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Corrupción

La corrupción es una lacra de la humanidad. Una epidemia que amenaza por igual a todos los países, independientemente de su régimen político. Empobrece a las poblaciones y hace retroceder el progreso y el bienestar. Ya Jesús de Nazaret se vio obligado a expulsar a latigazos a los mercaderes del templo hace dos mil años. Es la más lacerante representación de la miseria humana. El signo más evidente de la insolidaridad.
Pero qué es la corrupción. Cómo podemos medirla. Por ejemplo, en las instituciones comunitarias el valor máximo legalmente aceptado para los regalos que se quieran hacer a los parlamentarios europeos es de 150 euros. No se dice nada del número de veces que se puedan hacer, ni del valor que han de tener los que se dirijan a los asistentes de los parlamentarios. La Alliance for Lobbing Transparency and Ethics Regulation (ALTER-EU) calcula que en Bruselas hay unos 25.000 lobbistas trabajando a sueldo de las multinacionales y de otros grupos de presión, para influir en las decisiones de los dirigentes de las instituciones europeas. En ocasiones, su trabajo es tan preciso que logran incluir enmiendas completas a los textos legales. ¿Es esto aceptable?, ¿se podría contrarrestar de alguna forma el inmenso poder de los lobbies?. Según nos informa el diario de Noticias Sostenibles, el canal de delaciones de la SEC (U.S. Securities and Exchange Commission) recibió 3.000 denuncias el pasado año, de las que un 18,2% estaban relacionadas con información empresarial y finanzas; el 15,5% con información sobre fraudes y el 15,2% con manipulación de mercados. Todo lo anterior ocasionó la apertura de 143 juicios. Y también la emisión de las correspondientes órdenes para recibir recompensas, porque en los EEUU de América las sanciones superiores a 1 millón de dólares pueden suponer entre un 10% y un 30% de recompensas a los denunciantes.
Una noticia que me ha llamado la atención es la que da el diario Público, haciendo referencia al índice anual que publica la ONG alemana Transparency International sobre corrupción en el mundo. Resulta que España se mantiene en el puesto número 31, con 65 puntos sobre 100 (máxima transparencia), lo que significa, por ejemplo, que somos más corruptos de Barbados y Bahamas, empatamos con Botswana y sólo estamos algo por encima de Estonia. No está nada mal. Seguimos siendo un país de pícaros. Tal y como nos reflejaron ilustres escritores del Siglo de Oro de las letras españolas. Desde el escándalo de Iñaki Urdangarín, ya no se salva ni la Casa Real. Más recientemente, el antiguo jefe de los empresarios nos ha dejado a todos con cara de bobos. Políticos, empresarios, banqueros. Muy pocos escapan a esta plaga. Como nos dice la presidenta de esta ONG alemana, Huguette Labelle, los resultados del informe demuestran que “las sociedades continúan pagando el alto coste que supone la corrupción, desde Oriente Medio hasta Asia y Europa”. No solo no ha habido avances, sino que hay notables retrocesos.
Pero no todo son malas noticias. El pasado 5 de noviembre, la jueza federal australiana Hayne Jagot declaro culpables a la calificadora de riesgo Standard and Poors y al banco ABN-Amro, por haber mentido a los inversores. En concreto, los engañados fueron doce municipios de Nueva Gales del Sur que en 2006 compraron al banco títulos de inversión denominados “Rembrandt”, que tenían una calificación de tiple A por Standard and Poors. Sin embargo, la solidez financiera de estos papeles era ficticia y los municipios llegaron a perder hasta el 90% de sus inversiones.
También en Ceuta hay buenas noticias. A pesar de sonados casos de corrupción como el de las 128 viviendas del Monte Hacho; el de la Manzana del Revellín; o el nombramiento del “engrasador”; Emilio Carreira, ha confesado. ¡Por fín!. Lo ha hecho con una magnífica puesta en escena, acompañado del todopoderoso Presidente Vivas, que ha sido el anfitrión y presentador de su libro. Muchos pueden seguir tranquilos. No ha contado nada. De momento el asunto sigue atado y bien atado.   Lo mejor, el dibujo de Antonio San Martin. A mí me parece una especie de mártir crucificado. Lo que no se acaba de ver, quizás porque no se perciben bien los rasgos de la cara, es si el sacrificado es el autor de la historia o algún otro. Habrá que leerlo para descubrirlo. A lo mejor, si tiene éxito de ventas, en la segunda parte confiesa de verdad. No tengo grandes esperanzas. Como nos decía Maquiavelo, “Los hombres olvidan más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”. Aunque también puede ser que no haya nada que confesar. Conociendo a Emilio, todo es posible.

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