Cuando la DANA afectó a varias regiones españolas sobre todo Valencia, empezaron a llegar noticias de muertes, desapariciones, aislamiento de pueblos enteros, carreteras o caminos intransitables, desabastecimiento de alimentos, agua y otros productos, junto a robos y asaltos a casas forzosamente abandonadas momentáneamente por sus moradores. Un desastre no previsto y anunciado deficientemente que sumió a la población afectada en la desesperación y la sensación de abandono de las autoridades. Cierto es que las fuerzas de orden público (Policía Nacional, Local y Guardia Civil) hicieron todo lo posible dentro de sus competencias y la Unidad Militar de Emergencia (UME) junto a los propios vecinos voluntarios, actuaron con la eficacia y entrega de siempre, pero todo ello no fue suficiente, dada la importancia y el abanico de daños que se causaban.
Muchos pensaron que ante una situación de catástrofe en que había que garantizar transportes en carreteras difíciles o inexistentes, reparaciones de puentes o caminos, aportación de grupos electrógenos y vigilancia de saqueadores, junto a ayuda en todo lo necesario aportando incluso respaldo a los ciudadanos, el Ejército debía intervenir previas las órdenes correspondientes. Sin embargo, habiéndose iniciado el fenómeno el martes 29 de octubre, pasaba el tiempo, la situación se agravaba por días, las unidades militares próximas esperaban instrucciones y, sin embargo, estas no llegaban a pesar del disgusto y la indignación de muchos ciudadanos.
Por limitaciones de la Generalitat Valenciana o del Gobierno de la Nación que no asumió el nivel 3 de Alerta u otras causas, hasta los últimos días de la semana no arribaron 500 militares de los tres Ejércitos con vehículos y helicópteros ampliables a otros 500, junto a 142 agentes del Servicio de Seguridad del Rey. Incluso se anunciaron cifras mayores que podrían incrementarse entre el sábado y el domingo 3 de noviembre a varios miles. Con este tardío despliegue, la situación se irá normalizando dentro de lo que cabe y los ciudadanos recobrarán su confianza en estar protegidos aunque tarde, rindiendo todos homenaje a los muertos o desaparecidos.
Pero esta no es la única intervención militar imprescindible que podría presentarse, ya que el asalto a la frontera en Ceuta puede reproducirse en cualquier momento y ello debe ser motivo para un despliegue incluso previo del Ejército español. Para ello, en cuanto lleguen las primeras noticias de los servicios de información propios sobre una afluencia de marroquíes a la línea fronteriza, las distintas unidades militares con órdenes previas, deben desplegarse desde Benzú al Tarajal para garantizar con urgencia y eficacia la inviolabilidad de la citada frontera española-comunitaria y de la ciudad autónoma de Ceuta, asumiendo Madrid el equivalente al nivel 3 por un tema que atañe también a la seguridad nacional y que cuenta con antecedentes próximos. Y todo esto es aplicable a Melilla.
El tema de futuro que ya se anunció en un libro de reciente publicación, debe ser tenido en cuenta para preparar ese despliegue urgente de tropas, a fin de que no ocurra en Ceuta o Melilla como en el desgraciado retraso en recibir instrucciones de actuar ocurrido en Valencia.
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