Datos extraídos de varias secciones de la página 4 del periódico El Faro de Ceuta, viernes,
Que lejos y qué cerca, al mismo tiempo, aquel 5 de agosto de 1936! No hubo y quizá no haya victoria tan decisiva para una nación como la lograda en aquella tarde en que los rayos de un sol fuerte se quebraban en la bruma levantina.
Nota: nótese que aquí se refiere a la niebla que ocultó al Convoy, que fue atribuido a un milagro y protección providencial de la Virgen de África para que no fuese vista por la Armada Republicana. Y como se comenta en otras fuentes: «... y pronto se manifestó la protección divina pues una neblina muy espesa como pocas veces vista impidió que los ingleses de peñón gibraltareño lo divisaran pues, en este caso lo hubieran destruido».
Y sigue narrando el cronista
Un importantísimo convoy de tropas y material de guerra iba a cruzar un mar sembrado de peligros. Batían los tambores y ponían una nota aguda la fanfarria de las trompetas. Las tropas se hallaban embarcadas ya desde las primeras horas de la mañana, porque el proyecto inicial era que con el alba se hicieran a la mar. Los himnos de La Legión, de los Regulares y de la Falange — aún no había sido declarado himno Nacional la marcha granadera — lanzaban sus vibrantes estrofas desde los puentes de los navíos.
La ciudad se hizo toda ojos y emociones. Desde todas las ventanas y balcones, desde las azoteas, desde los muelles se atisbaba el puerto. Se siguió la estela del Convoy, hasta que la bruma lo cubrió con su manto impenetrable. Mas tarde los corazones latieron con ritmo más acelerado.
En principio se había acordado que el convoy marítimo iniciase su salida de Ceuta a las cinco y media de la madrugada del día 5 de agosto. Las fuerzas embarcarían a media noche. En la composición definitiva del convoy entraban, además del «Ciudad de Ceuta» y el «Ciudad Algeciras», de un andar aproximado a las 16 millas. El «Arango», de velocidad muy inferior, y el «Eduardo Benot», remolcador al servicio de la Junta de Obras del Puerto, de 12 nudos de andar. La protección del convoy así formado iba a estar a cargo del cañonero «Dato» y del guarda costas «Uad-Kert».
El comandante del «Dato», don Manuel Súnico Castedo, nombrado jefe del convoy, recibió la orden de que todo estuviese listo para dicha hora, en la noche del día 4. Inmediatamente designó a los tenientes de Navío Miquel, Boado y Corral, y al alférez de Navío, Lazaga, para mandar, respectivamente, el «Arango», «Ciudad de Ceuta» y «Benot».
Como era diferente la velocidad de los navíos se estableció un sistema de señales entre ellos, para ser utilizado en el caso en el caso de que cualquiera de las unidades del convoy fuese atacada o divisase algún barco enemigo. Otro caballero marino, el teniente de Navío, Planes, fue destacado a Punta Ciris, como auxiliar de la observación de tiro.
Pero en la misma madrugada del 4 al 5 de agosto el comandante del «Dato» recibía la orden de que se había aplazado la hora de salida del convoy, que se fijaba, por el momento, para las tres y media de la tarde.
A las cinco de la madrugada del día 5, nuestros bravos «cacharros» aéreos realizaron una exploración sobre aguas del Estrecho. Poco después regresaban a Ceuta e informaban a sus jefes que el navío pirata «Lepanto», alcanzado por una bomba de aviación, había entrado en Gibraltar para evacuar bajas. Había que esperar que abandonase el puerto inglés antes de que el convoy se hiciese a la mar.
Hay que destacar una y mil veces: el riesgo, las noventa y nueve probabilidades contra una de que el convoy tenía de llegar intacto a Algeciras. No ya el «Jaime I», los cruceros y los submarinos rojos, sino uno de los numerosos destroyers de que disponían los marxistas, tenían potencia ofensiva para hundir a todas nuestras unidades. Y la velocidad de los barcos rojos era doble que la de los nuestros. Pero Franco había dicho que el convoy pasaría... Y los caballeros marinos habían aceptado todos los riesgos y toda la responsabilidad de la empresa. Uno de los oficiales al recibir las últimas órdenes se despide de su jefe con estas hermosas palabras: «A sus ordenes, mi comandante, es bien fácil que al terminar la guerra nuestros retratos figuren en el Museo Naval».
Por fin, a la cuatro y media, se recibió la comunicación telefónica ordenada por el Caudillo, desde su puesto de mando de la explanada de la ermita de San Antonio: «Que salga el Convoy».
Comentario: Aquí nos confirma que, en esta primera parte de la salida del Convoy sí estuvo Franco en ese momento en el Monte Hacho, y una vez asesorado por el General Kindelán, jefe de la aviación, según información facilitada por los exploradores aéreos de que no había buques republicanos a la vista, se vio el momento de iniciar ya la marcha del convoy sin demora, dando Franco la orden.
Y siguiendo la redacción:
Y mientras los navíos levaban anclas, mientras toda la ciudad se asomaba a ventanas, balcones y terrazas, las tropas expedicionarias prorrumpieron en vivas a España y a Franco, mientras las bandas militares interpretaban los himnos guerreros.
El orden de formación, en abandonar el puerto de Ceuta era el siguiente: guardacostas «Kert», armado de un cañoncito; «Ciudad de Ceuta», «Ciudad de Algeciras» y «Eduardo Benot», todos ellos transportando legionarios, regulares, artilleros, infantes y especialidades de otras armas, así como gran cantidad de armas y material de guerra; y cerrando la marcha, el cañonero «Dato». Con visibilidad media y mar gruesa el convoy salió de Ceuta para Algeciras, poniendo proa a Punta Carnero.
Comentario:En la sección «La falange de Marruecos en acción», de la misma página 4 nos informa que a bordo del «Dato» iban diecisiete falangistas de Ceuta, siendo la primera acción en que tomaban parte los falangistas de aquella parte del Estrecho.
Es muy curioso que fuesen en el «Cañonero Dato» donde, según todos los indicios, iba Franco, si aceptamos la versión de que embarcó «para ir con ellos», cumpliendo su palabra según manifestó en Canarias, al ser además de la nave capitana, el enlace entre el Convoy y el Mando de Operaciones en el Monte Hacho.
La curiosidad de este dato es porque ya había un antecedente documentado en que Franco recibió apoyo de protección de falangistas. Me refiero al caso concreto cuando estuvo en el Hotel Madrid en Las Palmas que, además de estar custodiado por la guardia militar, lo estuvo también de falangistas. Por lo que hace pensar que el motivo principal de ir en ese buque era por ser parte de la escolta de Franco. Oigamos pues este relato histórico comentado por el historiador Alberto Anaya, investigador de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria que, gracias a la custodia de la guardia militar y la de los falangistas, se frustró ser detenido Franco en el Hotel Madrid de Las Palmas, cuyos datos se pueden comprobar en el «abci-franco-gran-canaria» o ABC Las imágenes de los días de Franco en Gran Canaria podrían reorientar los estudios sobre el alzamiento:
Alberto Anaya recuerda que en la isla se proyectaron varios intentos de atajar sus propósitos golpistas, de los que tenían sospechas civiles afines a la República que, según teorías nunca demostradas, le prepararon el mismo 18 de Julio una emboscada que burló viajando por mar en vez de por tierra a Gando, el lugar donde tomó el «Dragón Rapide» hacia Marruecos.
También tenían indicios de esos planes las propias autoridades, que ordenaron que le siguieran en Las Palmas de Gran Canaria espías y policías que incluso preveían detenerlo en el Hotel Madrid, donde se alojaba en aquellas fechas, aunque finalmente renunciaron a sus propósitos debido a que el general estuvo «en todo momento escoltado por falangistas y por cuatro oficiales del Ejército».
«Entonces, al verlos allí con sus pistolas, los policías desistieron», explica Anaya, que destaca que el hallazgo de estas fotos es importante.
Si admitimos la versión de que se embarcó en el cañonero Dato, que era la nave capitana, después de dar la orden y supervisar la puesta en marcha del Convoy desde el Monte Hacho, ya recibido del General Kindelán el asesoramiento por parte de la aviación y esta transmitida al Caudillo de que la zona se encontraba despejada de buques republicanos y, por otro lado, hay un antecedente de un «modus operandi», de que se utilizó a miembros de la Falange para reforzar la ya tenida de la guardia militar, se puede deducir que la misión principal encomendada de esos falangistas era reforzar la escolta personal de Franco.
Según consta en las crónicas del periódico del Faro de Ceuta del 5 de agosto de 1938, los falangistas mencionados son: Ángel Daunis, que los mandaba, Edmundo Voigt, José Esteban Baena, Ramón Ochoa, Guillermo Raga, Agustín Muñoz, José Luis Bosque, Antonio Orellana, José Zaldívar, Francisco Paño, Antonio Paño, Enrique Márquez, Luis Crespo, Arturo Iglesias, Jesús Rodríguez Santander, Juan Lladó y Francisco Pérez Alemany.
Sigamos con la historia.
Al poco de hacerse a la mar, el remolcador de la Junta de Obras del Puerto «Eduardo Benot» hubo de virar en redondo y regresar a Ceuta, debido a la fuerte marejada que había en el Estrecho. Por otra parte la diferencia de velocidad de las otras unidades hicieron que la formación del convoy se convirtiese en una fila cortada por grandes distancias. Los dos barcos correos «Ciudad de Ceuta» y «Ciudad de Algeciras» quedaron en cabeza y, como se alejaban excesivamente de los otros y quedaban sin protección el «Dato» forzó sus máquinas para acercarse a ellos y protegerles en caso de ataque, pasando al «Kert» y colocándose justamente en el centro de la línea y quedando detrás el «Kert» y el Arango.
El Pueblo contempla como se oculta el convoy bajo la milagrosa neblina. ataque enemigo. Angustia del pueblo ceutí al oír la batalla. Es consolado ante la noticia de Yagüe: ¡el convoy a pasado¡ Acción de Gracias. El manto de la neblina impedía ver, pero los estampidos de la artillería llega tan claros y precisos a la ciudad. Y la ciudad que había sido toda ojos se hizo toda oídos. Y se distinguían perfectamente los cañonazos de mayor calibre e incluso unas descargas de fusilería. Luego, nada. La inquietud y zozobra habían hecho presa en todos y nadie se atrevía a hablar. Minutos angustiosos, hasta que, el entonces teniente coronel Yagüe, por el simpático micrófono de Radio Ceuta llevaba el consuelo a los verdaderos españoles, dando cuenta del milagro y de que ni una sola baja habían registrado las tropas nacionales, arribadas ya a puerto algecireño en el combate sostenido con uno de los navíos corsarios. Los receptores de Radios captaron los tres vivas triunfantes del jefe de la Legión. La ciudad toda respondió a los vivas con el mayor de sus fervores.
Luego, en un desbordamiento de fe el pueblo en masa se fue a postrarse de hinojos ante su Santa Patrona, en acción de gracias por aquel portento que se había dignado concedernos y que era paso firme, decisivo, en la reconquista del solar patrio.
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