Se dejó su "mascota" en lo alto de una silla y fue de inmediato por ella, eso sí, cuando se dio cuenta que la había dejado en el lugar donde había pasado un buen rato. Junto de una cerveza y una tapa de gambas cocidas, donde ahora solo se encontraban las "gabardinas" de las gambas cocidas.
Cuando llegue al lado suya, él fue quien me recibió con un muy educado y socializado: "Buenos días", y también me dedicó una sonrisa, que invitaba a una pequeña conversación, que se veía venir.
Los viejos no tenemos nada que hacer y tampoco queremos tener esas obligaciones.
Ya hemos tenido muchas al cabo de nuestra vida, que si el trabajo, la mujer, los niños, y ahora lo que debemos de hacer es evadirnos de lo que hemos hecho antaño y hacer los que nos venga en gana, y las obligaciones, de ellas me río yo, por ejemplo, de tener una mascota, o cualquier otra cosa, nietos incluidos.
Tantas aventuras y desventuras tendrían que tener este hombre, que ahora estaba enfrascado en su teléfono móvil y no paraba de trastearlo y escuchando audios de sus presuntos amigos del wasap.
Pero bastó con indicarle un nombre, de una persona, para que sus ganas de desvelar cosas salieran a la palestra y se pusiera en marcha "la sin hueso", que tanto nos gusta, y eso que siempre le achacamos los "trastos" a las mujeres, pero hay que ser sinceros al añadir que nosotros no nos quedamos atrás.
"La mujer también se jubiló y como tiene casa en Estepona pues está aprovechando las vacaciones para estar por esa zona y poder darle un poco de leña a su "burra", que tanto le ha costado, y cuando puede, pues le gusta que se desahogue y "rule" por las bonitas carreteras que tenemos por Málaga y Cádiz, en especial.
Yo recuerdo mi primera subida a Ronda, ya hace unos pocos de años, donde las curvas eran tantas que salían mis acompañantes mareados, como si se hubieran tomado unas pocas de "copas".
Y es que esa ruta es tan atractiva que se la recomiendo a todo el mundo.
Sus buenos bares de carretera, las buenas "chacinas", gracias a las matanzas familiares que se hacen por esos pueblos de Jimena, Ronda, Algatocin, no está pagado con nada. Hay que vivirlo, por lo menos una vez en la vida.
Y en esta época ir a buscar las auténticas y magníficas castañas "pilongas" de la zona de Ronda, que tiene su nombre por la facilidad con que se les quita la piel a ese fruto, y si se puede para por la tarde en algún pueblo y disfrutar de las castañas asadas, con esas veteranas ollas, con sus agujeros, la leña y condimentado con la sal gorda de nuestras salinas de San Fernando, esto os aseguro que "resucita a un muerto", y lo principal estar en plena naturaleza, rodeado de árboles de todos los tipos, y gozar como un enano de la paz, que se añora desde las ciudades de donde provenimos, aunque no sea industrial y tan contaminada como las hay por todos los rincones de nuestra geografía.
Los buenos churritos tanto de patata, como las clásicas "porras", allá en la Estación de San Roque, con el café al gusto, que te hace despertar de una jornada y darte una corriente para lanzarte a la carretera, pero entonces nos impregnamos de los olores de las tahonas y como si fuéramos solo olfato vamos volando hacia los despacho de pan, donde solo ver los distintos panes nos alimentan y pensar en darle más sabor con un poco de aceite de oliva que también se vende y hace por esta zona, con ajito restregado, se nos hace la boca agua. Y para rezar el rizo nos fijamos en los pasteles y es cuando pensamos muy seriamente en quedarnos a vivir allí una buena temporada.
Debo de poner sobre la mesa un órdago sobre nuestros pasteles de Ceuta, donde un experto como yo da la certeza que aquí se confeccionan uno de los mejores de toda España, y no es por hacer Patria chica de nuestra Ciudad Autónoma de Ceuta, sino por ser una pura y real certeza.
Y para muestra un botón probarlos, os invito, aunque con mi pensión debéis ustedes de pagaros vuestras sutilezas.
Y lo segundo que tenemos que seguir la ruta con nuestra moto, que está ahí, para algo, para que "rule", y se le vaya la "carbonilla", de los tubos de escape, dándole riendas sueltas a nuestro ímpetu de motero y las ganas de hace kilómetros sintiendo en nuestra sangre la velocidad de nuestro hierro, convertido en máquina, para que el asfalto sea testigo de nuestro vivir en las carreteras, que es nuestra pasión y para eso nos hemos desplazado a la Península Ibérica, para ser libres con nuestra máquina de hacer kilómetros.
Es una manera de desconectar de la rutina, y vivir, eso que tanto nos ha costado, y sigue costando y ahora estamos gozando.
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