“Cuando salí de mi tierra volví la cara llorando porque lo que más quería atrás me lo iba dejando”. Esa cinta de casete como recuerdo de nuestros abuelos y El Emigrante de Juanito Valderrama vuelven a sonar hoy. O, quizás, y solo quizás, nunca dejó de hacerlo.
Muchos son los ceutíes que dejaron en otras épocas con lágrimas en los ojos su tierra, su “isla”, como algunos la llaman. Pero no todos marcharon al extranjero. Algunos como Antonio y su familia en 1988 “se tramontaron”, como dirían en mi tierra, pero más cerca. Concretamente a Barcelona. Finalmente, en 1999 acabarían mudándose a donde residen ahora, en Hospitalet de Llobregat.
Antonio Lledó Rodríguez es un ceutí de 52 años que lleva más de 30 viviendo y trabajando en Cataluña. Antonio es un autónomo repartidor de paquetería en general de una multinacional americana, que en la ciudad puede tener unos 80 autónomos más como él y en toda la provincia “seremos unos 200”. El ceutí se encarga concretamente del barrio de Sant Gervasi-La Bonanova.
“En estos tiempos difíciles de coronavirus”, reconoció que “hay zonas donde ha bajado la faena, por lo que para que la gente no se quede sin trabajo, no estamos repartiendo para que todos podamos facturar”. Por ello, esta semana se la ha tomado de descanso para que su compañero pueda también trabajar. “Somos autónomos, todo es nuestro, tenemos nuestra furgoneta y facturamos cada mes dependiendo del servicio que se haga”, continuó.
No obstante, Antonio explicó que “la faena ha bajado un 15 o 20 por ciento en este mes”, aunque “se ha mantenido, e incluso hay compañeros de otras compañías que aseguran tener más trabajo porque como a la gente le da mucho miedo salir de casa pide a domicilio”. En este sentido, el ceutí comentó que el reparto a las tiendas se ha reducido porque están cerradas y en los polígonos industriales igual, pero las entregas residenciales “están aumentando porque la gente está comprando incluso más por internet, hasta el desodorante”.
A pesar de todo, esta nueva realidad en la que vivimos desde hace más de tres semanas no le está afectando en su día a día porque “aproximadamente este mes de marzo he facturado como el del año pasado”, solo que ahora reparte con guantes y “me lavo las manos continuamente con desinfectante”.
En lo que sí ha cambiado su rutina es en que “ahora se circula estupendamente” y en las entregas, el trato con el cliente, pues al llegar a un domicilio “en el nombre y apellidos de la recogida ponemos COVID-19 para evitar que la persona tenga que firmar y que nadie a parte de nosotros toque la máquina, dejamos el paquete en la puerta o en el ascensor porque muchos no quieren ni que subas y ya luego baja el destinatario a recogerlo”, relató.
No obstante, en la vida de Barcelona “se nota y mucho” pues “a primera hora de la mañana como los supermercados reponen hay unas colas bestiales, pero a mediodía ya no hay nadie” y “en los mercados tradicionales hay mucha menos gente”.
Antonio reconoció que la gente está respetando las distancias de seguridad en los supermercados y que “casi todo el mundo va protegido con sus mascarillas y sus guantes y tal, aunque hasta la semana pasada no había mascarillas en ninguna farmacia de Barcelona porque estaban todas agotadas”.
Antonio vive junto a dos de sus hijas, una de 23 y otra de 21 años, que también han tenido suerte porque aunque trabajaban en tiendas de ropa “no les han hecho ERTE por ahora”, al igual que su otra hija, también de 21,que “al ser teleoperadora puede trabajar desde casa”. Pero ninguna se atreve a salir del hogar así que él va a hacer la compra.
Este caballa tenía previsto bajar a Ceuta en Semana Santa “porque hace muchos años que no la veo, pero este año se me ha torcido”. Así que, “si todo va bien”, volverá a su tierra natal a finales de agosto como cada verano. “Echo mucho de menos la tierra y más ahora, nunca me he adaptado a vivir aquí... también el olor a mar porque aquí el mar no huele”, confesó.