La confirmación este lunes a primera hora de la tarde del fallecimiento de un cabo del Grupo de Regulares número 54 de Ceuta dejó consternada no solo a su unidad, al resto de la Comandancia y a toda la ciudad, sino al conjunto de España.
Así lo atestiguan las múltiples muestras de pesar y condolencias que han manifestado desde el presidente del Gobierno de la Nación hasta el líder de la oposición pasando por todos los representantes institucionales de la Ciudad y el conjunto de asociaciones profesionales del ámbito castrense además del Ministerio de Defensa y el Ejército de Tierra.
A la tragedia debe seguir primero, por supuesto, la solidaridad y la empatía con los familiares, amigos y compañeros del fallecido, así como con el conjunto de las Fuerzas Armadas, cuya labor cotidiana no siempre es debidamente valorada a todos los niveles.
Después tocará a las instituciones responsables dar cuenta con transparencia y responsabilidad de las circunstancias que han rodeado el “accidente durante la ejecución de un tema táctico con fuego real en el campo de maniobras de Bemowo Piskie” que ha causado, según ha apuntado el Ministerio de Defensa, el fallecimiento del cabo, que este año cumplía veinte al servicio del Ejército español.
Tras la tragedia de diciembre, cuando otros dos soldados españoles murieron ahogados en Córdoba durante otro ejercicio, las Fuerzas Armadas están obligadas a revisar todos sus protocolos y certificar que ninguna de estas muertes podían haber sido evitadas o prevenidas con mayor eficiencia. No se trata de buscar culpables, sino de sacar lecciones para intentar evitar otras en el futuro.