Los resultados obtenido por el Partido Popular en Ceuta han sido noticia en todos los medios informativos nacionales, porque en un entorno de autonomías en el cual las listas de dicha opción, aun habiendo vencido por número de votos y por escaños, solo han conservado la mayoría absoluta en nuestra ciudad.
Por esa razón, Juan Vivas ha adquirido especial notoriedad, Su imagen se reproduce en periódicos y televisiones, y alguna cadena nacional de radio lo entrevista, lo que me parece muy bien, porque él se lo merece y, además, sabe contestar. Pero examinando con detenimiento la pérdida de votos sufrida por el PP con carácter general, se llega a la conclusión de que aquí no todo ha sido precisamente un éxito. Si comparamos los datos de las elecciones celebradas en el año 2011 con los de estas últimas, resulta que en Ceuta, con un número algo menor de votantes (en 2011 fueron 30.937, y ahora 29.611) el PP, con sus 20.023 votos de entonces y sus 13.355 de ahora, ha perdido porcentualmente más votos (el 32,4%) que los que ha disminuido a nivel nacional dicho partido (el 13,5%). Si esto es así, la pregunta que lógicamente surge es por qué se ha destacado tanto el resultado de las elecciones en Ceuta. La respuesta es bien fácil: porque el PP disponía en esta ciudad autónoma de un colchón de escaños inigualado –hasta ahora- en el resto de las circunscripciones electorales. Se ha bajado de 18 a 13, pero a pesar de todo, y gracias a los resultados del año 2011 (el 65,2% de los votos emitidos, casi el doble del 33,3% de ahora) el PP ceutí ha logrado mantener, si bien raspada, su mayoría absoluta. De todas formas, el partido ganador debería estudiar a fondo las causas de estos resultados. A mi juicio, que como siempre someto a cualquier otro mejor fundado, han sido diversos los motivos por los que una parte muy sensible de su electorado haya optado por no votarlo el pasado domingo. En primer lugar sitúo la reacción negativa en una causa exógena, no local y muy extendida, el enfado y el desapego surgidos ante la política de austeridad, de recortes y de subidas de impuestos llevada a cabo desde la Moncloa, y ello porque ni el Gobierno ni el partido han sabido comunicar las razones que obligaron a adoptar tal política. Es ridículo que algunos pretendan culpar a Vivas de tal notable disminución de votos. En mi colaboración de hace algunos domingos refería cómo los países que se integran en una entidad supranacional (la UE, el Eurogrupo, el FMI, el Banco Mundial) ceden parte de su soberanía, de tal modo que se obligan a catar y cumplir las directrices y reglamentos emanados de dichas entidades. La política económica ha venido impuesta desde más arriba del gobierno español, especialmente por el lamentable estado de las finanzas públicas y del déficit en que dicho gobierno las encontró. Se gastaba mucho más de lo que se ingresaba, y aún se sigue gastando, pero en bastante menor escala gracias a las medidas adoptadas –el déficit anual presupuestario es ahora aproximadamente la mitad que antes-. En el 2011, se estaba llevando a España a la quiebra. Hoy, la economía nacional repunta con fuerza y van creándose puestos de trabajo, pero el común de los ciudadanos no ha llegado a comprender el porqué de esas medidas, atribuidas por la oposición, falsamente, a mero capricho de Rajoy y de sus ministros, deseosos, al parecer, de fastidiar a los españoles porque sí, mientras la política de comunicación del Gobierno y del PP fracasaba rotundamente. Otra causa de la disminución de los votos obtenidos es el tiempo que llevan Juan Vivas y su partido al frente del gobierno ceutí. En esos catorce años se han producido necesariamente medidas que no agradaron a todos los ciudadanos; se han hecho nombramientos que disgustaron a algunos; se han llevado a cabo políticas que tampoco complacieron a otros… En definitiva, lo que se llama el “desgaste del poder”, cuanto más tiempo peor. Esta causa, lógica en sí, ha conllevado, sin duda, la pérdida de bastantes votos. Además, debemos considerar el impacto de las encuestas en muchas personas. En todos los casos han sido muy favorables al PP –oscilando en atribuirle entre los 18 y los 14 escaños- lo que influyó en la inhibición de parte del electorado propicio a la opción prevista como vencedora, pues muchos decidieron no ir a votar, pensando que su voto no era ya necesario. “Para qué, si de todos modos va a ganar Juan Vivas”. Un error manifiesto. Por cierto, ha quedado claro, vistas las encuestas telefónicas, que las personas con teléfono fijo son más proclives a votar al PP que aquellas que prefieren los móviles. Por otro lado, está la fuga de una apreciable cantidad de votos .más de dos mil doscientos- que han ido a parar a Ciudadanos, a Vox o al PLC. Esos provienen, en su inmensa mayoría, de anteriores votantes del PP. Todo ello, claro, sin olvidar otro elemento exógeno: la pesada carga de la corrupción. En definitiva, que ahora toca, tanto en el Gobierno de la Ciudad como en el PP local, atarse los machos y lidiar con maestría al toro que les ha tocado en suerte, procurando recuperar votos y, lo que resulta mucho más difícil, preparando a una persona que pueda ser la que sustituya a Juan Vivas, por lo que pueda venir en el año 2019. Y que el gobierno y los órganos superiores del partido a nivel nacional corrijan de una vez su desastrosa política de comunicación. Ni caras tristes ni circunloquios. Basta con decir la verdad de manera que la pueda comprender todo el mundo.
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