Opinión

Las construcciones escolares de nunca jamás

Uno de los problemas estructurales, devenido ya en clásico y hasta entrañable, es la raquítica y errática política de construcciones escolares en nuestra Ciudad. Todos los documentos que diagnostican la realidad social, económica o política de Ceuta hacen una enfática mención a la escasez y obsolescencia de la red de centros docentes. Durante más de dos décadas la adecuación de la oferta de puestos escolares a la demanda efectiva se ha llevado a cabo a través de un desordenado, imaginativo y voluntarioso proceso se reutilización de los espacios. Esta reconversión tiene su precio en términos pedagógicos. Priorizar el aula convencional frente a otro tipo de espacios especializados (salones de actos, bibliotecas, laboratorios de idiomas, etc…) supone una inocultable merma de la calidad de la enseñanza. Ni aun así. A pesar de este ímprobo esfuerzo para sustituir una política racional de construcciones escolares por una sucesión de soluciones improvisadas, no se ha podido evitar que durante más de veinte años la ratio de alumnos por grupo de Ceuta fuera un auténtico escándalo (por supuesto record de España) y un componente determinante de los obscenos índices de fracaso escolar que padecemos y ante los que ya hemos claudicado.

Como un claro exponente de este sonrojante déficit, baste con recordar que todavía existen en nuestra Ciudad centros docentes creados administrativamente que carecen de edificio propio, como es el caso de la Escuela Oficial de Idiomas o la Escuela de Arte. No se atisba solución ni a medio plazo

¿Cuáles son las razones para que esto suceda así? Quienes han asumido la correspondiente responsabilidad, en cada momento, siempre se han agarrado como un náufrago al socorrido “en Ceuta no hay suelo”. Es una media verdad. El suelo es escaso, pero suficiente, Este cómodo latiguillo se ha utilizado como excusa (con apariencia de verdad) para no tener que dar más explicaciones sobre lo que constituye, sin duda, un fiasco histórico inducido voluntariamente. Quizá haciendo un repaso sobre la “construcción” del nuevo centro del Brull, se puedan desentrañar las claves de este esperpéntico y asombroso fenómeno.

Corría el mes de marzo de dos mil diecisiete cuando el Ministerio de Educación (entonces dirigido por el PP), abrumado por la presión sindical, socia, política y aritmética (los niños y niñas ya sencillamente no cabían en las aulas), anuncia públicamente su decisión de construir un nuevo centro docente. ¡Albricias, por fin el Ministerio se ha dado cuenta de que es necesario disponer de aulas para dar clase! La parcela elegida era el antiguo cuartel del Brull, en pleno centro de la Ciudad.

Una decisión extraña. En primer lugar, porque el crecimiento de la población se produce en otros distritos y, salvo que se pretendiera rescindir los conciertos con los centros privados (no parece ser el caso), no existen graves problemas de escolarización en aquella zona; pero, en fin, más vale un centro en cualquier sitio que en ninguna parte. Pero es que, además, la parcela seleccionada “tiene una forma irregular, un fuerte desnivel, cuenta con restos arqueológicos y arbolado protegido, se encuentra en la zona de influencia de un BIC y puede estar afectada por la apertura de un vial” (este texto está copiado de la ficha técnica de la administración competente). Hay más “peros”. La parcela fue de uso dotacional cuando era propiedad de Defensa; la Ciudad la recalificó para uso residencial y se la compró al Ministerio de Defensa por once millones de euros para construir viviendas. Cambio de opinión. La Ciudad se la cede al Ministerio de Educación, pero para uso dotacional, no para vivienda, con lo cual no se puede otorgar licencia urbanística y hay que recalificar, de nuevo, para volver al uso original (por medio, además del tiempo perdido, once millones que alguien estará disfrutando encantado de la vida.

El suelo es escaso, pero suficiente, Este cómodo latiguillo se ha utilizado como excusa (con apariencia de verdad) para no tener que dar más explicaciones sobre lo que constituye, sin duda, un fiasco histórico inducido voluntariamente. Quizá haciendo un repaso sobre la “construcción” del nuevo centro del Brull, se puedan desentrañar las claves de este esperpéntico y asombroso fenómeno.

Así pues, el Ministerio y la Ciudad, de común acuerdo y envalentonados, se disponen a arrostrar todos estos problemas (que no son pocos) y dotar a Ceuta, en “breve”, de un nuevo centro integrado (quiere esto decir que impartirá desde educación infantil hasta bachillerato) que reducirá considerablemente la ratio. Al menos, eso decían. La inversión la ejecutará la Dirección General de Infraestructura del Ministerio de Cultura. El Ministerio de Educación, una vez transferidas las competencias, ya no tiene nada que gestionar directamente y por ello carece de un órgano para ejecutar inversiones... ah, perdón, ¿y Ceuta, Melilla y el Exterior?… bueno, eso son poca cosa, lo acoplamos al Ministerio de Cultura que como antes (hace veinte años) estaban unidos, algún funcionario quedará por allí que sepa de qué va la cosa.

Se decidió así mismo, que el centro fuera financiado con fondos europeos (la vocación inversora de los Gobiernos en Ceuta nunca ha sido muy fuerte), y se incluyó en el Programa Operativo 2014/2020 (como las obras se podían justificar hasta el 2022, había tiempo de sobra). Y así empezó a andar el proyecto que se encargó y se redactó.

El primer obstáculo (la recalificación del suelo) tardó en superarse un ¡año y nueve meses! Por fin, en diciembre de 2018, el Consejo de Ministros declara la infraestructura como excepcional y urgente (es conveniente contener la risa) y la parcele queda calificada como uso dotacional equipamiento educativo sin necesidad de modificar el PGOU. Así son las cosas excepcionales y urgentes.

Y entonces, llegó la encarnizada “lucha por el vial”. Había que resolver el problema del dichoso vial (necesario para comunicar la parcela), que costaba un millón de euros, y nadie se ponía de acuerdo en quién debía asumir su coste. Entre el Ministerio y la Ciudad, la Ciudad y el Ministerio, el arquitecto de aquí y el consejero de allá, desperdiciaron ¡dos años y diez meses! en tan interesante y productivo debate. El mes de octubre de 2021, la Ciudad acuerda formalmente la cesión de la parcela para la construcción del macro centro.

Pero en la vida nada es fácil. Durante este prolongado y desesperante periodo de espera, surgen “otras necesidades”, se reformula el Programa Operativo de los Fondos Europeos y desaparece la financiación prevista para el Brull. Tranquilidad, no hay problema, el Ministerio asume la inversión como propia y la financiará íntegramente. Ese era el plan. Pero claro, siempre surgen imprevistos. Al mismo Ministerio se le cumple el plazo de la cesión de terreno que tenía en Rabat para hacer un centro docente; así que antes de que expire el plazo (y haya que devolver la parcela) hay que adjudicar la obra, lo que supone destinar a ello los fondos disponibles (entre ellos los previstos para el Brull). Otra vez nos toca esperar. Las prioridades son las prioridades. Para resolver este “nuevo” problema, y poder llevar a cabo el procedimiento de adjudicación de la obra, el Consejo de Ministros tiene que acordar la inversión plurianual (que ahora será de casi 18 millones y tres años de ejecución). Y en esas estamos. Esperando. A la Educación en Ceuta siempre le toca esperar. Ya han transcurrido cinco años desde que se inició tan apasionante aventura. Y todavía ni se han adjudicado las obras. Posiblemente, si no pasa nada más (que pasará), y siendo muy optimistas, quizá se pueda empezar a dar clase allí en el año 2027. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

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