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“Confío en que no suceda en Marruecos lo que ha pasado en los países vecinos”

Hasta el pasado julio Javier Jiménez Ugarte estuvo desempeñando el siempre complicado trabajo de cónsul de España en Tetuán. Durante esta época de diplomático tuvo tiempo para ejercitar la otra labor que le enamora, la de escribir. Y fruto de eso se dispone hoy en día de obras tan importantes como la de ‘El abogado’, de Papiniano, que el propio Jiménez Ugarte se ha encargado de traducir al español. Ahora, entregado a la labor de cónsul en Edimburgo, piensa en nuevos proyectos. Quién sabe si alguna obra relacionada con Ceuta y Melilla. De hecho es uno de los mayores conocedores de las hermanas y de las relaciones hispanomarroquíes.
En esta entrevista con ‘El Faro’, Jiménez Ugarte repasa algunas claves dignas de análisis para ambas ciudades y aporta detalles interesantes de esta su última incursión literaria.
–La traducción de la obra ‘El abogado’ ha sido muy aplaudida porque facilita la lectura en nuestro idioma de un libro que todos coinciden en definirlo como “avanzado en el tiempo”. Más allá de los conocimientos que nos puede aportar sobra la vida de Onassis, a través de quien fue su letrado, ¿qué más hay detrás de esta obra?
–Yo personalmente he aprendido mucho. En el libro aparece ese tipo de personaje, del que conocemos como tiburón de empresa, que trabaja, crea puestos y al mismo tiempo está movido por su propio beneficio económico en una época en la que había menos conciencia social. Nos muestra al Onassis emprendedor, cuando decide poner en marcha una empresa para caza de ballenas y se enfrenta con los gobiernos, o cuando se decide a importar crudos de Arabia Saudí, en contra de otras empresas americanas... llevó a cabo operaciones propias de un empresario agresivo.
–Una figura que nunca hemos conocido bien...
–Sí, desconocida, y que para los griegos es un admiradísimo punto de referencia. Grecia se siente orgullosa de que un hombre de su nacionalidad haya sido emblemático, uno de esos grandes hombres de negocios que además culminó esa imagen pública que tenía casándose con la desconsolada viuda del más admirado y carismático presidente americano que habíamos tenido que era Kennedy.
–Durante la presentación del libro que tuvo lugar en Ceuta la semana pasada a usted le dedicaron muchos piropos por la labor literaria emprendida. Ya lleva usted tres libros, ¿no se habrá equivocado de profesión?
–Me conozco bien y por mi trabajo de diplomático, muy agarrado a la realidad, tengo poco de creativo... Agradecí los piropos que me hicieron, pero de escribir otro libro sería una biografía. No sé qué personaje podría estudiar para emprender esta tarea.
–Durante su etapa de cónsul de España en Tetuán, ha vivido unos momentos delicados e intensos que, imagino, igual le podrían servir de fundamento para un interesante futuro libro...
–Mi vida de diplomático ha estado muy ligada al Mediterráneo. Empecé mi carrera en El Cairo, pasé a Roma, luego he estado destinado en capitales mediterráneas como Argel o Atenas y ciudades muy queridas como Tetuán y Nador que me han hecho tener una relación con Ceuta y Melilla.
Quizá el Mediterráneo pueda sugerirme algo, pero soy muy humilde. Y más que humilde, realista, en mis posibilidades.
–Cuando usted abandonó el consulado de Tetuán dejó escrito en este medio una muy interesante colaboración sobre el futuro que se avecinaba. Nadie en aquellos momentos (julio de 2010) se imaginaba, sin embargo, los cambios y convulsiones sociales que podían darse en el norte. Desde su lugar de destino, ahora en Edimburgo, ¿cómo está viendo todas estas evoluciones?
–Cuando marché dejé escrito ese pequeño testamento de preocupación por el futuro de las relaciones bilaterales entre Marruecos y España. Tenía la impresión de que había mayor presión sobre Ceuta y Melilla que cuando llegué, en 2006. Eso era lo que me llevé en el corazón al marcharme y lo que me preocupaba. Veía que había grupos de opinión y presión en Rabat, sobre todo en Nador,que reivindicaban cada vez con mayor agresividad la posición tradicional contrala soberanía española de Ceuta y Melilla. Me parecía que aquello podía ser una maniobra dirigida al propio sector interior, a los ciudadanos de Marruecos que siempre se pueden movilizar cuando tienen una causa común como puede ser Ceuta o Melilla.
Pero nunca pude imaginar lo que se denominó la primavera árabe, que empezó en Túnez, que pasó a Egipto, que se ha reflejado en Libia en prácticamente una guerra civil y que ahora tenemos en el filo de la navaja tanto Yemen como Siria. Eso nunca lo imaginé, ha sido un fenómeno sorprendente para todos los gobiernos europeos.Incluso algunos de ellos eran grandes amigos de algunos de los hombres que han caído. Imaginemos lo que era la gran creación francesa que competía con el plan de Barcelona teniendo de copresidentes a Sarkozy y Mubarak. Esto ha sido para todos una sorpresa que todavía no hemos visto el final. Hemos conocido los gritos en busca de una mayor democracia y libertad, una menor injusticia y corrupción, pero todavía no hemos visto reconstruidos los regímenes con unas bases democráticas operativas y capaces de dar a esos países un progreso político, económico y social, que es lo que se necesita.
–Asegura que era algo inesperado... pero ha existido un grado de culpabilidad de los países democráticos por mantener y permitir la existencia de esos regímenes totalitarios. Algún día iba a producirse estas válvulas de escape...
–Los levantamientos populares se han hecho con la tecnología occidental y gracias a ella: al facebook, al twitter, al mundo del teléfono móvil... gracias a eso se ha podido movilizar las masas. Antes para movilizarse contra cualquier dictadura había que imprimir unas hojas volanderas y para convocar a cien personas era fácil que la Policía interrumpiese ese ciclo de correo. En cambio ahora todo ha cambiado.
El ciudadano que se ha levantado contra la opresión está además molesto porque Occidente ha colaborado en esa larga opresión, con dictadores cuya política no estaba ayudando a esa sociedad para que avanzase en un régimen de libertad.
–Usted como gran conocedor de Marruecos, ¿cómo considera el papel de la sociedad marroquí en todo este proceso?
–Creo y quiero creer que Marruecos va a ser un caso propio en el que la sociedad marroquí, la clase media, pequeña pero existente y con cierta capacidad de influencia en las masas y respeto de las masas hacia las instituciones de Marruecos como el propio Rey, creo que aquí se terminará imponiendo una reforma por vías pacíficas de su propia estructura política, económica y social. Confío en que en Marruecos no suceda lo que ha pasado en los países vecinos, que el efecto dominó no se refleje con Marruecos como ha sido en otros países como Siria, que pensábamos que podía estar fuera de esta dinámica. Y lo digo porque soy consciente de que Marruecos lleva muchos años de experiencia en los que ha habido progresos en distintos partidos. Y esto unido a la resolución de otros asuntos espero que dé a luz un sistema por el cual el pueblo marroquí no necesite salir a la calle con violencia como ha ocurrido en otros sitios.
–¿Qué sucede en esas relaciones hispano marroquíes siempre marcadas por relaciones de amor-odio e inestabilidades?
–Puede ser más culpa de Marruecos, de los medios de comunicación de allí que de España. En nuestro país, aunque Marruecos considera que la prensa española no es todo lo  generosa que debiera con los marroquíes, es muy objetiva. Es verdad que nunca va a dar la razón en las reivindicaciones de Ceuta y Melilla y siempre va a defender más reformas. En Marruecos terminan dejándose llevar por una causa que saben que une al pueblo marroquí, como es Ceuta y Melilla, planteándola en unos términos que España no puede en absoluto compartir porque existen argumentos jurídicos, históricos y políticos. El gobierno marroquí cree que presionando en este terreno puede obtener otras ventajas, y lo que hay que buscar es siempre un equilibrio.
–El norte marroquí avanza experimentando un desarrollo importante en distintos ámbitos, queda esa sensación de que Ceuta queda estancada sin mejorar en algunas áreas, usted que ha estado durante años de cónsul en Tetuán ¿cómo analiza estas sensaciones y estos cambios?
–El ceutí como buen español es reivindicativo para el bien de su ciudad. Su nivel social e intelectual pertenece a la élite europea y quizá esa carga suya de que el ciudadano quiere más y el ver ese norte de Marruecos desarrollado nos permite no sólo alegrarnos, que es lo que hay que hacer, sino utilizar ese progreso para criticar las limitaciones de una España que ha llegado muy lejos pero que, como estamos viendo, permanecemos al borde del final de nuestras posibilidades financieras. Hemos corrido riesgos. Al margen de esto considero que seguirá existiendo esa admiración que sigue teniendo el tetuaní por la ciudad de Ceuta. Para Tetuán poder pasar la frontera y ver esta convivencia, esta democracia auténtica... es una válvula de escape que le devuelve esa ilusión por una mejora paulatina en su propia tierra.
Estoy convencido de que llega un momento de una buena interlocución con las autoridades marroquíes en los próximos años y que volveremos a una diplomacia en la que los intereses de España y Marruecos serán cada vez más coincidentes. Si hay un país que de verdad quiere que Marruecos no sufra el efecto dominó es España. Quiere que mantenga unas estructuras democráticas y sólidas. Es evidente que a los países que han sufrido estas revueltas populares les queda mucho por hacer, han sufrido un retroceso desde el punto de vista económico y turístico. Túnez o Egipto tardarán en recuperarse como destinos turísticos y eso España no quiere que pase con Marruecos. Desde ese punto de vista Marruecos debería confiar en España y en las buenas relaciones diplomáticas de cooperación entre los dos países. Los cónsules españoles y las instituciones culturales están en la línea de cooperación y de mejoras.
–Tengo que recordar una de las frases que usted dejó escritas antes de abandonar Tetuán, aludiendo al desconocimiento que se tiene en España de Ceuta y Melilla como uno de los grandes problemas.
–Eso es fundamental, que no existen pensamientos infundados que son falsos: que digan que en Ceuta y Melilla estamos a punto de ser absorbidos por la expansión demográfica musulmana o que imaginen que hay una población creciente que quiere integrarse en la unidad soberana marroquí... todo eso es falso. Y esto somos los propios españoles los que tenemos que conocer mejor la realidad de las dos ciudades. Gracias a mis destinos  en Tetuán y Nador las he podido conocer y sentir estas realidades siendo coherentes con nuestra historia. Quién va a renunciar a su historia y decir que Ceuta y Melilla tienen que dejar atrás siglos de existencia propia para integrarse en otro régimen político, religioso y cultural. Nadie lo puede defender.

Su faceta de traductor-escritor

el artífice del libro. Javier Jiménez Ugarte conoció la obra ‘El abogado’ estando de embajador en Grecia y en un momento personal en el que decidió hacer un esfuerzo por conocer la lengua del país. Estando ya de cónsul en Tetuán siguió con esa labor de aprendizaje, sobre todo para no olvidar la lengua de los clásicos. De entre esos libros había uno especial ‘El abogado’, que Jiménez Ugarte disfrutó tanto que terminó por adentrarse en la labor de traducirlo. Comenzó así una aventura que contó con el apoyo editorial básico en estas historias. Al margen del ejercicio intelectual que para él suponía la traducción de la célebre obra de Papiniano, Jiménez Ugarte apostó por esta labor al objeto de facilitar práctica y didáctica a las personas vinculadas al sector jurídico. Él como abogado encontraba de interés poder disponer de una obra como la de marras. “La lectura de este libro me dio grandes alegrías, me encontré un poco con lo que era yo de joven y eso quizá me ha permitido imaginarme haciendo algo distinto a lo que he hecho como diplomático. Me ha ayudado e incluso me ha rejuvenecido un poco”. ‘El abogado’ que fue presentado la semana pasada en el Muralla en un acto organizado por el Colegio de Abogados se erige, gracias a la labor traductora de Jiménez Ugarte, en un libro esencial, “que debería ser de obligada lectura” y no sólo en la facultad de Derecho sino en cualquier otra. Una forma de que los jóvenes sepan no sólo la teórica de los estudios sino también la forma de poder adaptarse al mundo laboral.

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