No sabría decir bien cuánto tiempo lleva retirándose el gran Clint Eastwood de su querido oficio de transmitir emociones desde la gran pantalla. Con Gran Torino pareció poner el punto final y definitivo a su carrera interpretativa, que no como director, porque realizar ambas tareas requiere una energía que alguien de sus años, por vital que esté, no puede permitirse. Eso fue hace ya una década, y ahora aparece un papel que encaja a la perfección en sus características profesionales y para el que por edad da perfectamente el perfil. El bueno de Clint se lo ha replanteado y se pone a los mandos del proyecto con sus 88 primaveras en la realización y también en el papel protagonista en la que podría ser (otra vez) la despedida definitiva de su trayectoria como actor. Qué más da si lo es o no, disfrutemos de la longeva estrella del cine, única en su especie, que se resiste a apagarse y que nos regala en esta ocasión una historia introspectiva y crepuscular, cómo no, con toques autobiográficos de culpa y pinceladas de la ya algo trillada redención familiar, a su vez con argumento basado en hechos reales.
La insólita historia planta en escena a un anciano con deudas morales y económicas realizando un sencillo trabajito de transporte de una mercancía de un lugar a otro de Estados Unidos. Casi sin darse cuenta se ve envuelto como correo en el negocio de un poderoso cártel de la droga mexicano (ahí entra el personaje de Andy García, muy atinado el casting). Al principio todo va como la seda, casi sin querer los problemas del protagonista van desapareciendo y por su cabeza aparece la palabra clave cuando uno gana dinero fácil: más. Pero, eso sí, es el tiempo lo único que no podrá comprar este antihéroe en su ocaso.
Por otro lado, la parte más desatendida de la cinta, las andanzas del personaje principal requieren mucha atención, la de un agente de la DEA (Bradley Cooper, con el que Eastwood ya trabajó en El francotirador) que anda sin descanso tras la pista de los traficantes… Bastante de comedia negra y algo de crítica antirracista, la película combina con buen resultado amabilidad con golpes de dura realidad social.
Lo increíble es que un señor de casi noventa años esté en forma delante de la cámara, transmitiendo cada plano eso que es capaz de transmitir con la mirada ya hundida pero firme, el rictus, cada una de las arrugas de su cara, sin necesidad de aspavientos, con la serenidad y la autoconfianza que otorgan la infinita experiencia y el saberse icono. Igual de increíble suena que sea aún mejor director que actor y sepa leer los claroscuros, los silencios rellenados con la música adecuada, las pausas y las emociones desde el lenguaje de la cámara virtuosa, colocada siempre en su sitio, con mirada limpia y académicamente impecable. Elegancia natural y aprendida.
No tratándose de la mejor de sus películas, Mula es una muy buena propuesta, que le da bastantes vueltas a la mayoría de lo que he podido ver en los últimos tiempos con legiones de guionistas y directores que tienen cincuenta años menos que Clint Eastwood, pero también menor claridad de ideas. Gracias sinceras de este fan por otro regalo fuera de tiempo y casi de lugar.
Puntuación: 8
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