La ‘II Semana de la discapacidad y la accesibilidad universal’ ha querido contar este año con la experiencia real de personas que han luchado para que sus limitaciones no se convirtieran en un freno de cara a alcanzar sus objetivos. Un ejemplo de ello es la psicopedagoga argentina Constanza Orbaiz. Durante su nacimiento sufrió una falta de oxígeno por un fallo cardiorespiratorio y doce horas después volvió a repetirse el episodio. Su vida quedaba marcada así con el diagnóstico de parálisis cerebral. Pero ello no consiguió frenar a esta joven de 34 años que llegó a estudiar Psicopedagogía, trabaja en un centro educativo en Buenos Aires y ha sido la promotora del proyecto ‘Desde adentro’, entidad con la que muestra su visión sobre la discapacidad. Ayer participó, a través de videoconferencia, en la última sesión de estas jornadas haciendo un balance desde el minuto uno de su vida cuando su familia “ tuvo que pasar por un proceso de adaptación que es diferente para cada uno”. Totalmente convencida de que la discapacidad “plantea una forma diferente de hacer las cosas” que es necesario “ir descubriendo”, Orbaiz abogaba por un “ámbito inclusivo en el que se permitan hacer las cosas con diferentes tiempos y diferentes formas”. La hoy psicopedagoga recuerda sus años de estudios cuando lo que para otros alumnos era algo habitual, para ella se convirtió en un hándicap a superar día a día.
La ponente recordó que, si bien se ha avanzado en esta materia, aún queda mucho por recorrer
“Tuve que ir a una escuela basada en tutorías para no tener que acudir todos los días porque era agotador”. Aún así su fuerza de voluntad la llevó a la universidad donde cursó la licenciatura de Psicopedagogía. “Estamos restringidos, no solo por nuestra discapacidad, sino también por el contexto que nos restringe aún más”. “Se nos exige que hagamos lo mismo en el mismo tiempo y con los mismos recursos, lo que se torna un camino muy exigente”, explicó la ponente. Orbaiz lamentó que, si bien se ha avanzado mucho en materia de discapacidad, “hace un siglo eran internados y segregados y creían que eran contagiosos”, la psicopedagoga reconoció que aún queda bastante por recorrer, especialmente en su país de origen. “Aunque Argentina se adhirió hace unos años a la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, a los docentes todavía les falta capacitación y las escuelas públicas son un territorio que presentan muchas dificultades”. La inclusión educativa en una escuela ordinaria “con un sistema arcaico” no siempre consigue los resultados perseguidos, a juicio de Orbaiz.
“A veces se fuerza la situación con un coste muy elevado para el alumno porque ahora se confunde incluir al alumno en un aula con el hecho de que todos tienen que hacer lo mismo y lo que se logra con esto es forzar al alumno”, recalcó. La conferenciante se interesó por la situación de la educación inclusiva en nuestro país e incluso quiso conocer el funcionamiento de una tabla de comunicación empleada por Agustín, un usuario del PROI que acudió a la conferencia y que realizó una pregunta a Orbaiz mediante los pictogramas que se emplean en este sistema comunicativo.
La percepción al conocer a un discapacitado
Durante su intervención, Orbaiz explicó al numeroso público asistente cómo ve el resto de la sociedad a personas como ella, aquejadas de una discapacidad. “La primera impresión que tienen de mí es que no los entiendo. Entonces vocalizan y hacen mímica cuando en realidad soy psicopedagoga. Cuando me tienen que dar dinero, cuentan las monedas muy despacio, una a una”, comentó. Es una primera impresión que da paso a otra concepción a medida que la van conociendo. “Cuando interactúan conmigo y comprenden mi forma de hacer las cosas valoran la diversidad y ven lo que somos capaces de hacer”.