Tras el escándalo que ha salpicado al corazón de Emvicesa empieza el interés por la transparencia. Un interés sometido al miedo a volver a meter la pata, que ha transformado la promoción de las 317 en una de las más vigiladas. En el último Consejo de Gobierno se nos confirmó la apertura de un expediente tras detectarse una ocupación irregular, es decir, que una de las viviendas la estaba disfrutando alguien distinto a su adjudicatario. Hay una seria amenaza de resolución de contrato que supondría la retirada de la casa.
Claro, una mira hacia atrás y se da cuenta de las barbaridades que se han permitido en materia de vivienda municipal. La de escándalos que se han denunciado, la de nulos controles que se han puesto en marcha para, al igual que ahora se hace en Loma Colmenar, controlar si las viviendas estaban siendo ocupadas por sus adjudicatarios o se estaba permitiendo la existencia de ‘alquileres fantasma’.
Ha sido un suma y sigue de casos que han terminado por dar forma a una costra de reacción social profundamente negativa en torno a todo lo que tenga que ver con los procesos de adjudicación de viviendas. De hecho en los juzgados se sigue investigando el presunto fraude en la entrega de casas, mientras en los corrillos de calle se habla más de lo que se pone en conocimiento de la autoridad judicial. Ése es nuestro gran drama, ser unos quijotes en la calle y unos cagados ante la Fiscalía o ante un juez.
El espíritu de la transparencia que ahora domina cualquier paso en este asunto debería haber sido la bandera a seguir en todos los departamentos y desde el inicio de la gestión pública, sin someterse ni plegarse a miedos, a denuncias, a procedimientos judiciales. Actuar porque se debe, ejercer la política como se tiene que hacer, evitar las desviaciones en el camino no por miedo sino porque deben estar condenadas a la actuación pública concebida en estado puro.
No es cuestión de dar el salto cuando el gato te arañe, se trata de saber reaccionar a tiempo para evitar que las malas conductas, los fraudes y la oscuridad sean las dominantes ante asuntos en los que se manejan bienes públicos y se juega con dramas.