La conciencia y la importancia de los conceptos

A veces no resulta fácil poner título al artículo que estás escribiendo y es porque éste, el título debe ser la expresión de la mayor síntesis posible del argumento, cosa con la que no siempre se acierta; y este de hoy puede ser el caso.

No obstante se puede concluir que conocer la conciencia es conocerse a sí mismo, y eso supone la dificultad de admitir una dualidad, una escisión dentro de la conciencia, es decir, que una parte de ella misma es observadora de la totalidad; un galimatías propio de nuestra complejidad mental.

Es posible que toda la realidad pudiera ser conocida por todos; el problema es que no todos tenemos la misma capacidad conceptual, diferencia de la que se deriva la diversidad intelectual; pues es sabido que en la formación del conocimiento no sólo participa la intuición, es decir, el aporte de la experiencia que proporcionan los sentidos, sino que es necesario el correspondiente concepto de lo que se quiere conocer, o sea, el resultado imaginario de la contemplación de aquello que se pretende conocer y que el sujeto aporta como idea mental a priori y concebida a partir de cualquier repetida experiencia, sea concreta o abstracta que hay que significar con palabras y que debe tener carácter universal.

Como ejemplo de universalidad de los conceptos se puede elegir entre millones de ellos el de “mesa”: en cualquier rincón del planeta, al margen del grado de intelectualidad y del idioma, el concepto de “mesa” está ahí aprehendido (“capturado”) desde los albores de la humanidad y de forma invariable, como una superficie más o menos plana y horizontal que se utiliza para apoyar cualquier cosa…..el concepto determina la sustancia o forma. Luego los conceptos se particularizan en la esencia o uso: la mesa puede ser de madera, de plástico, de cristal; mesa de reuniones, de operaciones, de comedor…. más grande o más pequeña…etc. que es como los seres se convierten en “entes”.

Como se ve, es fácil elaborar el concepto para la realidad física (los objetos que percibimos por los sentidos). El problema conceptual se complica con la realidad metafísica, es decir, con aquello que escapa a la experiencia en el tiempo y en el espacio ….. al ámbito de lo que no se puede experimentar con el concurso de los sentidos, lo abstracto, o sea, aquello que sólo es esquemático, poco concreto, producto de la imaginación, vago, impreciso y que no se puede universalizar con determinación por la dificultad de comprensión de los sujetos: conceptos como el de Dios, el alma, el bien, el mal, lo justo, y en general la realidad en el ámbito de las emociones y los sentimientos. Y existirán conceptos que no conocemos porque aún no tenemos palabras para expresarlos. (las entidades lingüísticas de vez en cuando crean palabras para nuevos conceptos).Y siempre quedarán realidades ocultas porque en nuestro acervo no tengamos la palabra precisa y concreta para designarlo Pero, ¿cómo universalizamos el conocimiento del amor….. o el del tiempo? Si cada sujeto, por sus experiencias, tiene en su conciencia un significado que puede variar, y mucho de un sujeto a otro; y los conceptos deben ser universales. Seguro que en la humanidad entera no habrá individuos idénticos, exactamente iguales en su conciencia; siempre habrá un matiz diferenciador, puede que imperceptible; pues en cualquier lógica, la identidad sólo se da en sí mismo …. sólo yo soy idéntico a mí mismo. De hecho, si queremos conocernos a nosotros mismos, tenemos que investigar en nuestra conciencia; ardua tarea será si nuestra vida ya es larga y plagada de experiencias ( aunque no es proporcional la longevidad con la experiencia). Tanto es así, que nuestra conciencia (nuestro conocimiento) es el aval de nuestra subjetividad, nuestro valor, sea poco o mucho; pues lo que somos es lo que sabemos, que es el recurso para nuestro proyecto de vida, para el de cualquier instante, para el de a medio o largo plazo …. Incluso para el del justo momento antes del trágico final….

La conciencia es el único reservorio o bagaje útil en la toma de decisiones; debe ser la mejor consejera; por eso crear una buena conciencia es fundamental para el transcurso de la vida. Así la conciencia se va formando en una dialéctica de conceptos constante basada en convicciones ciertas que van sirviendo de sólido cimiento unas sobre otras en su paulatina construcción. Porque solamente aconsejados de nuestro conocimiento debemos tomar decisiones de las que seremos responsables y por eso hay que evitar apoyarse en consejos y deliberaciones de conciencias ajenas, que por un lado no serán las más acertadas, y por otro no sentirán y estarán liberadas de la angustia que produce el error, si éste se produce. Por eso en el momento en que nos damos cuenta de que ya nos asiste la razón, ese fenómeno iluminador que va apareciendo conforme la niñez y la inocencia nos abandonan, y que ya sólo nos queda el velo de la ignorancia que con la razón que nos alumbra podemos ir desvelando las verdades con que construimos una conciencia tan amplia como sea posible, fiel aliada que nos ayuda para diluir las dudas que nos angustian, aún las más tenaces. Si el conocimiento se adquiere en todas las experiencias posibles, el resultado será también la mejor conciencia posible, y así cualquier proyecto será posible y exitoso…. Por eso esa conciencia tan valiosa suele ser tan escasa, porque no se hereda, ni se compra, ni se adquiere por azar de la fortuna …. no tiene precio; es el resultado de una filosofía de esfuerzo; esfuerzo lento y gradual, es decir, producto del tesón. Por eso es un crimen que al que demuestre su anhelo, se le niegue la posibilidad.

Hay que tener en cuenta que las experiencias se producen en el tiempo y en el espacio, y estas condiciones no siempre están a la mano; es por eso que hay que buscarlas que es lo que generalmente ocurre. Así los estados de bienestar aconsejan el inmovilismo, la pereza, que son el mayor enemigo aún para el mínimo esfuerzo. Quien se ancla en el bienestar, al final, lo pierde, y es porque el bienestar adormece el espíritu y esa circunstancia, al final, deja de ser placentera. Existen multitud de filosofías que aconsejan y dirigen modos de vida, incluso para algunos no es una necesidad ni menos una exigencia una conciencia del saber, sino sólo de creer, que suele ser más cómoda. Pero yo entiendo que la vida no puede ser un lugar cómodo sino un espacio de lucha constante si es que se pretende un proyecto comprometido con los valores de la naturaleza que nos sustenta; y la naturaleza es la realidad que nos rodea, y nosotros mismos …. todos.

Por eso una filosofía de posibilidades siempre comporta decisiones y por tanto riesgos que hay que soslayar con una conciencia suficiente para que las decisiones sean las mejores, las más acertadas, y además que pudieran ser recomendadas universalmente como tal. Ese es el principio y el origen de la solidaridad ….. ofrecer la propia decisión, si es valiosa, con la misma generosidad con que se acepta para uno mismo.

Creo que el único sentido que puede tener la vida es ir viviendo sostenido y amparado por la mejor conciencia posible en cada etapa y llegar a la meta satisfecho con esa vida como el que ha conseguido conservar hasta el final su más preciado tesoro. Se podría decir que terminar con la satisfacción del deber cumplido….