Opinión

La Compañía de Transmisiones de El Pardo en las operaciones del Sáhara

El nombre de El Pardo siempre ha estado unido al regimiento de Transmisiones, de guarnición en ese bello pueblo madrileño, y ello lo digo con conocimiento de causa, puesto que allí cumplí, orgullosamente, de abril de 1959 a septiembre del mismo año mis deberes con la Patria como cabo 1°. Es un cuartel amplio, con varios edificios y dotado de instalaciones para todo tipo de deportes, y cuenta a poco más de 1 km. del Acuartelamiento, lo que entonces se llamaba Destacamento de Palomas Mensajeras, en lo alto de un monte, donde viven esos animalitos que vemos volar y que tienen un importante papel, ayer, hoy y siempre, como medio de transmisión. Quien lo quiera saber que acuda a las hemerotecas y encontrará servicios de trasladar mensajes a muchos cientos de kilómetros y que siempre cumplieron, a pesar de que como sucedió en la pasada guerra, una de estas palomas llevó el mensaje y a pesar de ser abatida por disparos arrastrándose llegó a su destino.

La 1ª Compañía Expedicionaria

Soldados de la compañía de Transmisiones de El Pardo, en la playa de Aaiún. Un círculo señala al soldado Pedro Corrales Muñana.
Mi buen amigo, el general de Ingenieros, Carlos Laorden Ramos, en su magnífico libro sobre las transmisiones narra con infinidad de datos la historia de las unidades de Transmisiones, desde la guerra de Marruecos, España, División Azul, Bandolerismo (Maquis) hasta las últimas operaciones del África Occidental española. Narra con claridad la actividad tan importante de las transmisiones, aunque casi siempre desconocida e ignorada. En los primeros días de noviembre, el 4 de noviembre de 1957, el mando del regimiento de Transmisiones de El Pardo recibe una orden de organizar una compañía expedicionaria para trasladarse al África Occidental española, con el fin de prestar los enlaces de radio entre las unidades que iban llegando, Cuartel General del África Occidental Española, Capitanía General de Canarias y Madrid.
La Compañía se organiza al mando del capitán Victoriano Sánchez García; tenientes, Francisco Martínez Fernández, Benito Ruiz Blázquez, Emilio Elices Corredera y un alférez de IPS, 13 suboficiales y 90 soldados. La mayor parte de los conductores eran de la agrupación de Transmisiones nº 1 del mismo acuartelamiento. Casi todo el material de radio era del regimiento de Redes Permanentes y Servicios Especiales de Transmisiones de Prado del Rey (Madrid), y los vehículos del batallón de Automóviles de la Reserva General de Canillas (Madrid). Aunque el material no era el idóneo, con él se hizo todo lo que se pudo y mucho más.
Tras el largo viaje por ferrocarril hasta Cádiz, de aquí embarcaban en el buque Ciudad de Oviedo de Trasmediterránea y dos días después atracaban en el Puerto de la Luz en Las Palmas, para dos días después una sección al mando del teniente Francisco Martínez Fernández, con 3 suboficiales y 21 de tropa salir para Villa Cisneros. La plana mayor de la Compañía con dos secciones restantes, salían días después para El Aaiún, donde llegaban el 13 de noviembre de 1957.
Una vez desembarcados instalaban su campamento, montando los enlaces de radio, pero debido a la tensa situación tenían que realizar misiones distintas, hacer puestos de tirador, y por las noches tenían que montar puestos defensivos y, pronto aparecía la alarma. El 26 de noviembre, a altas horas de la noche, se tocaba generala para salir inmediatamente en defensa de un destacamento español que las Bandas Rebeldes del Ejército de Liberación Marroquí habían atacado, teniendo esta escasa guarnición una defensa heroica que en algún momento llegó casi al cuerpo a cuerpo.

El testimonio de un soldado extremeño

Soldado Pedro Corrales Muñana.
Pedro Corrales Muñana, era un joven en aquellas fechas que conocía la dureza de la vida, puesto que desde los 14 años trabajaba en su pueblo natal de Villamesías (Cáceres). Para encontrar un futuro mejor, el 1 de septiembre de 1956 ingresa como voluntario en el regimiento de Transmisiones de El Pardo, y pocos meses después de jurar bandera, partía con la compañía expedicionaria de este regimiento hacia los territorios del África Occidental Española.
Él mismo narra que la llegada a El Aaiún fue para ellos algo así como una novela; el desembarco con redes a barcazas, al llegar a tierra el fusil en alto y con agua hasta la cintura, además con todo el equipo sobre las espaldas. Una vez en tierra instalaban el campamento a 500 metros al oeste de la ciudad y pronto iban a conocer la realidad de la guerra, agregados al batallón Expedicionario Extremadura 15, con salidas por el territorio aunque, según él, con suerte de no encontrar resistencia con el enemigo.
En el mes de marzo de 1958, la sección del soldado Pedro Corrales Muñana sale para Cabo Juby (Villa Bens), y aquí permanecían hasta el 20 de mayo, día en el que tras las negociaciones de los gobiernos de España y Marruecos en Cintra (Portugal), se cedía Villa Bens al reino de Marruecos, en la actualidad (Tarfaya), pero, para mayor vergüenza, un sujeto que hizo su fortuna gracias a España, en Ifni y Sáhara suministrando toda clase de víveres y demás a España, era nombrado por el Gobierno de Marruecos gobernador de Tarfaya. Días antes el Juzgado Permanente de Las Palmas de Gran Canaria, publicaba esta requisitoria: “Damián Massanet Plomer, juez especial, teniente coronel de Infantería, hace constar, se ha dictado auto de procesamiento en Causa 15/1958, contra el marroquí Ale Ben Boaida, en ignorado paradero”. Sidi Ifni a 9 de junio 1958.
Una vez entregado Cabo Juby a Marruecos, Pedro Corrales Muñana salía agregado con el Batallón Expedicionario Guadalajara 20 a Valencia, dejando atrás el amargo recuerdo de la escasez de agua, teniendo algunas veces que beber agua de los radiadores de los vehículos para paliar la sed, y para complementar la escasa comida ir de caza a por gacelas y algún avestruz, con que llenar el rancho.
Más tarde ingresaba en la Guardia Civil donde por varios destinos permaneció hasta 1967, y donde solicitaba la baja al haber aprobado el ingreso en la Guardia Urbana de Barcelona, y en 2002, al cumplir la edad, pasaba a retirado, siempre conservando el espíritu que adquirió en la vida militar. Unos valores que cuando se adquieren sirven para abrirse camino en la vida. Unos valores que ni hoy ni nunca pierden vigencia, el honor, el espíritu de sacrificio, el compañerismo y el amor a la Patria, y que tan acertadamente lo dijo y dejó escrito el llorado teniente general Manuel Díez-Alegría: “los ejércitos no pueden evaluarse únicamente por los medios materiales con que cuentan. Hay que valorar el espíritu que los anima y las cualidades de los hombres que los integran”.

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