El lado marroquí del Tarajal: sin vigilancia, acoso constante de menores sobre vehículos
El 17 de noviembre del año pasado
un niño murió reventado por las ruedas del autobús en el que había pretendido colarse para cruzar a Ceuta. El revuelo del momento ha dado paso a la indiferencia del día a día. Sin vigilancia, el lado marroquí de la frontera se convierte en un escenario doblemente peligroso: para los menores que buscan colarse en vehículos de cualquier forma y para los conductores, expuestos a un accidente o a ser detenidos y acusados de un delito con el que nada tienen que ver. Decenas de niños y algún caso aislado de niñas frecuentan la frontera en donde se drogan, en donde duermen, en donde sufren abusos y en donde acosan a los conductores de autobuses o, sus preferidas, de autocaravanas. Entre las tortuosas colas (que se repiten sin haber porteo porque son el resultado de una infraestructura obsoleta y una falta de relaciones sangrante) y la presión de la inmigración infantil, el
Tarajal es un auténtico infierno, indigno de ser etiquetado como la frontera sur de Europa. Marruecos no protege a sus menores y es aquí donde está el origen de la problemática que sufre Ceuta, con
un puerto repleto de niños que ejemplifican esos mismos acosos para embarcar hacia la península y un centro de acogida saturado.