Categorías: Opinión

Corrupción, delincuencia y fanatismo religioso

Con la extensa entrevista que el presidente de la UCIDCE, Laarbi Mateis, ha dado a El Faro de Ceuta el pasado viernes día 12 de julio, ha perdido una magnífica ocasión para enfocar la realidad de la ciudad y del colectivo musulmán de forma más prometedora y comprometida con la sociedad del siglo XXI. Comienza el señor Mateis con la expresión de buenos deseos para ir, a lo largo de la misma, introduciendo mediante insinuaciones veladas amenazas contra el resto de la población y las autoridades, usando el buen propósito, el victimismo y la advertencia con habilidad y cálculo. El señor Mateis no es un intelectual, como tampoco un líder religioso sabio y equilibrado, pero está dotado de suficientes mañas para seguir en la cima de una representatividad que se abroga de forma explícita e implícita. Es curioso, que, sin embargo, se contradiga cuando por un lado quita importancia a la pobreza y la discriminación, como factor determinante en la realidad del yihadismo y la eleva a quintaesencia de explicación para tiempos venideros más turbulentos.
No es de recibo poner tanto el acento en la supuesta política de discriminación hacia el colectivo de los musulmanes y al mismo tiempo decir que los que están implicados en el terrorismo son gente instalada, bien en la comodidad de quienes no son pobres ni necesitados, bien en la holganza de una vida con gran nivel económico. El señor Laarbi Mateis habla de mártires cuando se refiere a los que fueron a Siria a perder con toda seguridad la vida, no por ayudar al pueblo de aquel país, sino por fanatismo, pues se han encuadrado en las filas de organizaciones terroristas. ¿Cómo después de intentar aclararnos el concepto de yihad, de dejar negro sobre blanco lo que ha dictaminado el Consejo Superior de Ulemas puede introducir que los ceutíes engañados por gente siniestra son mártires?
Sea musulmán o no, un jefe de Estado responsable ante su pueblo jamás enviaría a civiles a una carnicería cierta, sino al ejército, sometiendo la decisión a la consideración de los representantes de la soberanía popular, el parlamento. El señor Mateis no puede olvidar con tanta facilidad que los musulmanes ceutíes somos ciudadanos españoles y no súbditos de cualquier tiranía de corte medieval, ni del reino de Marruecos, con el que, por cierto, comparte nuestro país intereses tan relevantes, que sus enredos y medias palabras sobran.
Lo mismo afirma que el problema irá a más por ser una frontera porosa la ceutí como se lamenta que sé de baja en el padrón a quienes no son ceutíes y se encuentran en la ciudad de forma irregular, para asociarlo a una política oficial que pretende frenar el número de musulmanes, simplemente por vocación discriminatoria. Después se queja el señor Mateis de que a los musulmanes se les asocie con el terrorismo y no es capaz de distinguir que si bien no todos los vascos son etarras o partidarios del terrorismo, no se puede negar que los etarras y sus partidarios son vascos. Por seguir el razonamiento, igualmente ocurre con el terrorismo yihadista, que no todos los musulmanes son yihadistas, pero todos los yihadistas lo son. De modo que todos tenemos un grave problema con el yihadismo, no sólo los que no son musulmanes, también los musulmanes, que han sido, son y serán las primeras víctimas de organizaciones que quieren subyugar violentamente a los demás a su oscura y malvada interpretación del Islam.
A una persona con las responsabilidades que tiene el señor Mateis, habría que exigirle mayor sensibilidad y empatía ante los musulmanes y el resto de la población ceutí a la hora de hablar públicamente. De la misma forma, las distintas asociaciones deberían ser coherentes y presentar públicamente las actas debidamente comprobadas y contrastadas de sus últimas reuniones legalmente convocadas, así como aportar la justificación documental de cuantas subvenciones, ayudas y donativos hayan disfrutado porque más vale presentarse con dignidad ante los demás que refugiarse en ese antro de país llamado Bélgica , donde todo tipo de delincuencia y arrebato criminal tiene asiento.
Es hora de que los padres pisemos firme porque el peligro que se cierne sobre nuestros hijos es real y la tragedia no hace distingos. ¿Quién devolverá a sus familias a los que han perdido la vida sin sentido alguno? ¿Los devolverá el predicador de verbo incendiario? ¿Los devolverá el delincuente que corrompe todo lo que toca? ¿O los devolverá quien se llena la boca de palabras vacías?
Durante muchos años (tantos que atraviesan varias generaciones) hemos vivido en un Islam de paz y de concordia hacia dentro de la comunidad musulmana y hacia fuera de ella. El Islam de nuestros padres y de nuestros abuelos, hombres y mujeres cabales, trabajadores, comerciantes, empleados, con mayor o menor fortuna, nada tiene que ver con aquello a lo que se nos quiere someter, bien sea de forma sibilina a cambio de una caridad corrompida, bien sea violentamente, mediante la coacción, el miedo y la muerte. Nuestro Islam es de vida y de paz, de aquello que se comparte y no de lo que se impone y es por ello que necesitamos reaccionar para negarnos a la oscura manipulación de nuestros hijos, para que no se mezcle a la comunidad musulmana ceutí y a nuestro Islam con la corrupción, la delincuencia y el fanatismo.
Hemos estado, por voluntad o por ignorancia, con los ojos vendados durante años, sin querer ver cómo la corrupción, tanto como el perturbador salafismo, se introducía sin cortapisas de la mano de la delincuencia narcotraficante en nuestras mezquitas y hemos quedado paralizados por el miedo hasta llegar a la situación actual, en la que el futuro de nuestros hijos se presagia con trazos oscuros, porque las alternativas se mueven desde la delincuencia, pasando por el indoctrinamiento oscurantista hasta la inmolación terrorista. ¿Es lo que queremos para ellos? ¿Queremos que acaben en cualquier cárcel, ahogados en una playa o en un charco de sangre callejero? ¿Queremos que su futuro sea oscurecido por predicadores como el que enseñaba a pegar a la mujer sin dejar huellas? ¿O tal vez, que acaben los restos de su cuerpo en cualquier fosa de una tierra lejana y extraña?
Prefiero rezar sobre un suelo de tierra en una mezquita hecha de cañas, que en sitios manchados por la delincuencia y el crimen. Si no despertamos de esta pesadilla, llegará el día en que los musulmanes de bien, aquellos que quieren vivir en paz y al amparo de la Ley, tendrán que salir de Ceuta porque en ella no se podrá vivir más que chapoteando en la indignidad. No quiero llegar a ser la única persona musulmana que haga autocrítica en esta ciudad, porque ello no me hace por si mismo ni mejor ni más valiente, pero si de algo estoy segura es que Dios no me guiará a donde Su gracia no me proteja, pues estoy íntima y moralmente convencida de que lo que ocurre en nuestra comunidad ofende Sus leyes y las de los hombres.
El problema de la gente como el señor Mateis, es que observa la viga en el ojo ajeno, pero no la ve en aquello que no quiere verla, así se presenta de primera, dejando para otros musulmanes la categoría de segunda, cuando se queja de que tenga que presentarse en igualdad de condiciones con otras entidades que también optan al disfrute de una subvención, confundiendo la libre concurrencia con la liga de fútbol. Deplorable actitud de quien se presenta como adalid contra la discriminación. No me guardaría yo de calificar a Al Asad como dictador ¿pero es menos tiránico el régimen saudí o el que impera en Qatar? Lo cierto es que buena parte de los que se han levantado en armas contra la dictadura siria no lo hacen para situar al país en los raíles del siglo XXI, en la democracia, el Estado de Derecho, el progreso y la justicia, sino para retrotraerlo aún más en el pozo del oprobio y el oscurantismo, porque su proyecto es el de islamizar a la sociedad y los musulmanes tienen que elegir entre ser musulmanes por libertad de conciencia o no tener libertad para seguir bajo los dictados de una élite que quiere mantenerlos bajo su dirección como a un rebaño de menores de edad.
El problema de las personas como el señor Mateis es la claridad, la transparencia, y la solución que dan siempre es la de la ambigüedad y el oscurantismo. La comunidad musulmana ni debe ni puede estar enredada en asuntos tan oscuros, sino que, por el contrario, debe ser transparente en la gestión de sus asuntos, estar estructurada democráticamente y no acabar siendo patrimonio de nadie. Para ello necesitamos líderes espirituales y gestores, sean hombres o mujeres, que nos representen con dignidad, personas íntegras y preparadas, que enarbolen con coherencia los valores humanos que el Islam atesora.

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