Empiezo el artículo corrigiendo un dato que expuse ayer, de tal manera que el prejuicio que identifica a la persona con un problema de salud mental con un comportamiento agresivo es un falso mito.
Así, la relación exacta es que, de la totalidad de actos violentos registrados, en tan solo el 4% de ellos había una persona diagnosticada detrás. En realidad, nuestro colectivo tiene bastantes más probabilidades de sufrir violencia que de protagonizarla.
Sin embargo, vamos a analizar el dato según el cual, en alguna ocasión, se produce un episodio nunca deseado.
Esta circunstancia se explica desde un enfoque antropológico. El argumento es que la naturaleza humana puede expresarse en términos de maldad, o de bondad. Es decir, una persona es violenta independientemente de si tiene o no un diagnóstico.
Además, multitud de factores vitales condicionan al individuo, por lo que explicitar violencia y salud mental, es cuanto menos inexacto y anticientífico. No hay causa-efecto.
Por otro lado, es cierto que una persona en pleno brote psicótico puede tener alterada su capacidad de reflexión, y sea oportuno un ingreso.
La cuestión sería entonces diseñar un sistema de atención que procure la continuidad de los cuidados, y vigile una posible descompensación para intervenir en una fase temprana, cuando todo es más fácil.
Es decir, acercar el sistema al entorno comunitario de la persona para favorecer la recuperación, sin temor a una fractura vivencial como es un ingreso.
La implantación de un sistema asertivo y comunitario exigirá un esfuerzo de recursos, al dotarse de equipos de apoyo domiciliario, pero a cambio, el costoso fenómeno de la “puerta giratoria”, de ingresos y reingresos, se reduciría drásticamente.
Este modelo, además, se compagina mucho mejor con el mandamiento y con el ejercicio de los derechos humanos, postulados en el texto de la Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad.
Resulta más ventajoso e ingenioso examinar el origen de los desajustes, antes que encontrar remedio cuando se ha desatado la gravosa complejidad.
Para lograr la recuperación comunitaria de las personas afectadas por un problema de salud mental, en Acefep hemos ideado un programa, de gran valor terapéutico, que sirva de intermediación entre el ambiente sanitario y social, y que hará más llevadera la inclusión social ante una nueva realidad, sin fracturas.
Como siempre digo, cuidar de la salud mental es cuidar el lenguaje sobre salud mental.
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