Aunque a finales del siglo pasado se iniciaron algunos intentos para reubicar las investigaciones y los estudios médicos, ha sido en esta centuria cuando se están dando unos avances relevantes. En mi opinión, es posible que el Coronavirus también haya contribuido a replantear algunas de las cuestiones sobre las vías por las que se ha de discurrir para alcanzar un conocimiento más adecuado de las enfermedades y, por lo tanto, para descubrir y aplicar las terapias más eficientes.
La situación actual está sirviendo para que los profesionales de la salud adquieran mayor conciencia de que la Medicina es en la teoría y debe ser en la práctica una Ciencia inter y pluridisciplinar, dependiente de las ciencias biológicas y de las tecnológicas, y conectada, también, con las ciencias humanas y sociales. La razón es, o debería ser, obvia: la causa final de todas ellas es proteger y beneficiar a los seres humanos y mejorar a la sociedad. El diagnóstico, el tratamiento y la prevención -y, por lo tanto la vacuna- de este problema humano, social, político y económico ha sido posible gracias a la colaboración estrecha y continua de los investigadores científicos, de los médicos y de todo el personal sanitario, de los técnicos, de profesionales de los medios de comunicación y, de manera especial, de los pacientes.
Esta obra, oportuna, seria y estimulante, titulada Epistemología e innovación en Medicina (Plaza y Valdés Editores), coordinada y editada por el profesor de Filosofía, David Casacuberta, y por la catedrática de Filosofía de la Ciencia, Anna Estany, pone de manifiesto de manera concluyente la necesidad de replantear el lugar del conocimiento médico y su relación con otros saberes. En los detallados análisis elaborados por 19 especialistas de Ciencias Médicas, Filosóficas, Humanísticas y Sociales, explican de manera rigurosa y de forma clara cómo, poco a poco, se está superando aquella interpretación mecanicista del siglo XX que estudiaba el cuerpo como una máquina compuesta de piezas unidas pero separables.
Los médicos van aceptando que los pacientes desempeñan un papel más activo en la caracterización de su estado de salud, y va creciendo el número de los profesionales de la salud que reconocen que la medicina no es sólo una ciencia sino también un arte. En la actualidad se acepta que la medicina es una ciencia humana fructíferamente relacionada con la antropología, con las humanidades y con las ciencias sociales. Se tiende a encontrar, por lo tanto, una visión más interdisciplinaria y multidisciplinaria de los problemas científicos que se plantean en la medicina, y se camina de manera acelerada hacia una innovación que vaya de la mano de la integración de los saberes biológicos, sociales y culturales. A mi juicio, los diferentes análisis elaborados desde diferentes ópticas disciplinares –desde la Filosofía, la Psicología, la Sociología y, por supuesto, desde las Ciencias Médicas- nos proporcionan una serie de pautas para replantear de manera global la enseñanza y la práctica de los cuidados sanitarios.
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