Las vacaciones estivales de agosto solían iniciarse en Rota con una cena de amigos en la entrañable casa de Luis y Almudena. Todos esperábamos ilusionados volver a encontrarnos y compartir momentos irrepetibles durante y después de la cena. Y, en la algarabía de comentarios, anécdotas, bromas, chistes, ocurrencias y risas, muchas risas, veía la cara de felicidad de Almudena presidiendo la enorme mesa de cristal que nos daba cabida a todos los amigos en el recoleto jardín de su casa, mientras el rumor del agua nos llegaba desde una fuente embutida en el muro blanco: un guiño granadino a la devoción nazarí por el agua, “Agua oculta que llora…”, decía Antonio Machado al referirse a Granada. Siempre me sorprendió la capacidad de Almudena para organizar todo aquello con su buen ánimo, convencida, además, de que su casa reunía mejores condiciones de espacio para congregarnos a todos.
Su disposición para gobernar su casa de Rota, La Pinosa, en el constante ir y venir de sus hijos, familiares, amigos de aquí y de allí, huéspedes de fines de semana..., hacer la compra, preparar las comidas, atender a unos y a otros, eran dignos de admiración. Se añadían los eventos literarios que se celebraban cada verano en torno al Grupo de Rota, en los que ella era una imprescindible. Y todo ello, en una permanente y admirable disciplina que la conducía a su despacho cada amanecer para escribir hasta el mediodía.
En el agosto de 2017, invité a Almudena a un almuerzo en El Puerto de Santa María con unas amigas de Ceuta, lectoras rigurosas de sus novelas, con las que solía reunirme cada verano en algún restaurante gaditano para celebrar nuestros antiguos recuerdos de amigas a lo largo de muchos años. Aquella invitación fue una cortesía ilusionada por mi parte. Sabía que le sería imposible aceptar mi propuesta por tantas ocupaciones diarias que la absorbían. Aun así, se interesó por estas amigas ceutíes y le hablé de ellas: profesoras ya jubiladas, compañeras de bachiller hasta el preuniversitario en la Ceuta de los sesenta, e incluso de los estudios universitarios en Granada. Me detuve en aquellos años de adolescencia y primera juventud en Ceuta, una ciudad militarizada en la que, incluso los uniformes escolares, eran grises como toda la ciudad en la que crecimos. Y de cómo solo lográbamos escapar de nuestra inevitable cotidianidad a través de la literatura y de los textos literarios que nos recomendaba Cecilio Alonso, el excelente profesor que tuvimos la suerte de compartir.
Almudena prestaba atención y sonreía. Le comenté que había creado con ellas un grupo de WhatsApp al que había apodado “Las Chicas del Preu” con el que nos saludábamos a diario; soltó una de aquellas sonoras carcajadas suyas, preguntándome el porqué de ese apodo: “Almudena –le dije-, el preuniversitario era el último peldaño para salir huyendo de nuestra sombría cotidianidad. Todas lo logramos”.
Después de la breve anécdota, y para mi alegría, Almudena aceptó la invitación, de modo que el 29 de agosto de 2017 nos fuimos a El Puerto para almorzar con las “Chicas del Preu”, Maripaz Lería, Marita Merino y Rosa Campoy, que esperaban emocionadas la cita con la escritora. Y, entre saludos y agradecimientos por aceptar aquella invitación, el almuerzo se convirtió en una especie de club de lectura en el que Almudena respondía a sus lectoras de forma cercana y acogedora, prestando atención a las opiniones de estas mujeres sabedoras y respondiéndoles siempre con su amplia sonrisa y con la generosidad que la caracterizaba. No faltó en los postres la firma de algunas de las obras que las lectoras amigas no olvidaron llevar consigo: El corazón helado, Castillos de cartón, Inés y la alegría, El Lector de Julio Verne, Las Tres bodas de Manolita…, y Almudena los firmaba con su pequeña pluma Kaweco entre sus delgados y finos dedos, que tanto me llamaban la atención.
"El último verano de Rota, en agosto de 2021, nos rompió la ilusión del encuentro “literario” de mis amigas con Almudena”
El 22 de agosto del 2018, celebramos un nuevo almuerzo al que Almudena no dudó en asistir. En esta ocasión, nos acompañaba Ángeles Aguilera, y desde Rota nos dirigimos al restaurante Jardín de Canalejas en Puerto Real. Mis amigas acudieron sin pereza alguna desde El Puerto, Cádiz y Conil, donde cada una vivía o veraneaba, y lo hicieron con la misma alegría y expectación del primer encuentro. La publicación de Los pacientes del doctor García en septiembre de 2017, fue el centro de interés. Entre felicitaciones, muestras de admiración por esta gran novela, preguntas y respuestas literarias, y firma del libro, nos despedimos entre nosotras llenas de euforia y agradecimiento, a la espera del próximo agosto, en el convencimiento de que los veranos siempre son propicios para la alegría y los reencuentros.
En el 2019, dispuestas igualmente al almuerzo veraniego, un desajuste de horarios nos impidió encontrarnos. Luego vino la pandemia y el aislamiento del 2020.
El último verano de Rota, en agosto de 2021, nos rompió la ilusión del encuentro “literario” de mis amigas con Almudena en algunos de los restaurantes cercanos a Rota. A mediados de agosto tuvo que regresar a Madrid debido al estado de su enfermedad. Nadie se lo esperaba. A punto de trasladarse a Madrid, la visité en su casa, y al despedirme de ella le transmití los recuerdos de “Las chicas del Preu”, esperanzadas siempre en volver a reunirnos en un espontáneo “club de lectura de Almudena Grandes”, en los que ella se volcaba con sus lectores, creando siempre un vínculo de complicidad entre ellos y sus novelas.
Ahora que ya no está con nosotros, que nos dejó el 27 de noviembre de 2021, y abandonados a esta ausencia inacabable, las “Chicas del Preu” queremos imaginar que aún queda un verano por llegar para almorzar juntas en cualquier restaurante gaditano en el que conversar con Almudena Grandes sobre las novelas La madre de Frankenstein (2020) y Todo va a mejorar (2022), y que los acontecimientos nos han impedido comentar con ella.