Lleva la tradición militar en sus venas y después de 70 años vistiendo el uniforme de Regulares 54 con el que orgullosamente ha servido a su país, el coronel Luis Manso será reconocido por la unidad que le ha visto formarse como militar desde que salió de la academia, ya como teniente, en 1954. “Yo he trabajado tan contento que no necesito que me premien, pero es un reconocimiento de mis superiores, una muestra de cariño que me alegra mucho”. Son las palabras del coronel Manso, mientras descansa tranquilamente en su casa, rodeado de cientos de recuerdos que, como él mismo dice, “me han ido regalando, yo no he comprado nada de lo que hay aquí”.
Tuvo una dura infancia, marcada por el fallecimiento de su padre, comandante de La Legión que murió en batalla cuando él solo contaba 6 años de edad. Su madre tuvo que sacar adelante al pequeño Luis y a sus tres hermanos. “Ver a tu madre enferma es muy duro. Yo le preguntaba dónde estaba mi padre y ella no me respondía, hasta que un día, tras mucho insistir, con 9 años me dijo: Tu padre ha muerto dando su vida por España y eso espero que hagas tú”.
Quizá las palabras de su madre o tal vez la influencia de su padre fallecido heroicamente fueron decisivas en su decisión, pero lo que está claro es que el joven Manso sabía que su destino era seguir los pasos de su padre y en 1950 ingresó en la Academia General Militar de Zaragoza. Pero las cosas no fueron fáciles y un accidente durante unas prácticas a caballo a punto estuvo de frustrar sus sueños de convertirse en militar. “El caballo que iba delante coceó al mío y me rompió la rodilla. Me caí y me arrastró. En el hospital me dijeron que estaba inútil y que no podría seguir la carrera militar”.
Pero Manso no se rindió y tras acudir a un médico que le intervino quirúrgicamente, pudo regresar a la academia militar. “En los cuatro años de formación no pude salir en los permisos que teníamos para dar una vuelta con chicas o tomarte una copa porque teníamos que llevar botas altas y, aunque podía andar, no me las podía poner, así que me tiré los cuatro años de academia sin salir a la calle para nada”.
En diciembre de 1954 llega a Ceuta y lo primero que hace es dirigirse a la iglesia de la Patrona para arrodillarse ante la Virgen de África y rezar. Pero su destino le esperaba en Marruecos, donde se incorporó a las Fuerzas Regulares Indígenas. Allí permaneció seis años hasta que se produce el repliegue del Ejército Español. El entonces teniente Manso es uno de los últimos en abandonar territorio marroquí, tras servir en una de las zonas más conflictivas del Protectorado.
Al llegar a Ceuta conoce a la que sería su esposa, Mary Rony Serrano, que entonces solo tenía 16 años, once menos que Manso. Con ella ha tenido dos hijos, María Luisa y Juan, quien ha seguido los pasos de su padre y abuelo.
Su labor social y su apoyo a las viudas de Regulares también es ampliamente conocida y durante años se encargó de organizar la conocida como ‘La fiesta de las viudas’ en los Jardines de la Hípica, un acto para recaudar fondos destinados a estas mujeres que se vieron desamparadas tras perder a sus maridos. “Era un trabajo más. Había que visitarlas en Navidad o cuando estaban enfermas porque en esa época tampoco había hospitales”.
Son varios sus destinos mientras permanece en Regulares durante 30 años, hasta que en 1986 asciende a coronel. A lo largo de toda su trayectoria ha recibido numerosos reconocimientos y condecoraciones, como la Medalla de Oro de Protección Civil, el Escudo de Oro de la Ciudad o la Medalla de Oro de la Uned, entre otros muchos.
Aunque en 1995 se retira, nunca ha abandonado totalmente su vinculación con el Ejército y durante los últimos años ha colaborado activamente con la Comandancia General de Obras. “De uniforme he estado 70 años, de los cuales, los últimos 30 lo he hecho sin cobrar, sólo mi pensión lógicamente, pero no me importaba porque he sido muy feliz haciéndolo y he tenido la oportunidad de ofrecer más de 300 conferencias”.
Solo hace unos días que Manso decidió retirarse definitivamente de su vida militar. Ganas no le faltan para continuar, pero las secuelas de dos graves accidentes le imposibilitan continuar activamente en la tarea a la que dedicado tantos años.
Así es el coronel Manso, un hombre que ha dedicado toda su vida al Ejército. Su casa es claro ejemplo de ello, cualquier esquina rezuma vida militar y recuerdos, como el del billete que su padre llevaba en el bolsillo cuando cayó herido de muerte, las cartas que cariñosamente le han dedicado sus superiores o la bandera que le regalaron cuando ascendió a coronel. Recuerdos de toda una vida militar que conviven con otros, como el del retrato de la Virgen de África, obra del pintor ceutí Temístocles a mediados de los años 50.
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