El pasado miércoles la ciudad entró casi de improviso en uno de esos letargos reservados a los fines de semana. Concretamente sábado tarde, resto de domingo. Cómo decía alguien el otro día desde la ventana Pública, Ceuta se queda completamente desierta. Me temo que la relevancia festiva del diecisiete de Noviembre pasó sin pena ni gloria por nuestro calendario local, todavía resacoso por los trastoques sufridos en los últimos meses.
Que la comunidad musulmana disfrutara de un día festivo en toda regla secundado además por el resto de religiones no parece haber tenido la repercusión necesaria o la importancia debida, si es que debe tenerla. Apenas unas imágenes ofrecidas en los informativos donde un redactor, perfectamente trajeado, ofrecía una ciudad solitaria, mojada, cerrada a cal y canto. Si la noticia tiene o no relevancia, es bastante subjetivo. Depende del ángulo con que se mire. Por qué se ha esperado tanto para ofrecer una cohesión de estas características. Por qué debe tener un carácter insólito unir las tradiciones y la cultura bajo una misma bandera. Quizás porque la afinidad también es subjetiva o porque ha sido una medida tomada a prisa y corriendo. Decretazo, vamos, sin tener en cuenta el verdadero tras foco de la festividad. Esto, sin duda, abrirá una brecha en el resto de comunidades que también desearan, imagino, tener un reconocimiento como tal, mostrando un día familiar a los suyos compartido con todos. Y no lo que venía siendo hasta hora.
El caso es que la climatología no entiende de hermanamientos y lució fría y gris para el resto de las familias que practican, profesan o sencillamente viven ajenos a una aproximación religiosa.
La ciudad está hondeando en los últimos tiempos una bandera pro igualdad francamente necesaria. Espero que la iniciativa no evolucione desapercibida como tantas otras referencias que la Ciudad embiste con mucha fuerza, siendo esta misma fuerza su último aliento. Erigirse como ciudad ejemplo de convivencia es una tarea complicada, delicada, sobre todo si se tiene en cuenta cómo se libran en la actualidad los sentimientos religiosos.
Pero si Ceuta ha decidido ser ejemplo y todos los ceutíes hemos entendido los movimientos de calendario, el próximo año no puede lucir desamparado como un domingo de cada mes. Por eso apunto que el trabajo será difícil. Sin duda también lo será ajustar un día para corresponder, por ejemplo, a la comunidad hindú o hebrea. Con el inconveniente añadido de no convertir este ejemplo en una fecha institucional o protocolaria, como ha venido siendo hasta la fecha el día de la Autonomía. Excusa perfecta para refugiarnos en el país vecino o al otro lado del estrecho, a pesar de las tasas, los precios, el tiempo y avatares varios, manidos, muy conocidos.
No basta con decretar un día de fiesta. En realidad no creo que esto tenga mucho que ver con la fiesta. Quizás más con la convivencia, con un aprendizaje nuevo para las nuevas generaciones. Entonces sí habrá tenido sentido hipotecar el día “grande” de la Ciudad Autónoma.
Sinceramente espero que todas las comunidades, culturas o ceutíes se sientan correspondidos y lo que empezó algunos años siendo una importante escultura tributo a la igualdad, la comprensión, la convivencia, ocupando un lugar destacado en el centro urbano, no acabe también relegada a modo de rotonda en cualquier parte.