Mi anterior intento de poner mi interés semanal en una cinta de animación se topó de bruces con la horrenda Hotel Transylvania, y ello me ha llevado a darle una oportunidad al género de resarcirse con esta película que a priori no entraba en mis planes de visionado y que la coyuntura me ha llevado a disfrutar. Así, sí.
Para ponernos en antecedentes, los personajes protagonistas no ayudan a enganchar al respetable de esta franja del mundo, ya que los mitos infantiles de Yankilandia a nosotros nos parecen una marcianada, con la salvedad de Santa Claus, alias Papá Noel, ante el que hace tiempo que perdimos la batalla a base de saturación mediática anglosajona. Además del mencionado gordo con barba y trineo, con una exquisita estética de aires entre magiares y rusos en vestuario y tatuajes al que arropan sus ayudantes/duendes, que son lo mejor y más divertido de la cinta, otros cuatro espíritus especiales tienen la responsabilidad de cuidar y proteger la infancia, la ilusión y la inocencia, ahí es nada. ¿Se les ocurre algo más importante? Se exhibirán en las pantallas de cine el Conejo de Pascua, espécimen de casi dos metros que además de pintar huevos por aquellos lares, tiene un curioso aspecto de guerrero. También tenemos al Hada de los Dientes, la equivalente norteamericana del Ratón Pérez, que tiene también un momento de gloria en la película en forma de cameo. Sandman es un adorable personajillo de arena responsable de los sueños (que Neil Gaiman nos perdone). Y luego está Jack Escarcha, el hilo conductor de la trama, un niño que murió y ahora es la encarnación del frío y al que achacan las “travesuras” del invierno. Juntos tendrán que plantar cara al mítico “Coco” con el que se asusta a los niños y que resulta en la propuesta tan elegante como deliciosamente interesante. Un contrapunto necesario y poderoso, pues el miedo es siempre la más tenaz de las sensaciones, la oscuridad de tanta luz que permite que el mundo no sea constantemente un jiji, jaja de plástico. Hablando de hilaridad, hay que mencionar que una de las pocas pegas que se le puede poner a este trabajo es que en ocasiones los niños humanos parecen idiotas riéndose de todo (tenga gracia o no) como torpe intento de plasmar que las cosas están yendo bien en la historia.
Peter Ramsey, un habitual artesano de Dreamworks, es el primerizo firmante de una obra con ritmo veloz y momentos brillantes, plasmando personajes con fondo y aristas, y un hacer técnico más que meritorio que deja boquiabierto al más pintado (y eso que yo no la vi en 3D, opción que se antoja a priori bastante recomendable teniendo en cuenta la manufactura cuidada al detalle del producto final).
Seguramente El origen de los Guardianes sea una de las mejores opciones de las futuras vacaciones navideñas para ir en familia al cine sin que los pequeños se aburran, los adultos se duerman o todos desesperen: un mirlo blanco. Recomiendo que aprovechen la oportunidad…
Puntuación: 7