Desde que se desató la mayor amenaza hacia nuestra forma de vida, ese minúsculo virus denominado covid-19, son muchas las cosas que estamos experimentando los ciudadanos y muchas las emociones que nos embargan, entre las que el miedo, la incertidumbre y la angustia, pugnan por ganar la batalla a otras como la confianza, la paciencia y la disciplina. Pero creo que estas últimas se están imponiendo a tenor del comportamiento de una población que muy mayoritariamente hace caso de las normas establecidas por las autoridades, muestra a través de las redes sociales su ingenio, su fuerza y su amor a la vida y a sus semejantes y su capacidad para resistir como especie social.
En general los políticos, también afectados por el impacto, se están comportando como se espera de ellos, aunque no faltan las excentricidades impropias del caso que nos ocupa y, sobran, a mi juicio, las opiniones políticas de quienes quieren sacar “tajada” de esta deplorable situación. Pero son los menos, afortunadamente.
Los presidentes autonómicos están dando muestras de extraordinaria madurez, si exceptuamos al de siempre, asesorando al Presidente del Gobierno con tremenda lealtad, lo cual implica corregir en ocasiones alguna decisión poco meditada o estudiada, pero esto mismo precisamente es lo que pone en valor el estado de las autonomías, tan denostado por algunos y ahora, tal y como están las cosas, tan evidentemente útil.
El Presidente del Gobierno de España tiene un serio problema al que no está siendo capaz de dar cumplida respuesta. Los hospitales y centros de salud están en precario frente a la avalancha de pacientes necesitados de atención y los profesionales se encuentran sin medios y exponiendo su propia salud. Probablemente no sea de Sánchez toda la culpa en origen, pero él fue quien se empeñó en desalojar a Rajoy y de eso hace ya bastante tiempo como para haber hecho algo. Su responsabilidad no puede ser políticamente desviada hacia tiempos pretéritos, porque a Rajoy ya se le exigió la suya con la moción de censura.
En Ceuta, donde el virus avanza lentamente pero igual de amenazante, la competencia en materia de salud pública no la tiene la Ciudad Autónoma, sino el Ingesa, organismo dependiente del Gobierno de España, pero en la conferencia de presidentes está Juan Vivas porque es el representante de todos los ceutíes y ahora no hay causa mayor que la de la salud de nuestros conciudadanos. Y nuestro Presidente, con aplomo, temple y acierto exigió el cierre de la frontera y aunque el Presidente Sánchez tardó en reaccionar, al final la medida se adoptó. Y ahora Juan Vivas insiste en la necesidad de aumentar considerablemente el número de pruebas a la población para determinar el alcance del virus en la misma porque, como dicen todos, e insisto, todos los expertos, esta es la mejor medida junto con el distanciamiento social, para revertir cuanto antes la situación y recuperar la actividad económica y la normalidad en general.
En este asunto, el Ingesa no debe estar a la defensiva. El Gobierno de Ceuta y Vivas en particular, no pretenden invadir o alterar el orden competencial establecido, pero lo evidente no debería necesitar de tantos ruegos. Hace bien Vivas en reivindicar algo tan básico para la población ceutí, como la aplicación de medidas urgentes que frenen la expansión de esta enfermedad tan invalidante desde el punto de vista social y económico, además del drama de las vidas perdidas. Y hace bien en hacerlo como lo hace, con lealtad, con claridad y con la mesura que siempre le ha caracterizado. El Ingesa debe ser claro ante todos los ceutíes y, más aún, con el Presidente de Ceuta, que siempre se ha mostrado dispuesto a colaborar, cuando las circunstancias lo requieren (y este es uno de esos casos), con la Administración del Estado, aunque sea éste el competente. De rechazar esa complicidad el Gobierno Central daría la impresión de ser todo lo contrario, o sea: incompetente. Pero eso no nos lo podemos permitir.