Categorías: Sucesos y Seguridad

Con la droga a cuestas

Uno, dos, tres y hasta cuatro vehículos pretendieron su embarque el pasado domingo cargados de culeros. Una forma ésta de intentar ganar la partida en el juego del despiste, ya que, embarcando en un coche cargando en el interior del organismo o adosado al cuerpo hasta un kilo de hachís entienden que burlarán de una manera más efectiva los controles policiales. Desde que en los años 80 la Guardia Civil se topara con las primeras vagineras, en una época en la que no se realizaban las placas radiológicas y había que echar mano de matronas para localizar el hachís, mucho ha llovido en el negocio del tráfico de estupefacientes a pequeña escala.Los métodos siguen siendo los mismos, los medios han evolucionado y la existencia de personas capaces de utilizar su propio cuerpo para ganar un dinero sin reparar en los que se han quedado en el camino aumenta. Sobre todo con la crisis. Un dato: el pasado enero sólo la Guardia Civil detuvo a 18 culeros que llevaban casi 20 kilos de hachís en conjunto; ya en febrero la cifra casi se triplica ya que fueron 43 los detenidos, aprehendiendo 50 kilos de hachís. ¿Y la Policía Nacional? En mes y medio ha detenido a 81 culeros. La pregunta que nadie puede contestar es simple: ¿cuántos habrán conseguido alcanzar la península sin ser detenidos en los controles del puerto ceutí?
El negocio derivado del pase de drogas a pequeña escala es floreciente. Es un ir y venir de personas. Llegan a una hora y se ven poco después, en el mismo día, tras cargar la sustancia estupefaciente en las viviendas que sirven de almacén. Buscan, en su marcha, los barcos en los que, presuponen, habrá menor vigilancia. Apuestan por los últimos del día, los nocturnos, lo que no siempre significa que vayan a conseguir su objetivo. Las fuerzas de seguridad están desbordadas. Ha habido jornadas en las que los calabozos de la Benemérita en el puerto han acogido a más de 20 detenidos. Su detención es, además, larga. Hay que retenerlos hasta que echen la droga, y eso no siempre sucede rápido convirtiendo el arresto en una de las detenciones más penosas para las fuerzas de seguridad. Y judicialmente ¿cabe una actuación contundente que aminore este negocio? La Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) reclama penas mayores, instando a la judicatura a que intente considerar este negocio como una trama organizada, con lo que la pena sería mayor. Lo que pide la asociación es complicado de lograr, más si cabe cuando las pruebas que llegan al ámbito judicial y que son aportadas por Guardia Civil o Nacional no dan consistencia a esta teoría.
Si un culero es detenido con menos de dos kilos y medio de hachís y carece de antecedentes será condenado pero no deberá cumplir la pena de cárcel al quedar en suspenso. Que un juez pueda condenar a varios culeros detenidos el mismo día y en el mismo punto de embarque acusándoles de constituir una organización es un imposible, un absurdo y sería motivo de recusaciones.
La clave está en otro debate: en conseguir que cada uno de los culeros detenidos sea responsables penalmente no sólo de la droga que lleva particularmente en su organismo, sino de toda la que lleva el conjunto. En esto sí que se ha conseguido un éxito judicial ya que hay sentencias, aunque pocas, dictadas por distintas audiencias provinciales en las que se ha tenido en cuenta este agravante achacando toda la droga aprehendida a los culeros detenidos. Para ello se ha tenido como fundamento una buena investigación policial con la que se confirme que los detenidos habían cargado la droga en el mismo lugar tras desembarcar en Ceuta para luego, cargado el hachís, partir hacia la península. Con seguimientos sobre las personas susceptibles de cargar la droga  que den forma a una operación que permita este tipo de condenas puede conseguirse algo más que la aplicación penal que de forma rutinaria se está produciendo hoy en día. El abanico de las condenas varía, ya que superando la imputación de los 2’5 kilos de hachís se puede dictar penas que oscilan entre los 3 y 4 años y medio, en vez de las penas de uno a tres años que se aplican en el caso de detenidos con 2’5 kilos de esta sustancia.
¿Tramas organizadas? No hay sentencias todavía al respecto, sería bastante complicado mantener esta acusación. En el caso de la tradicional ‘operación Marinas’ las condenas que dictó la Audiencia contra los acusados de ser testaferros de las mafias al facilitar su identidad para la propiedad de las lanchas que se guardaban en el puerto deportivo fueron tumbadas en parte por el Tribunal Supremo. Esa parte hacía referencia precisamente al concepto de organización. Mientras que para el máximo órgano judicial en la ciudad no cabía duda alguna de que los detenidos formaban parte de una organización en la que blanqueo de capitales y narcotráfico se daban la mano, para el TS la parte que se refería al concepto de organización se caía por su propio peso.
Todos los días se detienen culeros, todos los días pasan a disposición judicial pero no todos los días los jueces consiguen condenas en las que se haya conseguido sumar las drogas aprehendidas al contar con el aval de una detallada investigación policial.
La Asociación Unificada de Guardias Civiles propone la creación de un Fiscal Antidroga así como una mayor coordinación policial y judicial para conseguir que este tipo de sentencias sean cada vez más numerosas. Fuentes judiciales replican: consideran que el trabajo que de manera independiente hacen los fiscales en la ciudad es válido sin tener que echar mano a una figura específica para atender los casos vinculados con el tráfico de estupefacientes. Unos casos que la crisis económica ha hecho que se disparen. En dos meses la Benemérita ha aprehendida la mitad de toda la droga que fue decomisada en 2011 y cada vez es mayor la presión que se ejerce por parte de quienes buscan ganarse un dinero empleando lo único que tienen: su cuerpo.
En la cárcel de Los Rosales el mayor tanto por ciento de detenidos es por asuntos relacionados con el tráfico de drogas. En el sur peninsular la historia se repite. En las celdas quedan hombres y mujeres con historias distintas y con perfiles variados: desde estudiantes a parados, desde nacionales hasta marroquíes o miembros de la Europa del Este que tras alimentar la maquinaria de las granes organizaciones de narcotraficantes han terminado con sus huesos en la cárcel. Otros ni lo pueden contar, después de que la ingesta de bellotas o su ocultación en cantidades que han llegado a superar el kilo y 800 gramos les ha llevado a un Hospital y de ahí al cementerio.
Ceuta, puerta de entrada del hachís procedente de Marruecos, encierra múltiples historias de este tipo. Uno de los últimos informes publicados por las Naciones Unidas sitúa al vecino país a la cabeza de las potencias productoras del hachís, a pesar de los esfuerzos hechos para reducir las superficies dedicadas a su cultivo. De hecho está considerado el principal exportador del hachís en el mundo.

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