Él, un chico sensible, guapo y muy divertido al que constantemente dan ganas de achuchar; ella, el amigote perfecto para acompañar de juerga, pero en mujer. Ambos se encuentran casi por casualidad y conectan de tal manera que deciden no separarse, además de tener un espectacular sexo sin ningún tipo de compromiso como primer y más importante mandamiento. Tan ideal es la situación que si te lo cuentan, automáticamente piensas que es un sueño, la fantasmada de alguien o, vamos al quid de la cuestión, un guión manido de Hollywood.
Y el caso es que, en un momento de debilidad, me he puesto ante la pantalla para ver este cliché anunciado, en parte porque me gustan las comedias románticas cuando tienen algo de sentido (todo el mundo tiene defectos, qué le vamos a hacer), y también en parte porque me cae muy bien Justin Timberlake, uno de sus protagonistas. Cantante metido a actor bastante decente, además de natural, espontáneo y muy educado en su vida pública, lo cual es bastante raro y motivo de mi simpatía, Timberlake demuestra esa misma espontaneidad ante la cámara, y la soltura con la que hace sonreír al espectador a poco que el guión se lo propicie es cualidad de buen actor o bendita inocencia sin vicios interpretativos del novato, ya se verá. El caso es que la pareja que hace con Mila Kunis (nominada al Oscar por su estupendo trabajo en Cisne negro) desprende una química innegable que suele ser la esencia del éxito de toda película del género que se precie, quedando en segundo término la historia que rodee a los protagonistas, siempre dentro de un mínimo de sensatez y calidad que no haga caer al proyecto en un sinsentido que ni química ni astrofísica arreglen. Afortunadamente, no es el caso.
Directa (no todo lo que podría) y sin tercer chico o chica que se interponga en la pareja y despierte el odio del público, lo que se aprecia, por lo trillado del asunto, Dylan y Jamie (Timberlake y Kunis) deberán enfrentarse más bien a ellos mismos y sus parecidas (aunque por motivos distintos) alergias al compromiso, con gags hilarantes y algún momento estrella de diálogo. Complementando el indiscutible protagonismo de la pareja tenemos a Woody Harrelson desarrollando un personaje tan bestia y divertido como caricaturesco, como mandan los cánones del secundario de comedia al uso.
Llama la atención el meritorio descaro con el que la cinta del casi debutante Will Gluck critica los efectos sonoros de la comedia romántica estándar cayendo con desfachatez en ello mismo de principio a fin; además, hay que añadir que el uso de la banda sonora en la sala de mezclas es claramente mejorable.
Pero con todos sus defectos y vulgaridades, Con derecho a roce es tan obviamente olvidable como una buena excusa para pasar un rato bastante divertido y lamentarse luego de que la ficción sea justamente eso cuando salen los títulos de crédito (muy logrados e ingeniosos en este caso, lograron que me los tragara enteros con el premio de algún segundillo de metraje oculto a modo de epílogo) y retomas la realidad…
Puntuación: 6
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