Opinión

La Constitución contra la Nación

Han tenido que pasar unos cuantos años, muchos, entre la penumbra para que pueda salir a la luz, también a mi luz, el porqué de la inexplicable destrucción, gota a gota, paso a paso, de nuestra Nación. Y ha sido la mente lúcida de José María Marco (Después de la Nación), la que ha puesto negro sobre blanco lo que muchos ignorábamos, no comprendíamos o ni siquiera nos atrevíamos a pensar por considerar ese pensamiento una locura imposible. Esa Nación patria común e indivisible de todos los españoles que tiene dentro el cáncer maligno, ya metastásico de las nacionalidades y autonomías, y que ni siquiera al cabo de cuarenta y seis años ha sido capaz de imponer una sola lengua, el español, en la enseñanza en todo el territorio. La Constitución había sido elaborada para destruir la nación española. Por ello para frenar a unos con expresiones grandilocuentes como que “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española patria común e indivisible de todos los españoles” a continuación añade “ y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran”, para disolver esa patria común e indivisible, junto a la grandeza de la Nación se permite el desguace de competencias del Estado bajo la falsedad de las nacionalidades y regiones, el mecanismo de desmontaje contenido en el Título VIII, con el contradictorio artículo 150.2, por la imprecisión de la atribución de competencias permitiendo la transferencia de competencias exclusivas del Estado a la Autonomías y las Disposiciones Adicional Primera, que proclama el amparo y respeto de los derechos históricos de los territorios forales lo que sin permitir algo más que un recuerdo protocolario ha permitido a los separatistas del PNV, hincar el hierro consiguiendo el Concierto vasco y el Convenio navarro, y la Disposición Transitoria Cuarta que permite la anexión de Navarra al País Vasco.

Ya el País Vasco y Cataluña parecen estados asociados donde no aparece la luz del Estado financiador, y en estos días, paradójicamente, ha habido gran algarabía en el País Vasco porque la Federación Internacional de Pelota Vasca permitirá enfrentarse a la “nación” Euskadi contra la nación España. La bandera no ondea en los sitios oficiales, la Guardia civil va siendo expulsada Cataluña, l País Vasco, Navarra y las policías autonómicas las van sustituyendo en controles de fronteras, aeropuertos, inmigración, competencias propias de una Nación que se van perdiendo en favor de esas autonomías, hasta el deje andaluz los del PP lo quieren convertir en signo diferenciador de lo común, idiotas que no falten. Por ello cuando se pide a la oposición del PP un plan estratégico nacional que se oponga al sanchismo traidor , que enerve la política cultural y rearme ideológicamente el sentido de la Nación una e indivisible, con una sola lengua, una sola Sanidad pública, una sola Enseñanza, una sola Justicia, una sola Policía ,nunca aparece. Dicen que de los siete padres de la Constitución, cuatro eran conservadores, Herrero de Miñón, Gabriel Cisneros, Fraga, y Pérez Llorca. Es decir este PP está igualmente en la lenta destrucción de la Nación española. Concepto discutido y discutible, diría Zapatero. Por ello no favorece el español en las autonomías en las que gobierna y como en Cataluña, en Baleares también se prima la lengua menor en lugar del español. Como no tendrá ningún reparo en pactar con los independentistas, porque una cosa es que alguna vez voten o no determinado impuesto o propuesta y otro pactar con quien desea ardientemente la independencia de un territorio español.

El maldito rompecabezas mediante el cual la Constitución es la norma fundamental que nos ha salvado durante cuarenta y seis años llevaba una cláusula oculta con efecto retardado, un entendimiento tácito soterrado, una condición implícita que nadie mencionó, pero que latía en la entraña invisible de la operación. Este sobreentendido fantasmal, aunque aceptado por todos los padres escribidores de la Constitución y demás familia, fue la desaparición de España como Nación, precio consentido a pagar para conseguir que el tránsito del franquismo a la monarquía parlamentaria fuese suave y pacífico. José María Marco señala que la decisión fue deliberada, y la cuestión fundamental en estos momentos es que deliberada o no, se está cumpliendo. Y todo ello con el apoyo explícito de la oposición del Partido Popular.

El partido Popular por supuesto critica la corrupción del PSOE, aun cuando no con la fuerza que debería, ya que ese partido, aun en menor escala también ha sido objeto de corrupción, pero está siendo cómplice , o si se desea sujeto pasivo e inane de la aparición en Cataluña de un estado libre asociado similar al ya materializado en el País Vasco y no ha ayudado a las familias ante la imposibilidad de escolarizar a sus hijos en el español lengua común en la superficie nacional, todo lo contrario, ha apoyado la utilización de lenguas cooficiales y en el Congreso de los Diputados obligando a sus diputados a recurrir a la interpretación simultánea para enterarse de los que dicen sus colegas y no ha criticado el compromiso del presidente del Gobierno con la suficiente energía, por reunirse con un golpista condenado y amnistiado inconstitucionalmente en un país extranjero, ni la salida a la calle de terroristas sanguinarios retorciendo la ley, ni la supresión de la bandera española en la fachada de centenares de Ayuntamientos, entre otros cientos de ejemplos. Manifestaciones contra el Gobierno pocas, actitudes melindrosas por temor a no se sabe qué, hacen de la oposición un partido más afín al Gobierno.

En base a ello, cuando reflexionaba sobre la falta de desarrollo del artículo VIII que otorga como misión a las Fuerzas Armadas, no solo garantizar la soberanía e independencia de España y la defensa de su integridad territorial, también el ordenamiento constitucional, me extrañaba que esta garantía y defensa del ordenamiento constitucional nunca hubiera sido desarrollada en alguna ley orgánica. Nunca fue discutida en foros, publicaciones, artículos, ha sido completamente ignorada y eso tiene su objeto en el lento declinar de la Nación de acuerdo con la teoría mantenida por el autor antes citado.

Ahora mantengo que el PP no nos salvará de esta debacle, como máximo enderezará algo la economía, no gastará tan desaforadamente como lo hace el sanchismo y probablemente nos lleve a índices de deuda pública y déficit algo más aseados a los que nos conduce la manirrota política de gasto, hundimiento fiscal de personas físicas autónomos y resto de empresas, de las políticas del Felón, pero se ocupará de otras cosas, como hoy resucita el peón en Andalucía, de las renovables.

Las transferencias a Cataluña, el país Vasco y resto de regiones, continuarán con el PP, las cesiones de competencias del Estado, continuarán con el PP, la imposibilidad de estudiar en español en todo el territorio, no se conseguirá con el PP, la gestión sanitaria única en todo el territorio, no se conseguirá con el PP, la Guardia Civil seguirá con el lento trasvase de competencias a las policías regionales, con Marlaska o sin él, la Nación será menos nación al cabo del periodo del PP. Será tan responsable como lo está siendo ahora el PSOE. Si ustedes ven alguna reacción en contra, por favor, no dejen de avisarme. Estoy deseando equivocarme.

Según el autor la idea de nación había quedado desacreditada por la dictadura y las élites dirigentes se propusieron alejar el nuevo régimen de cualquier referencia nacional al fundar una Monarquía parlamentaria sin verdad nacional que la sustente. El resultado ha sido el tránsito de la «Nación una e indivisible» a la nación «indisoluble», luego al «Estado autonómico» y la «España de las Autonomías», después la «nación de naciones» y, por fin llegamos a la «España plurinacional», donde estamos. Pero en mi opinión esta configuración política carece de futuro.


Porque España ha sido una gran Nación, con una historia y una tradición tras ella que ninguna otra nación del orbe posee. No puede morir porque un grupo de enajenados pretendan crear una nacioncilla de unos tres millones de habitantes donde solo hubo un condado u otra de ocho donde antes hubo un principado. España tiene tras de sí el haber sido griega, fenicia, romana, y visigoda, el haber expulsado al invasor musulmán después de más de siete siglos, el haber descubierto la América que hoy conocemos, el haberse erigido en imperio con Carlos I y reina del mundo con Felipe II, ha sido cuna de genios de la literatura, de todas la Artes y de todas las Ciencias, y ha llevado su lengua a seiscientos millones de personas. No hay otra Nación en el mundo que pueda hacerle par. España ha tenido buenos y malos gobernante, bueno y malos reyes, buenos y malos presidentes de gobierno, ha estado ligada a las dos grandes revoluciones de la segunda mitad siglo XVIII y estrechamente vinculada a la aparición y consolidación de las democracias liberales modernas ha sufrido la tragedia de dos repúblicas que pudiendo haber sido solución desembocaron en tragedia. La última una guerra civil. Después de esta guerra, la solución no puede ser en modo alguno la disolución de España como nación. Esta gran nación no puede caer en manos de unos chantajistas que se amparan en el trampantojo, unos de una cultura diferente al considerar que levantar piedras es el máximo grado cultural al que pueden llegar sus hijos hablando algo que solo unos pocos entienden, otros magnificando “el pan amb tomaca” como la máxima expresión de la gastronomía y su arte el” caganer” cuando lo que hay detrás no es la raíz de nación alguna sino el mangoneo de un gran presupuesto que emana de todos los españoles porque con la cláusula oculta y el terror de la ETA han conseguido mejores pensiones, mejores sueldos y la desaparición del Estado para que nadie los vigile, nade los controle, España paga y se diluye como nación, ¿a quién importa?, desde luego no a los políticos.

De acuerdo en que la Constitución nació imperfecta, los constituyentes en el 78 no hicieron la Constitución que necesitábamos, desde el punto de vista de la consolidación de un sistema democrático, si no la que entonces se podía hacer, los constituyentes no blindaron suficientemente las instituciones encargadas de realizar las funciones de contrapeso, de equilibrio, de control respecto al Ejecutivo. Se eligió la estabilidad y el poder frente a la democracia, por lo que el desarrollo de la Constitución fue absolutamente antitético al espíritu de la Constitución. Pero conociendo esta imperfección, ni siquiera después pudo modificarse sin tocar la Constitución, así la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA redactada por gran experto en derecho administrativo (Garcia Enterria) y pactada entre el PSOE y la UCD, fue aprobada por el Congreso en junio de 1982 e impugnada por los separatistas vascos y catalanes, que interpusieron un recurso previo de inconstitucionalidad, mecanismo que ya no existe y que permitía suspender la tramitación de una ley orgánica o de un estatuto de autonomía hasta que el Tribunal Constitucional resolviera. En una sentencia histórica, ese Tribunal anuló 14 artículos de la Ley. Entre ellos echó por tierra el precepto más importante, que expresaba que «las normas que el Estado dicte en el ejercicio de las competencias que le reconoce la Constitución prevalecerán sobre las normas de las comunidades autónomas».


¿Entonces que se puede hacer? Sea dolosa o no la redacción de la Constitución para la destrucción de la nación española hemos de rechazar de plano el desarrollo de esa idea , y enfrentarnos con nuestras ideas a los privilegios que continuamente y por medio del chantaje obtienen los nacionalistas, con sus condonaciones que pagamos todos, a sus “catajadas” por doquier porque la política exterior es competencia exclusiva del Estado, aunque la oposición siga muda, ni a la transferencia de competencias de control de aduanas, puertos y aeropuertos , por la misma razón anterior, así hasta tener seca la boca o dolida la mano de escribirlo. Aunque la oposición no nos acompañe nunca. Somos los ciudadanos los que hemos de decir basta. No podemos consentir que la Constitución esté contra nosotros, los que formamos la Nación. Y cuando se pueda, modificar la Constitución para que su espíritu coincida con lo expresado en ella.

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