Acudía al encuentro que propició el Colegio Oficial de Psicólogos de Ceuta con motivo del día de su patrón Juan Huarte, y yo con la guardia en alto para “pescar” alguna clave.
En un primer momento, Lola Escalante, la presidenta, convidó a los miembros de la mesa a acotar el territorio de significación de la salud mental, es decir, ¿qué es la salud mental?
Y una de las ponentes sacó a colación una definición que hace la Organización Mundial de la Salud: “La salud mental es un estado de completo de bienestar físico, psíquico y social”. A lo que yo reflexiono.
Un estado “completo” hace referencia a un estado “acabado”, “perfecto”, y esto solo es propio de la substancia divina. Solo el demiurgo o divinidad es perfecto, ya que es la única categoría filosófica que no está condicionada, que no está sujeta a nada, es libre, que no obedece a ninguna condición.
Así, como reza la propia definición, en primer lugar, la salud mental está condicionada por la circunstancia física, y ¿quién no sufre de vez en cuando una fiebre o un dolor de cabeza?
También, la salud mental está condicionada por la experiencia psíquica, y ¿quién no se ha visto sobrepasado por el estrés, o por algún desajuste emocional?
Y, sobre todo, la salud mental está condicionada por la esfera social, que comprende los condicionantes socio afectivos (la manera como enfocamos las relaciones humanas), los condicionantes socio económicos (la forma como desarrollamos un proyecto vital que nos procure la autonomía), y los condicionantes socio sanitarios (toda vez hay una alteración sensible en la función mental, la manera como abordamos un proceso de recuperación).
Ahondando en la visión, observamos que el signo de la salud mental es el bienestar, si bien, y por razones de génesis existencial la vida está regida por el signo de la dificultad y el sufrimiento. Podríamos decir que la vida tiene una constante, la cual sería la búsqueda del bienestar.
Por todo lo anterior, si no queremos hacer una lectura improbable de la salud mental, creo que aporta más información la acepción de la salud mental como “un estado circunstancial de completo bienestar físico, psíquico y social”.
Esto sitúa, como papel inexcusable de la clase política, la búsqueda y averiguación de esas circunstancias que hagan llevadera la condición humana.
Ciertamente, no hay salud sin salud mental. Y no hay salud mental sin un nutrido cuerpo de psicólogos y psicólogas.
Cuanto mejor señalizado esté el territorio de significación, más conocimiento. Cuanto más conocimiento, mayor nivel de conciencia. Solo en un estado de conciencia plena podrá abordarse la transformación social hacia el bienestar, hacia la paz deseada. Podremos transformar el dolor en esperanza.