Hace tiempo escribía que las terrazas instaladas por restaurantes y cafeterías en la vía pública, contribuyen de forma definitiva al desarrollo turístico de la ciudad. Además, muchas personas se deciden a salir, sobre todo por la noche, al tener la seguridad de encontrar un sitio fresco y agradable donde tomar un aperitivo o cenar. Así que bendiciones para los que deciden incrementar las posibilidades de negocio de su establecimiento y hacen la inversión correspondiente, creando puestos de trabajo adicionales
Pero la libertad de instalar esas agradables terrazas, termina donde comienza el derecho de los demás. Los mayores enemigos de los establecimientos con espacios al aire libre para sus clientes, son precisamente los que incumplen la normativa, la ignoran o atentan contra vecinos próximos u otros negocios colindantes. El problema no es solo de normas, sino de hacerlas cumplir sobre la marcha. Es necesario disponer de unas decisiones claras y definitivas, pero además hacerlas cumplir para evitar daños a terceros que se traducen en pérdidas de empleos, perjuicios económicos, impedir el paso de peatones, deterioro de imagen de la ciudad, malos olores con suciedad en algunos casos y molestias a ciudadanos vecinos.
Por tanto, el resumen debe ser un sí rotundo a la instalación de terrazas, pero igualmente un no, también rotundo, a las que incumplen la normativa basada en la lógica o lo que dicta el sentido común. Y ello significa que no puede perjudicarse a otros con obstáculos como parasoles, toldos o extensiones hacia zonas no autorizadas, cumpliendo además la normativa sobre ruidos, paso libre, limpieza y otros conceptos básicos.
Algunos de estos básicos conceptos, son hacer cumplir la normativa mediante intervenciones inmediatas, las terrazas deben estar acotadas para que se limiten de hecho y permitan decorar el espacio, como hay algunas. Las sombrillas deben tener un tamaño adecuado y nunca sobresalir del espacio y, desde luego, contar con zonas libres de terrazas cuando exista un monumento público o una exposición cultural. Ni que decir tiene que todo debe complementarse con decoración aceptada por la Administración, para evitar sillas o mesas impresentables que dañan la imagen pública.
Solo así los ciudadanos y los propios empresarios se sentirán orgullosos de estas instalaciones que además contribuirán a perfeccionar una ciudad moderna, transitable y con aspecto muy positivo.
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