En la historia de las religiones se puede ver cómo, a lo largo de todos los tiempos, las mismas han sido causa de odios, persecuciones, violencias, excomuniones, atrocidades, sufrimientos y hasta de guerras violentas. Lo mismo en nombre de Dios que actuando contra Él, a veces, se ha matado y hasta declarado las guerras santas. Y eso ha venido sucediendo desde el siglo I de nuestra Era cristiana.
Normalmente, el fanatismo religioso de origen tiene como punto de partida una dimensión afectiva desintegrada en la vida de quien lo vive. Es muy probable que la persona que de adulto se convierte en fanático religioso, es porque en su infancia no se sintiera suficientemente amado por sus padres; quizá porque no se diera una identificación adecuada con su rol materno, por provenir de una familia desestructura, donde las necesidades afectivas no fueron bien alimentadas espiritualmente y la figura paterna haya infundido un ambiente demasiado severo o rígido en la educación. Muchas de estas personas cuando crecen llegan a su vida adulta desvalidos afectivamente y en este marco contextual se topan con la religión, o bien de forma casual o porque se busca de propósito llenar algún vacío que se tenga o se sienta por “algo” que les ayude a sentirse mejor, como una especie de “terapia sobrenatural”, pues muchas veces la religión, basada en el amor que en Dios se pone o se espera sana profundamente.
Por lo tanto, su familia en su psicología viene a ser sustituida por el grupo religioso y esto viene a compensar internamente con creces lo que no tuvo, pero sin que realmente haya un proceso consciente de sanación interior de las heridas emocionales del pasado. No tiene nada de malo sentir que se comparte un ideal cristiano y que el grupo se experimente “como familia”, pero siempre y cuando no se tome inconscientemente como una forma de auto compensar las heridas emocionales pasadas.
"Pienso que las religiones todas, o al menos la inmensa mayoría de ellas, se profesan con la sana intención de practicar el bien y evitar el mal"
Ser creyente de una religión concreta, sea la que fuere, no debería ser tenido por nadie, ni por otras religiones, como algo malo, sino todo lo contrario; porque las personas necesitamos creer en algo transcendental o divino, ya que eso forma parte de nuestra propia existencia, porque en ello nos han formado y nos han hecho creer nuestros padres y, sucesivamente, todos nuestros antecesores. Todo el mundo y en todas las épocas la gente no ha hecho más que preguntarse por los secretos que encierra la vida de las personas, los animales, la naturaleza y las plantas, de dónde procedemos o quién ha podido hacernos con tanta perfección, con nuestros cinco sentidos y las múltiples complejas funciones que cada órgano realiza dentro de nuestro organismo.
Si se piensa reflexivamente en cómo funciona el cerebro, yo, personalmente, creo que no hay más remedio que creer en que algo sobrenatural debe regir el mundo y la vida misma. Mas, si yo soy cristiano, lo lógico y razonable es que piense en que el supremo hacedor de todo es Dios, mi Dios, en el que creo. En cambio, para un musulmán será también más que lógico y razonable que crea en su Dios, y lo mismo ocurrirá a los de las demás religiones, que creerán en el Dios de su propia fe, según lo que a cada uno le dicte su conciencia. En Ceuta, en concreto, conviven y se llevan bastante razonablemente bien hasta cuatro religiones y no les va mal; se toleran y se respetan mutuamente los unos a los otros. En ese sentido, yo diría que la ciudad ceutí puede ser considerada escuela de convivencia y tolerancia.
Ahí es donde creo que empiezan los verdaderos peligros de una religión, porque esa forma tan radical de ser y de pensar es la que desata iras, odio, rencor, pasión y violencia. Y, dentro del siglo actual, se están orquestando demasiadas campañas y duros ataques de violencia, mofa y escarnio, sobre todo, contra el cristianismo y el islamismo, arremetiéndose contra sus símbolos más sagrados por fundamentalistas que son incapaces de comprender, ni de tolerar, ni de respetar la libertad religiosa.
Quizá fuera durante la primera década que comienza en 2006, cuando algunas religiones comenzaron a desviarse hacia cierto fanatismo no sólo en su favor favor, sino también en contra, caracterizándose en ambods casos por la proliferación de libros, comentarios, caricaturas, viñetas y guiñoles, con los que en algunos medios de comunicación y, sobre todo, en las redes sociales, se ejerce una exacerbada crítica contra la religión católica y la musulmana. Y eso, no hace sino enconar el odio y agitar la violencia.
Cito casos lejanos, como los que por entonces se dieron del cantante inglés Elton John, estrella de la música “pop”, que el 12-11-2006 afirmó en el periódico “Observer” que Roseann O'Donnell, más conocida como Rosie O'Donnell, que es una comediante, actriz, productora ejecutiva y presentadora de televisión estadounidense, nacida el 21-03-1962. Pues, entre sus múltiples premios se hallan el Daytime Emmy y el Primetime Emmy. Comenzó su carrera realizando comedia en vivo en clubes nocturnos, en los que convierte a la gente en “odiosos roedores”. En una entrevista comparó al cristianismo con el islamismo más radical, en un programa de difusión nacional. Y ni una ni otra religión debieron ser ofendidas. En Australia, Pamela Bone, en el periódico “Australian”, acusaba el 15-08-2006 a las religiones en general de “ser responsables directas de incontables conflictos mundiales, que han dado como resultado la pérdida de millones de vidas humanas”.
En Canadá, el escritor Christofer Hitchens, expresaba el 18-11-2006 en el “Nacional Post” que odia la religión; atacó ferozmente a la madre Teresa de Calcuta que tanto bien hizo por la gente pobre y marginada, aseverando que “la principal fuente de odio es la religión”. El escritor norteamericano Gam Harris ha agregado una breve secuela (112 páginas) a su libro de 2004 “The end of faith (El fin de la fe), y en una presentación en la Biblioteca Pública de Nueva York el 26-10-2006 en el “Washington Post”, condenaba lo mismo al Dios del Antiguo Testamento que al del Nuevo Testamento, comparando la historia de Jesucristo con un cuento de hadas y criticando al Corán musulmán. Y lleva vendidos cientos de miles de ejemplares, con el efecto perverso que ello produce a religiones, describiendo a la religión como “un matrimonio desesperado entre la esperanza y la ignorancia, y que la religión promueve la intolerancia”, circunstancias que parecen n o adecuarse a la auténtica realidad.
"Los líderes religiosos y sus adeptos tienen la grave responsabilidad de promover y fomentar las buenas relaciones"
Los seres humanos hemos nacido libres. Y, dentro de esa libertad, están las de culto y pensamiento, en un sistema de libertades religiosa, ideológica y política. Pero la libertad civilizada no significa que cada uno pueda ir por la vida a merced de sus variables pasiones y egoísmos ex céntricos, sino que la vida ha de estar ordenada siempre hacia un fin moral y ético. Tocqueville nos lo dice: “No se puede ser libre sin tener creencias morales, porque la misma libertad es una idea moral”. Indudablemente, libertad no es ir haciendo por la vida lo que a cada uno le dé su real gana en perjuicio de los demás, que también son libres y merecen el mismo respeto.
La libertad debe de encauzarse y reconducirse a hacer lo que de forma responsable y prudente se debe hacer sin herir a los demás. Toda libertad tiene que ir acompañada de raciocinio, sentido común, mutuo respeto y responsabilidad, pues de lo contrario la vida sería una serie inconexa de actos caprichosos que entrarían en colisión estruendosa los unos con los otros. No se puede ser libre sin tener principios éticos, y la religión (sea la que fuere) normalmente es una de las principales fuentes de esos buenos principios morales, aunque no siempre suceda así. Y en una iglesia, en una mezquita, sinagoga, etc, creo que, en general, nunca se enseñan cosas malas.
Libertad religiosa también significa que, antes de la confrontación y de la violencia, deben siempre darse el diálogo, el respeto y la debida consideración hacia todas las creencias. Los líderes religiosos y sus adeptos tienen la grave responsabilidad de promover y fomentar las buenas relaciones, la moderación y el entendimiento, para así tratar de eliminar tensiones y enfrentamientos entre religiones, personas y pueblos. Y la fe religiosa debe ser siempre elemento de moderación, pero nunca de fanatismos violentos incluso cuando los que los sufren se están defendiendo contra ataques religiosos, porque pretender resolver la violencia con más violencia, en lugar de solucionar los problemas, los aviva más y los empeora.
Más, las personas y los pueblos de fe, deben esforzarse siempre en crear civilizadamente plataformas e instrumentos para el diálogo y la reflexión, en orden a promover y fomentar entre todos un clima de diálogo, tolerancia, entendimiento y paz, que es uno de los bienes más preciados que en la vida se tiene; pero que jamás debemos enfrentarnos unos y otros por el solo hecho de tener creencias diferentes.
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