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¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo viejo?

(Nicodemo) Juan,3,4.

Miyriam estaba contenta, su hijo mayor había venido a recogerla para pasar el cumple de Adí en la casa nueva de Tel Aviv. La jovencita recibió un regalo de su abuela muy curioso: un colgante con una Menina de plata, y una pulsera negra con adornos de plata haciendo juego con el colgante. La niña se lo colocó enseguida, dio un beso a Myriam y se marchó a pasear con sus amigas, después de tomar un refrigerio. Su madre había cocinado unos pastelitos salados y otros dulces, muy ricos, y su padre compró unas pizzas de un sabor exquisito.
Fue una celebración sencilla, tal como son ellos, sin complicaciones. Como la joven va muy bien con los estudios, se lo merece todo, y sus padres son justos a la hora de los premios. Allí tratan de comportarse como si nada ocurriese, cuando existe algún peligro; ellos dicen que las guerras no van a terminar nunca, por lo que intentan llevar una vida normal, sin sobresaltos. Me cuenta que hace ya mucho calor, “es el chadab”. “En estos días vamos a celebrar el Día de Jerusalem, todo el mundo está de fiesta. Es como una feria, y la gente está muy alegre. Las chicas palestinas se engalanan y salen a la calle con trajes típicos, pues es una manera tradicional de encontrar un buen novio. Es un ir y venir que alegra el alma. Nos seguimos reuniendo en una terraza de la cafetería que frecuentamos, los amigos de siempre. Es una forma de desahogar las penas interiores que no se borran. Todos ellos tienen traumas de lo vivido en los Campos de Concentración. Tomamos unos refrescos o helados, y hablamos de temas que a ellos les inquietan, pues el israelita de hoy quiere saber cada día más. Ahora me preguntan por lo ocurrido con Herodes Agripa y Herodes Antipas. Me pidió Air que le diese información, para así conocer más a Jesús. Les he hablado de Hechos, 12, donde Lucas informa sobre el tetrarca, y de los pasajes bíblicos de tiempos de Jesús, relacionados con Herodes. O de Flavio Josefo, en “Antiguedades Judías… “Me contó que ha mejorado mucho de su dolor de rodillas, “tenía derrame sinovial y no me lo han extraído, sino que lo han secado. La fisio es una joven árabe, que utiliza unos aparatos super avanzados. Le he regalado un bolso moderno que le ha gustado mucho”…
Jesús se encuentra en el Templo, en el lugar más santo, donde sólo se sitúan los sacerdotes. Es un sitio hermoso y rico en ornamentación. También están con Él Sus discípulos, orando. Fuera se oye un gran vocerío, y es que quieren llegar a donde está Jesús. Un soldado romano entra, con horror de los fariseos, que piensan en la profanación del lugar santo. Pero el romano insiste con violencia e insultos. Cuando está ante el Maestro, se postra ante Él y se identifica:” ¡Salve, oh Jesús! Soy Alejandro”. Jesús se aparta con el soldado para hablar, pues el joven es pagano y no sabe lo que significa ese lugar. El soldado está ensangrentado, porque iba a caballo por el Fuerte Antonia y atropelló a un niñito que se interpuso, y tiene la cabeza abierta. “Y su madre está desesperada. Te había visto llegar, por eso le dije a la madre que Tú le salvarías”. Van deprisa y le siguen todos los discípulos más la gente que se encuentra por allí. El niño tiene ya color ceniza, pues ha recibido un golpe en el cerebro, y se muere. La cabeza la tiene abierta y se le ve el interior. También la mujer se muere de dolor. “No llores, mujer. Ten fe. Dame a tu hijo”, pide Jesús con dulzura infinita. El Rabbí se inclina, coge la cabecita del niño, sopla en su boca. El niño abre los ojos, grita de alegría y se abraza a su madre. “Ya no tengas miedo, todo pasará”. Pide a Juan agua para lavar la herida. Y una manzana. Quitan el vendaje ensangrentado, pero ya no está abierta la herida. Jesús lava los cabellos del pequeño y todo queda en orden. El Maestro se despide de Alejandro. En ese momento llegan los sacerdotes del Templo y se dirigen a Jesús. “El Sumo Sacerdote y los ancianos de guardia Te ordenan que no vuelvas más a poner los pies en el Templo. Vete con los paganos y no vengas más por aquí”.
Jesús se pone en pie y les dice que nadie puede prohibir a un verdadero israelita que no se Le puede acusar de pecado, orar junto al Santo. Ellos argumentan que no podrá explicar la Ley en el Templo. “¿Quién eres? ¿Cómo usurpas un nombre y un puesto que no Te corresponde?”
Jesús está en silencio, luego llama a Judas de Keriot, pues quiere que escuchen a uno que es del Templo. A Judas no le gusta intervenir, pero se ve en el compromiso. “Dí, Judas, que te pedí la primera vez que hablé aquí”. El discípulo repite las PALABRAS del Maestro:”Llama al oficial de turno y pide permiso para enseñar”, y me insistió que era necesario, “porque cuando llegue Mi hora, recordarás que nunca falté a los Preceptos y a las Normas”. Uno de los sacerdotes recrimina a Judas que esté defendiendo a Jesús, y él le responde:” yo soy del Mesías y eso es todo”. Los sacerdotes acuerdan en que Jesús vaya sólo a orar al Templo, como otro fiel, pero Jesús pregunta con energía:” ¿Quiénes son los ancianos de turno?”
Resulta que son los fariseos Doras y otros intransigentes como él, faltos de corazón. “Aunque el veneno del reptil sea mucho, no aplastará la voz de Dios. Su veneno no paralizará Mi caminar entre los hombres, hasta que no sea la Hora. Luego los hombres se vengarán y harán justicia. Levantarán en alto a la Víctima, haciendo que sea Ella su único amor.“¡Idos!”, les dice a los sacerdotes.
Ellos también se marchan. Allí escuchaba entre el tumulto el soldado Alejandro. Le pide perdón al Rabbí, porque se considera la causa de la disputa, pero Jesús le dice que ellos buscaban un pretexto. “Vosotros celebráis juegos en el circo, con fieras y serpientes. Pero la fiera más cruel es el hombre que quiere matar a otro”. El soldado afirma que nunca encontró a nadie tan Divino como Él. “Tú eres bueno, Tú eres Verdad. Cuídate Maestro”.- “Adiós Alejandro, y sigue abriéndote a la Verdad”… Se marchan hacia Getsemaní. Están en la cocina y cenan, mientras comentan las incidencias del día.
Por el camino de Betfagé el Maestro había curado a un leproso. Bartolomé dice que se encontró con un centurión a caballo, y estaba admirado de lo que se decía sobre Jesús. Pensaba que sería un hombre rico. “Le contesté que eras pobre, porque lo dabas todo y sólo querías llevar almas al Dios Verdadero. Una mujer romana, en su litera, observó la escena del leproso curado, se quedó perpleja y preguntó si eras el verdadero Mesías”. Pedro y Judas se interesan por la mujer, pero Iscariote aún va más lejos:”¿Era joven, bella, rica?” Bartolomé no se había fijado mucho en ella, pues no quería perder de vista a su  Maestro, e Iscariote desprecia al compañero con irritación. “Yo amo tan sólo a mi Maestro”, afirma Bartolomé. Felipe agrega que deben ser precavidos, pues al ser galileos los consideran menos puros que los judíos, “Y nos acusan de ir mucho a Tiberíades, donde abundan los gentiles, romanos, fenicios, sirios….”. Jesús interviene para felicitar a Felipe por lo bueno y prudente que es. “Cuentas las cosas con sinceridad, pero sin rudeza”, dice el Maestro. Judas habla para molestar y les recrimina que tienen demasiado contacto con paganos. “¿Puedes jurar por nuestro Dios que no tienes paganismo en tu corazón, Judas? ¿Y qué Me cuentas de los israelitas más destacados?”
Judas contesta al Maestro que ser pagano es adorar a muchos dioses, como los de Grecia, Roma o de Egipto. Y ellos llenan los Olimpos con falsedades. “Pues bien hay otros dioses que tenéis, sin saberlo, como el que está orgulloso de su saber, su vanidad, el querer ser elegante y bello. O el deseo de llegar a lo más alto; adorar al dinero, a las mujeres… En verdad os digo  que no hay hombre que no esté manchado de idolatría. Judas, ¿cómo vas a desdeñar a los paganos, que no conocen el Dios verdadero? Y si vosotros caéis en el paganismo, ¿no vais a tener caridad con ellos?” Pero Iscariote dice que el Sanedrín habla mal del Maestro. Jesús asegura que seguirá adelante…
Pedro desvía la conversación, comenta que cuando están por Betania hay una mujer que les sigue siempre, está toda tapada, se pone detrás de la gente y escucha en silencio. “Me preguntó si eras Jesús de Nazaret y le dije que sí. Nos ha seguido a Jerusalem. Le pregunté  si necesitaba una limosna y me dijo que no con la cabeza”. Juan agrega  que quiso saber dónde vivías,” y le dije que en Get Semmi”.
Judas increpa al compañero, pues ella podía haber sido una espía  o una leprosa. Y Pedro abraza al Señor:”si caes pisoteado por los traidores de Dios, yo caeré Contigo”. Juan está destrozado pensando que algo malo le pase al Señor por su culpa. Entonces interviene Jesús:”Hiciste bien, Juan. Déjala que se acerque a nosotros y Me escuche hablar. Respetad su velo. Quizás esté arrepentida de sus pecados y desea el renacimiento del alma, con una diadema resplandeciente, que es el amor de Dios”.
Jesús pide que se vayan a descansar, excepto Juan y Simón, pues quiere hablarles. Dijo Lázaro que Nicodemo deseaba conversar con Jesús en secreto y esperaba cerca de Cedrón. Jesús manda a Juan a buscarle, aprovechando la noche. A solas con Simón, el Maestro dice que los humildes recibirán la llamada viva de los pastores. Para los poderosos están Lázaro, Cusa, José de Arimatea, pero los poderosos tiemblan con perder su poder. “Me iré lejos de este corazón judío, tan hostil al Mesías”. Se irá fuera del ambiente de intransigencia que se respira en Jerusalem”. Han llegado Juan y Nicodemo, por lo que Simón y Juan salen de la cocina  y los dejan solos. Nicodemo Le dice que se ven en secreto, porque el Sanedrín acecha, “y está enfurecido Contigo. En la Asamblea no hay nadie a Tu favor, excepto José de Arimatea y yo. José me dijo que era mejor callar.
Si saben que somos Tus discípulos, nos ocultarán todo”. Jesús le informa que se va de allí. “Lázaro quiere que vayas a Sión, a una de sus posesiones. Él es muy rico. Tiene muchas tierras en Palestina, y parte de Jerusalem es suyo. Teófilo y Euqueria, sus padres, eran adinerados. Los romanos lo respetan, y a su hermana, que es divorciada y vive con paganos…”.  
Jesús  manda que vengan Juan y Simón. Nicodemo se cree culpable de que el Rabbí se vaya por su información, pero Simón certifica que ésta era ya la decisión del Maestro. “Antes íbamos al Bautista, pero ahora venimos a Ti, porque eres más que Juan”.  Jesús está muy triste, la gente no comprende. “Sólo los de Sión somos tan duros, Señor”, se lamenta Nicodemo.
“Muchos sabemos que has venido de parte de Dios. Gamaliel dice que nadie puede hacer esos milagros si no tiene a Dios consigo”. Pregunta a Jesús por qué tienen fe los pequeños de Israel y los grandes no. “¿Eres el Mesías. El Esperado? ¿La Palabra del Padre, que ha venido a redimir e instruir a Israel, según el Pacto?” Y pregunta a Juan, cómo creyó enseguida en que Jesús fuese  Mesías:”Amando”, le contesta el joven, avergonzado. Y lo mismo pregunta a Simón: “Meditando”, le responde el anciano discípulo. “Yo también Te amo, aunque aún no estoy seguro…” Jesús le advierte que para creer hay que nacer de nuevo, con nuevo espíritu, libres de toda cadena, vírgenes de otra idea contraria. “Por esto han comprendido a Dios. Si uno no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios, ni creer en Su Rey”. Nicodemo no comprende nada:” ¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo si ya es adulto? ¿Es reencarnación como creen los paganos?” Jesús le explica que sólo hay una existencia de la carne sobre la tierra, y una vida eterna del espíritu más allá de la tierra… “Lo que la carne engendra es carne y muere. Pero lo que engendra el Espíritu es espíritu y vive al regresar al Espíritu que lo genera. Es necesario nacer de nuevo. Estos han sabido renacer, han puesto su “yo” en la hoguera del Amor. La materia se quemó. De las cenizas se levanta su nueva flor espiritual, que se dirige al Eterno. Simón arrancó la vieja planta. Ahora es un espíritu nuevo.
El Espíritu pasa y llama, sólo el que está atento puede seguirlo”. “¿Cómo puede suceder esto?”, pregunta Nicodemo sin comprender aún. “Yo doy testimonio de lo que sé y he visto. ¿Cómo puedes creer en el Espíritu, si no crees en la Palabra Encarnada? Yo he bajado del Cielo, sólo Yo, para llevaros. Recuerda a Moisés. Levantó una serpiente en el desierto para curar las enfermedades de Israel. Los ciegos, sordos, mudos, locos, leprosos, los enfermos por maldades, se curarán si creen en Mí, y tendrán la vida eterna. Dios ha enviado a Su Unigénito al mundo, para que el mundo se salve por medio de Él. Quien cree en el Unigénito ya está a salvo, porque el Hijo del Hombre ruega al Padre por él. El que no cree en Mí rechaza  la salvación, ya está juzgado. Mi nombre es Salvador; Yo soy la salvación. La Luz ha venido al mundo, pero los hombres prefieren las tinieblas. No lo digo por ti, Nicodemo, pero ésta es la verdad. Los que se acercan a la Luz no tienen miedo, unidos en perfecta unidad en el Amor del Padre y del Hijo, por medio del Espíritu Santo… Juan, recuerda estas palaras para cuando llegue la hora de escribirlas. ¿Estás convencido, Nicodemo?”.
El fariseo, con gran recogimiento y respeto dice que sí, y que desea mucho hablar de nuevo con Él. Jesús le informa que se verán otra vez en casa de Lázaro. “Bendice a Tu siervo, Señor”. Jesús le da la paz. Se marcha con Juan. De nuevo el Maestro está con Simón a solas. “Satanás es como la tela de araña, que aprisiona al hombre, que no sabe morir para renacer como una mariposa. Debéis ser arrebatados del enemigo… Vete a descansar, Simón. Dios esté contigo”. Al día siguiente sube Jesús el duro sendero de Betania, poco transitado, sólo por los que tienen prisa o los pastores con sus rebaños.
El Maestro habla con Zelote. Le siguen dos grupos: Juan, Andrés, Judas Tadeo y Santiago Alfeo. El otro está formado por Santiago Zebedeo, Mateo, Tomás, Felipe, con Bartolomé, Pedro e Iscariote. Es un día soleado de noviembre. Al este se encuentra el valle del Jordán y el camino de Jericó. Jesús pide a Juan que vaya a avisar a Lázaro. Enseguida viene una mujer que sirve en la casa, se postra y da la bienvenida a Jesús. Maximino, que cuida las posesiones de Lázaro, también le da saludos afectuosos. El Rabbí necesita albergue por una noche. Lázaro sale muy contento, “¿a qué se debe la alegría de tenerte?” Jesús le informa que los sanedristas Le odian, aunque todavía no ha llegado la Hora. “Primero deberé arar toda Palestina, y esparcir la semilla. Pero Mi cosecha la recogerán Mis amigos. Evangelizaré por otros lugares”.
Lázaro Le suplica que se quede en algunas de sus posesiones, “así la casa sería santificada con Tus enseñanzas y Tu presencia”. Jesús se marcha hacia Efraín, entre Jerusalem y el Jordán. Lázaro tiene por aquella campiña una casita para los aperos de sus trabajadores, “una casita muy pobre, nadie osará molestarte. La limpiarán”. El Maestro dice que no hace falta preparar nada. “Sólo pondré camas, mantas y sillas. Y algunos cántaros y copas”.
Llega Marta, y Lázaro le pide que arregle la choza de Aguas Claras, para que se alojen Jesús y los Suyos. Ella se despide y pide a Jesús:”bendíceme Maestro, que me lleve  algo Tuyo”. También van a llegar los pastores Isaac y Elías, pues quieren ver al Rabbí. Jesús se alegra, ya que de paso les dará instrucciones para que Evangelicen.  Anima y conforta a Lázaro que se preocupa por todos, “e intentas auxiliar siempre a Tu Maestro. Yo leo los corazones, y tú eres bueno por naturaleza. El Padre te dará una gran recompensa. No sólo la salvación de tu hermana María”. El amigo se emociona ante las palabras de Jesús. “¿Qué más puedo pedir, Señor?” Jesús lo mira, sonríe y le contesta con un salmo:”El Señor reina y con él Sus santos. Teje con Sus Rayos una corona y la pone sobre la cabeza de los santos; hecha de oro purísimo, pues se obtiene del Amor Divino y del humano… Una gran diadema para una frente gloriosa.
Tú has cultivado todas las virtudes necesarias, sin límites, y tu nombre está escrito en el Cielo. ¡Alegraos, oh justos en el Señor! Serás triunfador eterno con el Mesías del Señor”… Lázaro está anonadado, no sabe qué decir. Pero Jesús continúa:”Tú eres todo amor, y quien ama, inicia su salvación. Lo que falte lo pondrá el Hijo del Hombre”.   

BIBLIOGRAFÍA: Ju.3,1-21; Gén.3,14-15; Ju.1,1-18; Ex.21,4-9;Sa.92,1; 96,1;98,1; M. Valtorta:”Poema del Hombre Dios,T. II 

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