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Combates estéticos

Pierre Michel, la persona que más sabe de Mirbeau en todo el planeta Tierra, ha tenido el acierto y la paciencia de recopilar la totalidad de los artículos que este gran escritor dedicó al tema del arte, (pintura y escultura) en los periódicos o revistas de su época, finales del XIX y principios del XX. Trabajo enorme, titánico, pero también interesantísimo.

 

Este interés viene avalado por dos poderosas razones: la época en que se publicaron estas críticas, que coincide con el advenimiento y expansión del impresionismo, y la importancia de la pluma de Mirbeau que, como muy bien nos advierte Pierre Michel, "era capaz de arruinar el prestigio de los maestros más reputados, como de consagrar a artistas desconocidos, pero que sabían echar una mirada nueva sobre el mundo y las cosas que contemplaban".
Esta recopilación de artículos ha dado dos voluminosos tomos –entre ambos sobrepasan las mil trescientas páginas-, que Pierre Michel ha bautizado con el significativo título de "Combates estéticos". ("Combats esthétiques"). Un título que hermana a maravilla con otra publicación anterior de Pierre Michel, "Combats pour l´Enfant", en el que el reputado investigador recoge todos los escritos de Mirbeau sobre la infancia y la educación infantil. Ambos títulos van muy bien con el espíritu del gran escritor normando cuya vida fue un continuado combate, siempre en pro de la libertad, de la justicia, de la defensa de la naturaleza y, en lo que respecta al arte, de la autenticidad y la innovación creadora.
El libro actual también nos muestra, de una manera atrayente y amena, los gustos estéticos de Octave Mirbeau, sus artistas preferidos y los más detestados. Entre los primeros llama la atención su admiración por los impresionistas; entre los segundos, su antipatía por los prerrafaelistas, academicistas y "todos cuantos se inspiran volviendo la espalda a la naturaleza". Mirbeau los caracteriza así: «cubiertos de premios y perendengues parecen vacas condecoradas en ferias de pueblo». Si se nos ocurre hacer parada en los nombres en seguida destacan, entre los preferidos, Augusto Rodín, en escultura, y Claude Monet, en pintura, –son sus dos grandes ídolos- y, junto a ellos, hay también grandes elogios para Vicent Van Gogh, Paul Cézanne, Camila Claudel, Edgar Degas Augusto Renoir, Aristide Maillol... En el lado opuesto, el de los odios y denuestos, van los nombres de Alexandre Cabanel, William Bouguereau, Édouard Detaille, Carolus-Duran, Benjamin-Constant, Denys Puech, etc. Ahora, al mirar el panorama artístico de Francia en el XIX y comienzos del XIX, indudablemente tenemos que dar la razón a Mirbeau. ¿Negará alguien la genialidad de Rodin, Claude Monet o Van Gogh? ¿Se acuerda alguien de Édouard Detaille o Carolus-Duran?
Mirbeau, desde sus comienzos, optó por la modernidad, que en aquel entonces eran los impresionistas, pero siempre se mantuvo preocupado por las derivaciones que la búsqueda de innovaciones artísticas pudiera producir en un futuro más o menos lejano. Su gran temor era que llegase un día en que el arte se convirtiese en un esnobismo, tan deshumanizado y carente de contenido, que no produjera en el espectador la menor emoción estética. Para darse cuenta hasta qué punto se han cumplido tan amargas previsiones basta darse una vuelta por las galerías y museos de arte moderno de cualquier ciudad de España.
Tampoco se fiaba de los galeristas, profesión que adquiere todo su apogeo en la segunda mitad del siglo XIX, precisamente la época en que Mirbeau escribe sus mejores artículos, y mucho menos del mercantilismo en arte, que siempre le pareció extraordinariamente peligroso, ya que el mercado tiende a ahogar a los verdaderos talentos y las voces originales, si no son rentables. Respecto a los críticos oficiales su opinión no puede ser más negativa. Traduzco:
"El crítico, en general, es un señor que, incapaz de crear un cuadro, una estatua, un libro, una obra de teatro, una partitura, o alguna cosa clasificable, se decide al fin a hacer algo, a juzgar periódicamente una de esas producciones de arte, incluso todas a la vez y, dada su ignorancia notoriamente universal, el crítico se muestra apto para todos las tareas" (13 de diciembre 1892)
Cabe preguntarse: ¿Cómo puede ser que hable así quien fue el crítico más influyente de su época? La explicación es muy simple: Mirbeau no se consideraba crítico, sino "el portavoz que hace de la emoción estética, siempre subjetiva, el tema de sus comentarios en materia de arte".
Especial interés tienen en este libro algunos de los pensamientos artísticos de Mirbeau que Pierre Michel resalta en su magnífica introducción. Valga de ejemplo éste sobre sociedad y hombre de genio. Traduzco de nuevo:
"Todas las colectividades se esfuerzan en hacer desaparecer de la humanidad al hombre de genio, porque éstas no permiten que un hombre pueda sobrepasar la cabeza de otro hombre y han decidido que toda superioridad, en cualquier orden de cosas, es, si no un crimen, al menos una monstruosidad, algo absolutamente antisocial, un fermento de anarquía. Vergüenza y muerte a todo aquel cuya talla es demasiado alta". (12 de julio de 1899.)
O éste sobre los galardones y premios:
"Cada vez que me entero de que un artista que yo aprecio, que un escritor que yo admiro, acaba de ser condecorado me viene un sentimiento de tristeza y me digo al momento: "¡Qué pena!" (16 de enero de 1888)
Tampoco dejará indiferente a nadie este apunte sobre las marinas de Claude Monet, que aún no ha perdido vigencia:
"Se puede decir de Claude Monet que verdaderamente ha inventado el mar, pues es el único que lo ha comprendido y nos lo ofrece con sus aspectos cambiantes, sus ritmos enormes, sus movimientos, sus reflejos infinitos y siempre renovados". (13 de mayo 1879)
Ni este merecidísimo elogio a la pintura de Van Gogh:
"No hay un arte más realísticamente pintado que el arte de Van Gogh... Van Gogh no tiene más que un amor y un guía: la naturaleza... Incluso siente el horror instintivo de todas esos vanos intelectualismos en los que anida la impotencia" (17 de marzo 1901)
Termino con esta cita sobre el "arte oficial", en la que se aúnan la ironía y el toque de humor:
"Cuando me siento triste, nada me hace tanto sonreír como pensar en el arte oficial, en sus pompas y sus obras: es uno de los temas más maravillosamente cómicos que existen".
Se me ocurre pensar que, si Octave Mirbeau pudiera resucitar y viniera a Granada y contemplara las varias esculturas oficiales que salpican la ciudad, -Monstruo de Puerta Real, Aguador de la Romanilla, Quijote de la Avenida Cervantes, etc.-, me parece que se iba a pasar el día en una continuada hilaridad. También se daría cuenta de que su gran temor a que llegase un día en que el arte no produjese la menor emoción estética en el espectador se había cumplido y comienza a ser una triste realidad.

(1).-Pierre Michel, profesor emérito de la universidad de Angers, es autor de numerosos libros de investigación, la mayor parte de ellos sobre Octave Mirbeau.

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