos,

Ahora veo, cuando antes sólo tenía ojos,

Ahora vivo cada instante, cuando antes sólo vivía años,

Y distingo la verdad, yo, que antes sólo era sensible al saber”.

De estas emotivas palabras de Henry D. Thoreau se pueden extraer muchas ideas trascendentes. Una de ellas es que la contemplación de la naturaleza es la única capaz de despertar nuestros sentidos sutiles y nuestra sensibilidad. La verdad, la Verdad más profunda, no está al alcance del conocimiento, tan solo es accesible desde el corazón. Esto es algo que conocen o conocían muchos pueblos indígenas a los que el llamado “progreso” ha exterminado. Uno de estos pueblos fue visitado por Carl Gustav Jung acompañado por el etnólogo de origen español Jaime de Angulo en 1924. En aquella ocasión, Jung se entrevistó con “Lago de Montaña”, que le transmitió su visión respecto del hombre blanco:

“Le pregunté por qué creía que todos los blancos están locos”.

Me respondió: “dicen que piensan con la cabeza”.

“¡Pues claro! ¿Con qué piensas tú?, le pregunté.

“Nosotros pensamos aquí”, dijo señalando su corazón. Quedé sumido en largas reflexiones. Por vez primera en mi vida me pareció que alguien había trazado un retrato del auténtico hombre blanco. (C. G. Jung, Recuerdos, sueños y pensamientos, Seix Barral, 2001).

Resulta paradójico que en el mismo país donde vivió Lago de Montaña haya sido elegido como Presidente un “hombre blanco” que no piensa ni con el corazón ni con la cabeza. En la mente de Donald Trump sólo caben dos aspiraciones: poder y dinero. Su figura desprende odio y sed de venganza. Odia a todos lo que no sean “hombres blancos” como él, además de encarnar el paradigma del egocentrismo y la vanidad. Para empeorar las cosas ahora sufre una alarmante inflamación egoíca después de salir ileso de dos intentos de asesinato. En España ya sufrimos durante cuarenta años a un personaje que se creía que había llegado al poder “por la gracia de Dios” para emprender una “cruzada” contra los enemigos de la Patria.

En sus primeras declaraciones, Donald Trump se ha presentado como un elegido divino: “Dios me salvó para hacer Estados Unidos grande otra vez”. Con los cambios que ha anunciado que va a introducir en la política de EE.UU., considera que “la edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo”. Con estas palabras demuestra algo que ya todos sabemos, pero él ignora. Se trata, nunca mejor dicho, de un ignorante y un inculto. Si conociera algo de la historia de su país sabría que la Edad Dorada de su literatura y cultura fue, como supo identificar Lewis Mumford, aquella en la que brillaron personajes como Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau, Walt Whitman, Melville y Hawthorne. A partir de estos autores, la cultura americana entró en un periodo de sequía, a excepción de un puñado de importantes escritores, como Robert Frost, Thorstein Veblen, Waldo Frank o los más recientes Paul Auster o Jonathan Franzen, entre otros.

No es precisamente de intelectuales de los que le gusta rodearse Donald Trump, sino de aquellos que mediante el control de internet (Google, Facebook, X) o del comercio electrónico (Amazon) trabajan sin descanso para modelar las mentes de los ciudadanos para hacerles creer que el mejor líder mundial para superar los graves retos a los que se enfrenta la humanidad es un zafio y grosero personaje como Donald Trump. No es un nuevo amanecer el que traerá el nuevo Presidente de EE.UU, sino el definitivo crepúsculo de su país. Nos adentramos en un tiempo de tinieblas.

Entradas recientes

De la aduana comercial al régimen de viajeros: tema de Estado a pie de Tarajal

La aduana comercial entre Ceuta y Marruecos abrirá, le confiaba esta misma semana el ministro…

26/01/2025

El Camoens se hace fuerte en el ‘Molina’ (4-1)

El CD Camoens quería volver a la senda de la victoria después del tropezón del…

26/01/2025

El Dragons Camoens arrolla al Jerez Amarillo (42-83)

El Dragons Camoens sigue a paso firme en la liga gaditana de junior masculino en…

26/01/2025

Varios ceutíes participan en la ‘VI Trail de Manilva’

Un grupo de vecinos de Ceuta ha participado en la sexta edición del Trail de…

26/01/2025

El PSOE exige medidas urgentes para acabar con los puntos negros de las carreteras

Los socialistas exigen al Ejecutivo de Juan Vivas “que se tome en serio las demandas…

26/01/2025

El ciclista Ángel González enseña los senderos de Ceuta y cómo recorrerlos

Siempre hay personas que ayudan a los demás a conocer Ceuta y sus senderos, no…

26/01/2025